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Posiblemente a muchos les haya causado estupor, indignación o coraje la ceremonia propiciatoria de la lluvia efectuada ayer en el Senado en cuyo rito primitivo el rústico y supersticioso político oaxaqueño Adolfo Gómez — de Morena–, sacrificó una gallina a Tlaloc (quien no estuvo presente), como parte de una superchería extraída de la ignorancia del “México profundo”.
La información distribuida a hora temprana y extendida a través de las redes sociales y la red digital nos decía:
“…Este miércoles 24 de abril en el Senado de la República se llevó a cabo una ofrenda por el Día de la Lluvia (Tláloc), esto, a través del senador Adolfo Gómez del grupo parlamentario de Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) por Oaxaca; sin embargo, la indignación de decenas de personas vino cuando se dieron cuenta de que en la transmisión se sacrificó a una gallina.
Sin embargo, esa actitud no debería resultar extraña. Es propia del Movimiento Nacional de Regeneración Nacional. ¿O ya no recuerda nadie cuando se hizo un agujero en el suelo para pedirle permiso a la “madre tierra” para hacer el ecocida Tren Maya?
El 16 de noviembre del 2018 leímos esto:
“En el marco de un ritual cultural y multiétnico, con el que dio inicio la rehabilitación de la infraestructura ferroviaria para crear la ruta del Tren Maya, los pueblos indígenas pidieron a la Madre Tierra su anuencia para realizar esa obra a lo largo de mil 500 kilómetros. En el acto, el secretario para el Desarrollo Sustentable de los Pueblos Indígenas (sic), Emilio Ramón Ramírez Gutiérrez, explicó que la ceremonia es la combinación de lo divino con la Madre Tierra (in di moder), y es similar a la que realizan cuando empiezan el cultivo de sus tierras…”
Tampoco debería causarnos extrañeza esta muestra de hechicería gallinácea y magia ritual. Hace apenas unos días la “científica” señora Claudia Sheinbaum nos regaló una estampa inolvidable. Muy quieta y respetuosa, en una “limpia” con huevo en la frente.
Morena completa el circo y a veces el pan, pero no llena las presas.
Obviamente esa acción curativa y protectora nos recordó a todos la ceremonia inolvidable de la fiesta inaugural del actual gobierno, en la cual el presidente de México se arrodilló frente a un chamán envuelto en nubes de oloroso copal como confirmación de su acendrado compromiso indigenista.
Pero como las cosas nunca llegan solas y el ridículo grotesco se acumula, hace unos días el responsable de los medios públicos del gobierno, Jenaro Villamil, salió al espacio público con una camiseta de exacerbado machismo en la cual, junto a una calavera de la Santa Muerte, se decretaba como masculina perfección la imposibilidad de hablar mal del Gran Timonel. Seguramente Villamil sabe distinguir muy bien a los hombres de verdad.
Y su forma de lagotear al presidente recibió una bendición desde el Palacio Nacional: no hay que meterse en asuntos de la libertad religiosa, como si la playera misma y su divulgación lambiscona no fuera una forma de meter la religión en campos políticos. Además, para el Estado, la Santa Muerte no es una asociación religiosa en regla: en abril de 2005 la Secretaría de Gobernación canceló su registro.
“…En este caso (dice la información oficial), la asociación religiosa infringió lo dispuesto en el Artículo 29, fracción VIII de la ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, el cual establece como infracción desviar los fines de la asociación, de tal manera que pierdan o menoscaben su naturaleza.
“Lo anterior se determinó debido a que promovió entre sus feligreses el culto o devoción a la denominada “Santa Muerte”, hecho que fue reconocido por su representante legal, quien no logró desvirtuar la imputación que le hiciera un ministro de culto de su propia asociación, mismo que solicitó su baja argumentando que se realizaron cambios graves al objeto de la Iglesia Católica Tradicional…”