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La oposición no atina con la estrategia para empujar y capitalizar el golpe que la Presidenta ha propinado a las partes más podridas de su movimiento con el caso del huachicol fiscal y La Barredora. Al contrario, toma el camino equivocado al enfocar sus baterías en viejas vendettas contra López Obrador y su familia, aunque la acorralen y le sumen resistencias internas a la investigación.

El objetivo de desprestigiar a Morena y provocar un deslinde con su antecesor sigue una dirección fallida desde que la oposición se montó en ella durante la campaña y, luego, como desquite con la 4T y sus políticas tras la derrota en las urnas. Primero, porque como estrategia electoral rebajar su figura al de una marioneta no contó para su triunfo arrollador, y segundo, por la idea de que no podría gobernar sin quitarse la sombra del liderazgo de su antecesor ni apartarse de políticas que repudian con su corrimiento “al centro”.

Pero el distanciamiento de su plan de seguridad con los abrazos, no balazos y el hecho de que su mayor ataque en el sexenio no haya sido contra la oposición, sino contra mafias al interior de su movimiento desmontan esas ideas con que, otra vez, despliega una campaña de acoso sobre el “obradorismo”. Su diagnóstico es erróneo por partir de la vieja tradición del rupturismo sexenal cuando la 4T trabaja con una lógica diferente, que ve la unidad como condición de supervivencia ante enemigos, incluso más fuertes que ellos; y por la identificación con el proyecto como demuestra la profundización de sus reformas este sexenio y los cambios en algunas de sus políticas sin romper con su mentor político.

Les resulta contraproducente dado que obligan al gobierno a cerrar filas con López Obrador y sus hijos por la crisis del huachicol, así tenga que cargar con el cadáver político de Adán Augusto López, que deambula como líder de Morena en el Senado. Su posición es insostenible ante la investigación y proceso de su jefe de la policía en Tabasco, Hernán Bermúdez, que según las filtraciones de las indagatorias de la FGR organizó el cártel de La Barredora desde su gobierno. Pero ahora no lo dejan caer para evitar la percepción de debilitamiento y pérdida de cohesión de los liderazgos morenistas; una reacción que reposiciona a los grupos más reactivos a los cambios de la Presidenta.

La crisis del huachicol es el examen más difícil de la lucha anticorrupción que, a diferencia de su antecesor, Sheinbaum acepta no haberse acabado. Pero la idea de convertirla en macrojuicio al “narcoestado” dominado por el “cártel de Macuspana” —como le llama Alito Moreno— en una extensión de la campaña fallida del “narcopresidente” en la elección de Sheinbaum, y de cuya derrota aún no han logrado recuperar el rumbo, no obstante, la multiplicación de frentes en Morena con los escándalos de corrupción y alardes de nuevos ricos de prominentes liderazgos, incluido Andy López Obrador.

Esas estrategias no fortalecen a opositores que quieren posicionarse como último reducto de la defensa de la democracia, sino a la intransigencia al interior de Morena. Aunque podrían mermar la credibilidad de la promesa de Sheinbaum de “cerro tolerancia” contra la corrupción y debilitar su compromiso de ir a fondo en la investigación frente a poderosos negocios del huachicol donde se empoderan y ganan espacios grupos políticos con el financiamiento de campañas.

Sobre todo no toman en cuenta que sus planteamientos se identifican con los ataques de Trump al país, como exhibe la futilidad y descrédito de las denuncias de Alito en EU desde la quiebra que ha llevado al PRI. La desesperación por recuperar espacios conduce al error de creer que su opción es demostrar alguna capacidad de resistencia en espera de que los cambios vengan de EU, aunque de ahí puedan venir.

La guerra de Trump contra el fentanilo y su gobierno de fuerza para imponer el dictado proteccionista del “América Primero” pueden ser un revulsivo a las políticas de la 4T, como ya anuncian sus exigencias sobre la industria energética o alimentaria en la renegociación del T-MEC. Pero olvidan que el principal respaldo al plan de seguridad de Sheinbaum y aliado contra el huachicol es Trump, aunque su pragmatismo use seguridad y migración para presionarla en economía y el comercio.