NÚMERO CERO/ EXCELSIOR
Cuando el nuevo gobierno de EU ordena parar el muro en la frontera, otra tapia podría levantarse para la cooperación bilateral, pero, esta vez, desde el lado mexicano. La nueva normalidad de las relaciones entre los dos países comienza con la frialdad y desconfianza de otras épocas, a pesar del ofrecimiento del presidente Biden de desterrar la política antiinmigración de Trump. Esos gestos, sin embargo, no parecen suficientes para relanzar la colaboración en narcotráfico y seguridad de una agenda común sometida hoy a la suspicacia política.
Una de las notas en México del cambio de poder en la Casa Blanca es la poca complacencia que suscita en López Obrador, a pesar de sus primeras acciones para revertir las draconianas políticas de Trump en la frontera. Algo que tendría que celebrar, más que sólo confiar en no confrontar con la nueva administración demócrata. Tampoco lo hizo con Trump, no obstante su obsesión por edificar un muro como símbolo de su política migratoria xenófoba, amenazas y agresiones hacia los mexicanos. Puesto así, ha llamado la atención la recuperación del discurso de la defensa de la soberanía como en las viejas épocas del choque de intereses bajo el paraguas del nacionalismo.
Una primera explicación es que con Trump lograba, a través de su relación personal, salvoconductos para las políticas de la 4T a cambio de acceder a sus exigencias migratorias, léase, por ejemplo, el acuerdo con la OPEP de 2020; mientras que Biden se apega a canales institucionales y diplomáticos de una agenda bilateral mucho más amplia y que incluye asuntos que afectan la política interna en energía y medio ambiente. Aunque mantendrá las mismas prioridades de seguridad nacional con México, como se ve desde el primer acuerdo con López Obrador para seguir con la contención del flujo migratorio en la frontera.
Pero no es sólo una cuestión de estilo de gobernar, refleja el cambio del terreno de juego y de la agenda bilateral. López Obrador se ha apurado a decir que “no hay ninguna amenaza contra México”, pero ello no significa que el gobierno de la 4T se sienta seguro con el golpe de timón de Biden en las políticas energéticas o el relanzamiento de la agenda de derechos humanos olvidada por Trump. Sobre todo, el fin de la era del provocador en la Casa Blanca que impone su agenda con el garrote comercial, se lleva al hombre malo que sirve para justificar decisiones como, por ejemplo, poner a la Guardia Nacional a frenar la migración o aceptar el programa Permanecer en México y convertirnos de facto en tercer país seguro.
Son conocidas las viejas cuentas de López Obrador con los demócratas por reconocer a Calderón en la elección de 2006, que ahora les recordó al ser el último en felicitar a Biden. Pero si la distancia sólo se debiera a apostar a la victoria de Trump, el pragmatismo daría para el acercamiento. Nada de eso explica la celeridad para dar carpetazo al caso Cienfuegos sólo ocho semanas después de recibir la investigación de la DEA o la urgencia por limitar a sus agentes para marcar nuevos límites a la cooperación bilateral. La respuesta defensiva y hostil a la colaboración en seguridad o drogas se alza como una muralla para proteger a la 4T de sus debilidades internas ya sin la justificación de la amenaza externa a políticas difíciles de digerir por sus bases.
En sus primeros decretos, Biden suspendió Permanecer en México y ofreció una reforma migratoria para dar la ciudadanía a 11 millones de indocumentados (5.5 millones de mexicanos), aunque los demócratas en el Congreso dudan de ella. No obstante, las prioridades de la seguridad nacional serán similares a las del pasado. Precisamente, López Obrador recordó esta semana que la edificación del muro empezó con los demócratas. La diferencia, en todo caso, es que la represión a las caravanas de migrantes ya no podrá exculparse con el mazo de Trump. Además de que tampoco podrá encajarse en el intercambio tácito por no interferir en los asuntos de política interna de la 4T. Esta es la razón de la débil sonrisa de López Obrador y el escueto mensaje de Twiter: “todo indica que serán buenas las relaciones por el bien de nuestros pueblos”, tras la primera llamada de Biden.