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El Partido Acción Nacional intenta convertirse en la única rabiosa oposición al gobierno de López Obrador. No admite planteamiento alguno procedente del gobierno en ciernes. Los dos decretos expedidos hasta ahora desde la Cámara de Diputados se han topado con el intento de bloqueo de parte de Acción Nacional, con el insostenible argumento de que se impide la discusión cuando la mayoría parlamentaria refuta en los debates las objeciones panistas.

En ambos casos (ley de remuneraciones y reformas a la ley orgánica de la administración pública), el PAN ha fracasado porque su número y sus precarias alianzas no le alcanzan ni siquiera para dilatar el proceso legislativo, pero eso mismo forma parte de la nueva estrategia opositora de los líderes panistas.

Convertir al PAN en una oposición dura, intransigente, golpeadora, reventadora, bloqueadora no será difícil cuando es la izquierda la que gobierna, a diferencia de cuando su primo, el PRI de la época neoliberal, ejercía el poder con la abierta colaboración del viejo partido de la derecha tradicional.

El punto relevante, por tanto, está ubicado en que el éxito de la nueva estrategia panista de oposición golpeadora depende por completo de los desaciertos, errores y fracasos de la nueva fuerza gobernante que está arribando. Así es que, en materia programática, Acción Nacional tendrá que echarse a dormir y esperar los tropiezos ajenos.

El PAN fue en sus mejores tradiciones un partido de propuestas, aunque por largos periodos haya perdido toda originalidad. Pero bajo la nueva estrategia de oposición dura, el PAN sólo resiste, aspira a que nada cambie por efecto del simple ruido político y la gesticulación.

Durante el proceso legislativo de las reformas a la administración pública, Acción Nacional no propuso ningún cambio a la ley vigente. Se limitó a exigir que todo quedara igual, en apego a las reformas hechas por Enrique Peña Nieto, esas sí con el apoyo de las bancadas panistas en el Congreso.

En el marco de una falta de debate del PAN en San Lázaro, el martes 13 de noviembre, la bancada blanquiazul se lanzó en contra de Andrés Manuel con la acusación de que es un dictador. El planteamiento no es exclusivo de ese partido pero los elementos de prueba del panismo se limitaron a que el presidente electo desea centralizar la administración pública, es decir, aquello que está centralizado por definición constitucional. Eso lo saben de sobra las y los legisladores panistas pero fingen demencia y se resbalan sobre su propia jabonadura.

El insulto como provocación puede suscitar cierto desorden en las sesiones camerales, pero no hubo en tales escarceos panistas ni siquiera ideas sueltas y mucho menos propuestas.

El escándalo puede dar ciertos resultados mediáticos pero sólo en algunos momentos, debido a que, como forma propagandística se agota pronto cuando no hay planteamientos nuevos.

Integrantes de las bancadas de Morena, PT y PS suponen que el PAN se está entrenando para llevar a cabo una provocación el 1 de diciembre, cuando Andrés Manuel López Obrador arribe a San Lázaro a rendir protesta como presidente de la República. Es posible que así sea, pero no se limitaría a ese día. Se trata de una nueva estrategia, la de la oposición frontal, la cual no es terreno donde el panismo haya hecho antes una experiencia.

Los líderes del PAN, tan necesitados de elementos de cohesión interna y de recuperación de imagen y prestigio, creen que es sencillo ser una oposición de choque porque nunca han sufrido un proceso de desgaste con dicha postura. Al cabo de algunos meses, el PAN empezará a debatir internamente si es “rentable” y “transitable” seguir en una oposición sin propuestas y continuar con la diatriba y la provocación.

La nueva mayoría en el Congreso va a seguir con las reformas. Si el PAN continúa sin presentar proyectos de cambio en aquellas leyes que Morena busca modificar y continúa con la pura descalificación, esa mayoría saldrá fortalecida en tanto que existe una inmensa mayoría ciudadana –votantes de todos los partidos– que está consciente de que cambiar es el único camino para buscar mejorías en el país.

El PAN empieza a pisar un escabroso terreno que nunca fue suyo, que desconoce y no puede alisarlo. La apuesta no sólo es arriesgada porque la desesperación la anima sino también es, esa sí, un peligro que puede provocarle nuevos y mayores tropiezos a ese vetusto partido de la derecha mexicana.