Ahora que el barril de petróleo ha caído a valores negativos, es decir, el productor te paga para que te lleves su petróleo, se torna más que criminal que el gobierno siga apostándole a los hidrocarburos aventando recursos públicos que tanto hacen falta para el sector salud y para mantener fuentes de empleo. Espero que con esta caída estrepitosa de valor se pongan en suspensión las grandes inversiones que el gobierno quiere hacer con PEMEX, en sus refinerías y en la continuación de la construcción del proyecto de Dos Bocas.
El gobierno tiene el deber de proporcionar al pueblo bien común, cosa que no ha estado cumpliendo; por ejemplo: haciendo a un lado una gran parte de la Guardia Nacional a realizar labores de contención migratoria en el país, en lugar de dedicarla a las labores de seguridad para la cual fue creada. El gobierno no está cumpliendo con su misión en esta pandemia, de aplicar debidamente los recursos públicos a atender la salud y a resguardar la economía nacional protegiendo al empleo, a través de dar alivio fiscal y el apoyo financiero a las empresas para asegurar su subsistencia.
Esta caída del precio del petróleo, nos lleva a que nuestros ingresos petroleros se vayan a cero. Es decir, un bolillo vale más que un barril de petróleo.
Esperemos que con esta circunstancia se suspendan en definitiva las obras de PEMEX y que también se suspendan obras como las del Tren Maya, ya que, de lo contrario, el presidente y el Congreso estarían cometiendo una gran violación a su deber como gobernantes.
Lo más peligros de esta situación es que de continuar el presidente y los legisladores aferrados a realizar un proyecto electoral enfocado a entregarle dinero a clientelas políticas, en lugar de dedicarlo a salvar a los empleos del país, es que va a haber un gran deterioro en nuestra economía que causará gigantescas cantidades de desempleados, originándose una gran presión social que puede derivar en violencia generalizada.
Ante una situación de esta naturaleza, el peligro que tenemos, es que el gobierno reaccione con represión y con pérdida de libertades, caldo de cultivo ideal para la generación de una dictadura que pueda llegar hasta la suspensión de derechos humanos y generar un estado de sitio.
Yo percibo cada vez más una gran intolerancia de los apoyadores de AMLO hacia visiones distintas a las que percibe el presidente. Antes lo tachaban a uno de conservador, neoliberal, neoporfirista, derechista y prianista. Ahora lo declaran a uno como terrorista y traidor a la patria.
La descalificación de una visión política es válida, pero tildar a las personas como terroristas y traidores por no coincidir con una visión política es un radicalismo que está a un paso de la violencia. Esto es sumamente peligros y hace que me preocupe de sobremanera el estado de ánimo que se está generando en el país.
Me imagino cuando en áreas de la población empiece a ver hambre. Unos verán la dilapidación de fondos públicos en obras improductivas y caprichosas, pero otros verán que a unos les regalan dinero sin hacer nada y a otros les dan concesiones y contratos a manos llenas, mientras se colapsan los sistemas de salud y el encierro con hambre empiece a generar un estrés al máximo.
Pero, va a haber mucha gente que va a estar siendo alimentada de odio de que los empresarios, los de clase media que tienen sus viviendas bonitas y no usan transporte público y las personas que son profesionistas o dueños de pequeños negocios, pueden aún sobrevivir con sus reservas de ahorro, quieran destruir las políticas de AMLO. Todo esto alimentado por el presidente que en sus mañaneras le echará la culpa de todo esto a lo que él llama “neoliberales y conservadores”, provocando reacciones violentas en ambos sentidos.
Por todo esto, hay que pensar en cómo resolver el problema que tenemos siendo propositivos y evitando la confrontación estrechando lasos de solidaridad y fraternidad.