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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

La presidencia de Trump esta decida a imponer a México su paradigma contra las drogas y migración en un nuevo territorio indómito de la relación bilateral y en momentos de graves de riesgos geopolíticos globales. México es parte de una jugada mayor en la trama de la “guerra comercial” de EU para frenar el declive de su poder frente a China.

Las presiones para implantar su nuevo modelo conservador y proteccionista son notorias en los virajes de la estrategia de seguridad del gobierno de Sheinbaum, que sufre su agenda contra el fentanilo y la migración bajo el amedrentamiento de castigo arancelario y descarrilar el T-MEC. Ya no sorprende su estilo de negociar con puño de acero el déficit comercial con la exigencia como trofeos a capos de la droga o la expulsión del “enemigo” migrante para conservar sus lealtades electorales. Pero no por eso hace menos daño. Lo que sí genera interrogantes son los nuevos límites de la relación bilateral. Con poco más de un mes el poder, Trump ha sustituido el nearshoring por el “América Primero”, cambiado el nombre del golfo de México, empujado una frontera militarizada en ambos lados del río Bravo como no se veía desde hace un siglo, declarar terroristas a los cárteles y obtener la entrega masiva de capos mexicanos como premios codiciados para alimentar su discurso de “defensa” de EU.

Es un hecho histórico e inédito la entrega de 29 míticos “cabecillas” de los carteles, entre ellos la del Narco de Narcos, Caro Quintero, y otros delincuentes de alto perfil, como los fundadores de los Zetas. Dan cuenta de los cambios y los tiempos turbulentos por el desorden del nuevo modelo de EU en la era de Trump, hasta que su fuerza decaiga o se estabilice un nuevo patrón en la relación con México. Pero ¿cuáles son los pesos y contrapesos de los nuevos vínculos? ¿cada país asumirá la responsabilidad que corresponde en el combate a las drogas, el tráfico de armas o las adicciones? Se duda. En esta era de “órdenes ejecutivas”, golpes mediáticos, declaraciones e informaciones contradictorias, hay confusión sobre la naturaleza y límites de la cooperación. Sheinbaum ofrece pruebas de mayor colaboración en seguridad o migración para avanzar, cediendo. Pero por nuevos carriles, como indica el traslado de “extraditables”, sin un procedimiento de extradición y dudosa base legal, a juicio del Ejecutivo, que ninguno había usado antes. La justificación de la “excepcionalidad” en reos que purgan largas condenas, por el peligro de que los jueces los liberen, es inverosímil en la actual coyuntura comercial.

La expulsión “en caliente” no puede separarse de la urgencia de pasar el “examen” de Trump sobre los esfuerzos de México contra el fentanilo para detener los aranceles, a punto de aplicarse el 4 de marzo. Pero el hecho sienta un grave precedente ante otros posibles afectados, incluidos políticos vinculados con el crimen. El mismo Trump ha pedido investigar a los que pudieran beneficiarse del tráfico de fentanilo o de los migrantes, no obstante el discurso soberanista de Sheinbaum y el rechazo a la retórica expansionista con la que Trump impone sobrevuelos militares en territorio mexicano dentro de su plan de perseguir narcos como terroristas.

Aunque ni esa ofrenda o el también inédito desplazamiento del gabinete de seguridad para reunirse con Marco Rubio en Washington parecen “impresionarlo” lo suficiente para desactivar el castigo comercial; y ahora sólo queda el último recurso de una llamada de Sheinbaum para persuadirlo. En cualquier caso, los límites no son parejos y se imponen con la discrecionalidad unilateral de la fuerza, como enseña, por ejemplo, la militarización de la frontera o el mutismo a la solicitud de extradición de El Mayo Zambada que, según la FGR, fue pedida desde que viajo secuestrado a EU; o de menospreciar los resultados de Sheinbaum en seguridad para cumplir con su guerra contra el fentanilo con la detención de más de 11 mil narcos.

Lo único que parece claro en la era de Trump es su exigencia de que el núcleo central de sus políticas de seguridad o comerciales sean aceptadas sin cuestionar y menos confrontar, como ha optado por hacer Sheinbaum, con relativo éxito, para eludir el ataque y bullying que aplica a quienes no acatan sus designios.

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de LINEAPOLITICA