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elcristalazo.com

A partir del pasado martes, la LXVI asamblea de los diputados del H. (parece burla) Congreso de la Unión, dejó de ser esa orgullosa invención del feminismo aparentemente triunfante pero falsificado de fondo: la Cámara de la paridad, la Cámara de las acciones afirmativas, la Cámara de la perspectiva de género y todas esas frases con las cuales se ha querido aprovechar la duplicación del sometimiento y el abultamiento de la feligresía.

Hace muchos años, cuando en los Estados Unidos se afincaban los derechos civiles, especialmente en el periodo de Lyndon Johnson, un mercadólogo inteligente hizo una campaña para vender cosméticos especiales para mujeres afroamericanas. “Black is beautiful”.

–Hemos hecho por las mujeres negras más que Martin Luther King. Él les dio integración social; nosotros las volvimos orgullosas consumidoras. Revlon, Max Factor, Elizabeth Arden y otras firmas, doblaron sus ventas por una sencilla razón: duplicaron su mercado.

Esa misma estrategia fue aplicada cuando China se abrió al mundo. Las mujeres orientales, cuyas negras cabelleras, eran motivo de simple orgullo, fueron incitadas a usar tintes. Un anuncio en Pekín exhibía a una hermosa china, con el uniforme verde del ejército maoísta; las guedejas lacias teñidas de rojo sobre los hombros, la Muralla al fondo, y un lema: “The Redvolution” y unos caracteres chinos con similar significado.

Los partidos políticos en México han hecho lo mismo: han aumentado sus bases con la inclusión femenina.

No como un acto de justicia; como una estrategia del mercado electoral. Mientras más ilusiones repartan entre la clientela femenina más crecerán sus padrones de afiliación con féminas de real vocación política o con advenedizas favorecidas a la larga por las serviles (ser viles) condiciones de una paridad artificial.

Por eso nacieron las célebres “Juanitas”; candidatas de alquiler cuyo triunfo electoral anticipaba su renuncia en favor de quien las había protegido y promovido solo para cubrir la apariencia de reivindicación mujeril.

Lo ocurrido en la Cámara, con la vergonzosa conducta de llevar el sometimiento al griterío de protección para Cuauhtémoc Blanco, es una etapa más de este “juanitismo”.

Ya no se les alquila mientras llega el varón, ahora se les mutila la voluntad. Se les compele a votar como parte del pago por favores ya recibidos (candidaturas, curules, oficinas, choferes, influencia, negocios, etc.) y se les convierte en marionetas militantes. Eso probaron ser.

Si antes el sistema sometía a los padres conscriptos a una disciplina con ribetes de ocasional ignominia, ahora subyuga (pone bajo el yugo del arado político) a las madres conscriptas, si se pudiera decir con una extensión un tanto arbitraria de otra de las ociosidades políticamente convenientes: el lenguaje incluyente.

Con las excepciones ya conocidas y cuya conducta merece respeto por su congruencia, las diputadas, especialmente de Morena –el partido del ya llegamos todas (sonora trompetilla)–, han hecho el más grande los ridículos de su ascendente carrera en la interminable ruta del “adelitismo”.

Mujeres cuya condición resulta útil para simular paridades, emergencias, ascensos en la ruta de los derechos de todos y de todas (y de todes, pa’cabarla) y en el fondo no son sino empleadas y pantalla para el afianzamiento de las necesidades de sus patrocinadores, protectores y cuidadores masculinos.

Ojalá ya no sigan por las calles cada 8 de marzo, mejor recuerden el 25 de marzo.

Por otra parte, en la sesión ya sabida, se saludaba con frecuencia a grupos de estudiantes invitados a presenciar el trabajo legislativo.

No se sabe si a esa tierna edad –parecían de secundaria, según veía el paneo del Canal del Congreso— sus maestros les habrán explicado los sucesos con detalle. Lo dudo. Más parecía un ameno día sin clases.

Pero si entre todos ellos hubiera uno solo capaz de entender el espectáculo, ya tendríamos en potencia un indignado para toda la vida.

Llevar estudiantes a contemplar esa pachanga feminoide, es de todas todas, un despropósito grotesco. Vaya enseñanza.

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de LINEAPOLITICA