Uno de los más grandes problemas que hay en México es la dicotomía que existe entre la cultura, muy nuestra, quizás heredada de los españoles imperiales y de los indígenas del Huey Tlatoani, de querer ser gobernados por una sola persona que nos resuelva todos nuestros problemas y nos guíe en nuestras vidas, y la de nuestro individualismo que nos impulsa a que nos dejen en paz haciendo lo que se nos pegue en gana. Por eso es difícil poner a los ciudadanos a trabajar concertadamente en acciones políticas, ya lo queremos todo cocinado.
Así las cosas, en relación con el comportamiento del gobierno federal con el manejo del presupuesto, el nulo crecimiento de la economía, el incremento exponencial de la inseguridad, la cooptación y asalto a los órganos del Estado para quitarle contrapesos al poder, y muchas otras cosas más que amenazan gravemente no solo a la estabilidad del país sino al bienestar y paz social de los mexicanos, mucha gente está esperando a otro mesías que aparezca de la nada a salvarnos de las garras de AMLO.
Temo decirles a mis queridos lectores que eso no va a pasar. Fenómenos como los de nuestro actual presidente son circunstancias que se generan en un pueblo como el nuestro que es fácilmente manipulable, aunque en nuestros días modernos, de altos niveles de comunicación se generan, por desgracia, fenómenos similares en innumerables países del mundo que nos están llevando a la senda de un desastre global.
Es por ello que, la solución política civilizada que tenemos los mexicanos, fuera que por un milagro nuestro presidente rectificara el rumbo, es la generación de un gran movimiento político organizado de abajo hacia arriba, pero para ello todos tenemos que trabajar.
Explico una posibilidad: México está dividido en 300 distritos electorales que sirven para la elección de personas que nos representen en la Cámara de Diputados del congreso de la Unión. Considerando que dicha Cámara se compone de 500 diputados, los 200 diputados restantes se eligen por las dirigencias de los partidos políticos en proporción al número de votos obtenidos por los mismos.
Así que, si lográramos, como mínimo, 251 de curules con diputados distintos a los de MORENA, lograríamos quitarle al presidente el control que actualmente tiene del Congreso, haciéndole un auténtico contrapeso a su ignominioso poder del que goza actualmente, pudiendo controlar el presupuesto de la federación, cuya aprobación es facultad exclusiva de la Cámara de Diputados, y desde el control del dinero de la federación poder cogobernar con AMLO por los tres años siguientes.
Sin embargo, para lograr esto, es necesario que los ciudadanos nos comprometamos a buscar, en cada distrito, los mejores liderazgos dentro de los muchos talentos de hombres y mujeres existentes en nuestra gran Nación.
Es claro, que los partidos políticos no pueden hacer esta gran movilización, ya que se encuentran la mayoría inmersos en sus propios intereses, consistentes en que sus dirigencias mantengan el poder dentro de sus partidos para repartirse las migajas que tienen.
Es por ello que, si los ciudadanos nos organizamos en nuestros respectivos distritos para concentrarnos en sacar a esos liderazgos que tenemos, podemos luego hacer que los partidos postulen a los mejores en las candidaturas a diputados en los 300 distritos electorales o sacar candidaturas independientes, formando coaliciones distrito por distrito, para que MORENA tenga a un solo contrincante por distrito.
Si logramos la mayoría que le arranque a MORENA el poder en la Cámara de Diputados para el 2021, tendremos la plataforma necesaria para que de ahí salga el próximo candidato que se enfrente al liderazgo de AMLO para las elecciones del 2024, con una base de ciudadanos capaces para formar un excelente gobierno que regrese a México a la senda de la democracia para el logro del bien común.