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Sí, todos queríamos un liderazgo honesto que generare la unión entre los mexicanos. Sí, todos queríamos acabar con la corrupción para que luego con la unión de todos desarrolláremos un mejor país. Sí, todos estábamos hartos de las mentiras para desenmascararlas y, con base en la verdad, construir el país que todos queremos. Sí, todos ambicionábamos ayudar a los pobres generando las condiciones económicas de crecimiento que hiciere atractivo a México para la inversión y crear más y mejores empleos. Sí, a todos nos indignaba la terrible desigualdad y deseábamos empezar a abatirla creando mejores condiciones para la competitividad para generar empleos y condiciones de trabajo que hicieren crecer el bienestar y las oportunidades de los asalariados. Sí, a todos nos provocaban nauseas las colusiones de los grandes magnates del país con los políticos, por lo que deseábamos que se aplicare cabalmente el Estado de Derecho para que todos tuvieren igualdad ante la ley y crear regulaciones asimétricas para eliminar monopolios y dominancias en los mercados. Sí, a todos queríamos un gobierno capaz y eficiente con servidores públicos de calidad y comprometidos a servir al país; pero, después de tres años en el poder del presidente que prometió acabar con todo eso, lo único que ha logrado es polarizarnos a los mexicanos, generando odio de manera cotidiana a través de sus mañaneras, y lo único que está logrando con sus impericias (es clarísimo que no sabe gobernar) y fobias, acabar con lo poco bueno que teníamos y que funcionaba, y desempeñarse pesimamente en las labores de gobierno.

Lo que realmente queríamos los mexicanos y esperábamos de este gobierno era un liderazgo que generara unión para hacer que México progresara, no queríamos tener a un liderazgo vengador que estuviera culpando de todos los males del país a los actores del pasado. Queríamos tener un liderazgo que construyera, que pusiera orden sí, pero no a una persona que destruyera todo lo que él no hizo, que desapareciera programas, destruyera fondos dedicados a través de fideicomisos, que repartiera dinero sin reglas de operación ni incentivara la productividad y la competencia.

Queríamos tener a un liderazgo que creyera en los mexicanos, no a un líder destructor y vengativo que considera como “adversario” a todo el que no piensa igual que él.

Nuestro presidente pudo haber dirigido a México hacia objetivos nunca vistos, si se hubiera dedicado a construir con amor hacia los mexicanos, pero se ha dedicado a generar odio y a denostar a los que no piensan igual que él, así como a dividir y a generar al maligno y destructor odio de clases, el odio racial y el odio a lo que, según él, no sea autóctono indígena, ignorando por completo nuestra cultura que tiene un enorme fondo hispánico e ignorando nuestro profundo mestizaje.

El presidente en lugar de juntar lo bueno que tenemos de las dos culturas existentes en México, quiere hacer prevalecer a una destruyendo a la otra.

El presidente en lugar de haber ejercido un liderazgo de comprensión, de cariño y respeto a la diversidad que representa nuestro país, se ha dedicado en hacer prevalecer lo que él considera como puro y sano, destruyendo y denigrando a lo que él considera como corrupto y malo.

El presidente ha sido un excelente promotor de sí mismo, ha desarrollado narrativas atractivas a la mayoría de los mexicanos, pero al tratarse de desplegar un gobierno efectivo, el presidente no delega, a nadie le tiene confianza, no ha desarrollado un liderazgo que empuje hacia delante, y no ha desarrollado un equipo de colaboradores sino de súbditos que no osan contradecir las ideas del presidente y se pelean entre sí para tener más poder y dinero.

Don Andrés Manuel, ha constantemente hecho cambios en su gabinete, creando una gran desestabilización en el gobierno. Se mete directamente en la selección de candidatos menospreciando a la base de su partido y a los liderazgos que se han desarrollado en él.

El liderazgo que ejerce el presidente no está acorde con su narrativa política. Hace todo lo posible para que esa narrativa promotora que ejerce jamás se cristalice en realidades, por una simple razón, el presidente lo quiere envolver todo y ha trabajado arduamente por destruir instituciones, por destruir el Estado de Derecho para concentrar todo el poder en su persona, no para hacer progresar al país, sino para eliminar todo lo que se oponga a su voluntad que está concentrada en atraer el poder sin límite alguno.

Presidente, mientras su gobierno no esté basado en el amor hacia los mexicanos generando la unión para progresar, sino en el amor a sí mismo promoviendo la división para que todo se concentre en usted. Así nunca va a lograr todo lo que ha prometido, y la realidad de su gobierno fracasado se ha de convertir en su mayor opositor a su mandato.