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Número cero/ EXCELSIOR

La chapuza de Samuel García en Nuevo León es representativa de una clase política desleal con los intereses de la ciudadanía, a la que consideran observadora pasiva de sus juegos de poder. A la que otorgan el rol de convidada de piedra en las transacciones con que busca ganar su voluntad para impulsar ambiciones personales, aunque traten de ignorar que, como en el cuento, todos puedan ver que el rey va desnudo.

El episodio es otro más de degradación de la política en simples juegos de poder, sin tomar en cuenta a miles de personas que pueden resultar afectadas, como en Nuevo León, por su mal uso y la inestabilidad que generan en el gobierno. Pero no es un problema aislado, sino una forma que tiene la clase política de transaccionar para dominar situaciones, vencer resistencias o sacudirse agravios. Otro ejemplo, la ruptura de MC en el Senado con el bloque de contención en castigo porque el PAN y el PRI no permitieron un interinato en Nuevo León que dejara la gubernatura a alguien de su partido. Es un aviso, en esa lógica, de que el acuerdo ha pasado a ser inconveniente y podría dar sus votos a Morena para sacar su próxima ministra de la Corte.

Estos juegos tienen el propósito de lograr algo de otros en contra de sus deseos, a través de maniobras manipuladoras del poder en forma de intimidación, mentira, corrupción y abuso de la ley. Son precisamente los elementos que componen la trama de la crisis política de la transición frustrada a un gobierno interino para que Samuel García asumiera la candidatura presidencial de MC sin dejar el estado “en las garras del PRIAN”. Aunque nunca en sus cálculos estuvo la voluntad de los ciudadanos que lo llevaron al poder en 2021. El costo de la chapucería es una invitación a la desafección y la deslealtad de la ciudadanía hacia la política y los partidos.

El caso es el vivo ejemplo de las causas de la volatilidad política. El mayor temor de los partidos a los cambios de opinión del electorado, de una elección a otra, se debe a los divertimentos de la propia clase política. No es sólo un asunto de pérdida de lealtad de los ciudadanos, sino un efecto de la infidelidad con sus programas y promesas, como la del mismo Samuel García de permanecer en la gubernatura los 6 años hasta que se le atravesó la ambición de la candidatura presidencial.

Ahora su desastrosa jugada hunde en una crisis a su partido y reposiciona al bloque opositor en el tablero hacia 2024, en el que la competencia, al menos momentáneamente, vuelve a ser de dos y no de tres, como quiere configurar Movimiento Ciudadano con una candidatura independiente. Aunque el saldo del desaguisado aún deberá pasar por la prueba del ácido de la percepción de electores, que lejos de ser cautivos de las narrativas partidistas sabe que tienen el voto para castigar la incongruencia y manipulación, como demuestran las alternancias de los últimos 10 años y, particularmente, la revuelta “obradorista” en 2018. ¿La consecuencia se cebará en la abstención?

MC no sólo se queda sin candidato presidencial, sino también con la imagen de que su discurso sobre la “nueva política” encalla en una imagen de frivolidad y retórica hueca con la que sólo pretende diferenciarse de los viejos partidos tradicionales. A la vez que el impulso para el frente opositor de igual forma puede desinflarse si no logra ocupar el espacio de los que se sientan defraudados, otra vez, por los juegos de poder partidistas y capitalizar la molestia por los errores del gobierno. Nada asegura que el descarrilamiento de MC tenga esos efectos, pero lo que sí deja en claro es que los actores políticos vuelven a tirar la moneda al aire creyendo que cuentan con la pasividad y obediencia de la ciudadanía frente a los abusos de personajes como Samuel García.

¿Qué tanto esto imprime un giro de 180 grados a la vida política?, la respuesta es tan incierta como las expectativas de la candidatura que deberá reponer MC o los temores del frente sobre estrategias de Palacio Nacional para dividir el voto opositor. Pero cabe plantear la interrogación, sobre todo para medir el golpe a la confianza de los políticos o si sólo dejará reflejada otra raya más del tigre.