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Fue hace siete semanas.

En la euforia por el triunfo mexiquense con el aparato de Estado, el Presidente reunió el 5 de junio a las corcholatas, a los coordinadores parlamentarios y a gobernadores incondicionales.

Llevaba un documento con todas las instrucciones -Mario Delgado en primer lugar- sobre cómo deberían proceder los suyos para postular candidato a la presidencia.

Con un eufemismo para lograr el consentimiento del INE de Guadalupe Taddei y el TEPJF de Reyes Rodríguez Mondragón: Coordinador de los Comités de Defensa de la 4T.

Ya lo tiene.

En el restaurante El Mayor, flanqueado de izquierda a derecha por Marcelo Ebrard, Adán Augusto López, Ricardo Monreal y Claudia Sheinbaum- anunció el comienzo de la contienda una semana después y así se han desarrollado las campañas.

Casi como las ordenó: sin atacarse, con elogios a él y a su Gobierno, compromisos de continuidad y sin prometer cambios en la ruta política, económica y social del país.

El único disenso es de Marcelo Ebrard, quien tibiamente promete usar más tecnología para enfrentar la inseguridad, pero sin regresar al Ejército a los cuarteles ni formar ni fortalecer a las policías de prevención y ministeriales.

Entre las nuevas ideas está también la de Adán Augusto López, quien prometió reducir a los 63 años las pensiones a adultos mayores, lo cual profundizaría más la política de apoyo social.

SÓLO ELLA SE OPUSO

¿Pero qué sucedió aquel lunes?

Esta etapa -¿de precampaña, de simulación?- preveía debates entre las cuatro corcholatas y tres de ellas estuvieron de acuerdo: Adán Augusto López, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal.

Se opuso Claudia Sheinbaum.

El Presidente concedió y todos interpretaron ese gesto como una concesión abierta para la entonces jefa de Gobierno.

O como un proceso enfocado desde Palacio Nacional a fin de favorecerla y no exhibirla en red abierta porque en un tête à tête los malos parlamentarios exhiben sus debilidades.