NÚNERO CERO/ EXCELSIOR
El paquete económico para 2026 refleja la tendencia hacia el neoproteccionismo en la esfera de Trump, aunque con el particular sello de la 4T de Sheinbaum. Un presupuesto que recoge la decepción con la libertad irrestricta de mercado de la globalización y la nueva pauta a encerrarse en bloques económicos regionales como el de Norteamérica.
El ABC del primer presupuesto elaborado exclusivamente por la Presidenta es, en buena medida, una hoja de ruta de su sexenio, en lo que cabe del desorden internacional e incertidumbre de renegociación del T-MEC. El gobierno se afinca en su política social, al tiempo que cede a los tiempos que corren de barreras arancelarias para proteger la producción nacional con el Plan México y alinearse a los intereses de EU en su guerra comercial con China como presente para allanar la firma del acuerdo.
El movimiento en el tablero de la geopolítica marca los tiempos y los pasos de su mayor reto: consolidar la redistribución del ingreso y relanzar el crecimiento. Un binomio que rara vez va junto, pero que ha decidido abordar con una política dual de libertad comercial con su principal mercado y barreras fuera del bloque económico del T-MEC, aunque profundice la dependencia con Norteamérica; y tampoco garantice mayor competitividad de la industria nacional.
La primera crítica ha venido de Pekín con la acusación a México de someterse a la coerción de Washington por pretender aumentar 50% los aranceles a casi 1,500 productos de países como China y otros asiáticos. La propuesta es parte de la columna vertebral del paquete y muestra las presiones comerciales de EU, aunque se justifica en el cuidado de las manufacturas mexicanas del dumping y prácticas desleales, lo que implicaría a 40% de importaciones de bienes intermedios para la producción.
La fórmula presupuestal de Sheinbaum descansa en una no menos extraña combinación de políticas sociales de izquierda, por poner en el centro su clara protección de los sectores populares. Junto con un programa de férrea austeridad del gasto público, que aplaudirían los neoliberales, orientado a sanear finanzas públicas, a las calificadoras y EU, pero sin políticas fiscales progresistas que graven más a los de mayores ingresos, y así el ingreso seguirá concentrado. Y ahora, además, el componente del nacionalismo económico con que espera crecer alrededor de 2% del promedio de los gobiernos neoliberales de los últimos 30 años, aunque a diferencia de ellos, sin cerrar el grifo a los programas sociales, incluso si la expansión fuera menor; y aun si persisten importantes carencias en educación y salud, donde hay retrocesos en los indicadores.
En ese modelo para armar necesitará de enorme equilibrio político para racionalizar la administración pública sin caer en la ineficiencia estatal, y combatir la corrupción en las instituciones que su antecesor dijo acabada, sin cumplir su promesa. La política de austeridad ya por segundo año puede disipar las “sorpresas” que Hacienda espera del crecimiento 2026; y la entrega de recursos directos a la población es insuficiente para avanzar contra la pobreza, que en el sexenio de López Obrador dependió sobre todo del aumento del salario ¿queda margen para seguir subiendo?
Ciertamente, el presupuesto es la mejor radiografía del poder y sus prioridades, y éste no es la excepción respecto a la política social a la que se destinara la décima parte del total de los 10.1 billones que se gastarán en 2026; o el pago de casi un tercio de los vencimientos de deuda este y el próximo año, junto con mayor endeudamiento por el rescate de Pemex, y 24% para pensiones. Pero la parte más incierta es el alcance de los ingresos para financiarlo, con un endeudamiento que superará por primera vez los 20 billones de pesos, aunque todavía sea un nivel manejable y menor a otros países; y la mejora tributaria con el combate a factureras, los aranceles a importaciones y la austeridad.
Las proyecciones pueden fallar; de entrada, por la incertidumbre externa, y después, por las limitaciones para persuadir a los empresarios nacionales de arriesgar sus inversiones en el país. Ahí está una de las mayores interrogantes del paquete: si refrendarán con sus inversiones el apoyo que dan en el discurso a la Presidenta. De eso dependerá en buena medida el modelo económico de Sheinbaum para 2026.
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