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elcristalazo.com

Aunque hay muchas leyendas e interpretaciones, la verdad nadie sabe de dónde viene la acepción de chayote para explicar las retribuciones disimuladas a los medios (en lo institucional o en lo personal a sus empleados) por parte de políticos, empresarios, artistas y demás.

En el mundo taurino, el gran Chopera se hizo famoso por lo abultado de sus “sobres”, con los cuales ayudó al crecimiento de la leyenda de muchos toreros.

La mejor recomendación en este sentido, la hizo un inolvidable amigo mío quien dejó para la historia la infalible receta sobre cómo comportarse frente a la dádiva, el sobre, la “payola” o el embute, también así conocido. Se lo preguntó alguien durante una charla en la escuela de periodismo Carlos Septién.

—¿Usted qué opina del Chayote?, le dijo la aspirante a periodista.

—Pues si no te corrompe, agárralo.

Hoy la cucurbitácea (Sechium edule) se ha puesto de moda, al menos en el discurso político, porque los bien portados han puesto sucesivos gritos en el cielo porque el gobierno gasta sin ton ni son cientos de miles de millones de pesos en pagar anuncios en los medios, lo cual —dicen— es una forma disimulada del soborno; por lo cual nadie sabe cuánto, a quién ni por qué.

No están contra el gasto, pero quieren saber del son y del ton.

Frente a ese dispendio no se pronuncian por acabar con la gastadera, sino por reglamentarla, con la secreta esperanza de satisfacer requisitos generales para ellos pasar de críticos a beneficiarios. Quieren agarrar sin corromperse.

Obviamente en ese alegato han recurrido a los oficios de la Judicatura, pues a partir de un amparo, sustentado en la defensa de la libertad de expresión (lindo suena eso), la Suprema Corte de Justicia —alcahueta y comprensiva ella—, le ordenó al Congreso legislar con fecha límite, so pena de acusación por infame desacato, un reglamento largamente aplazado.

El Congreso, obsecuente y disciplinado, acató la orden de la Corte y legisló como le vino en gana, pues a pesar de habérsele impuesto criterios (o haber intentado imponérselos, es mejor) de legalidad, equidad y quién sabe cuántas cosas más (en concordancia con el solicitante del Amparo, una transnacional de los Derechos Humanos llamada Artículo19), hizo las cosas como las pudo hacer o como le vino en gana y ahora ya tenemos promulgada la Ley de Comunicación Social, la cual ha sido bautizada por los críticos como la Ley Chayote, cuya vida será efímera si el siguiente gobierno atiende los empujones del buen comportamiento y la corrección democrática.

La ley entrará en vigor el primero de enero del 2019, cuando ya esté en funciones el nuevo presidente, quien podría —si de verdad este asunto es tan necesario de remediar—, enviar una iniciativa, quizá preferente, para derogar el mamotreto y hacer otro. Vamos a ver si es lo mismo dormir y roncar.

Quien llegue al Poder Ejecutivo tendrá como antecedente la no reglamentada —pero sí usada y hasta abusada— inversión en propaganda. Todos han incurrido en esta práctica.

Lo hizo Anaya en Querétaro (como aduana entre el gobernador y los medios) en la Cámara de Diputados de la cual fue presidente; lo hizo Meade en sus diferentes puestos y no hay nada excepcional en el caso de Andrés Manuel. Durante su gobierno en esta capital, no recibían publicidad en cantidades iguales La Jornada o Reforma, por no personalizar las cosas ni hablar de La Crónica.

Los políticos tienen sus medios y sus fines. También sus medios afines. Negarlo sería estúpido. Aceptarlo, ignorante.

Si en verdad esta ley ya promulgada, y frente a la cual volvió el griterío, es tan nociva, pues la pueden echar abajo en un dos por tres. Podrán reiniciar el camino de la Corte y al no haberse satisfecho los requerimientos del amparo, el ministro Zaldívar podría continuar su trayectoria con pasos subsecuentes.

Muchas cosas se pueden hacer. Lo único imposible ahora será cambiar las cosas con la ley como está. Ni siquiera hay materia para aplicarla. Los contratos están hechos y los presupuestos cerrados.

El gobierno está pensando en muchas cosas, pero ya no tiene preocupación por el gasto suntuario ni por el gasto necesario. Ya se va.

Ahora los vientos del cambio nos van a llevar a terrenos desconocidos. Aun si gana Meade, el cambio en todos los terrenos, no nada más en éste, es imperioso. Vamos a ver si en verdad hay, por fin, una política clara de comunicación social.

Si el futuro gobierno, sea de quien sea, decide abandonar el subsidio a los medios y la premiación de los suyos y el estrangulamiento de los adversarios.

Pero una cosa nunca veremos: medios sin publicidad. Sería como pedir publicidad sin medios.

ENCUESTAS

Hoy las encuestas, herramientas de la sociología en tanto analizan las tendencias en el comportamiento de una sociedad, son como dijo Umberto Eco de los propios sociólogos: van a un estriptis y en lugar de ver a la muchacha desnuda, miran al público.

Ya comenzó lo inevitable: acusar a los mensajeros por el contenido de sus mensajes. “Cuchareo”, sorpresa inducida, manipulación. Era obvio. ¿Y la encuerada? Baile y baile.

rafael.cardona.sandoval@gmail.com
elcristalazouno@hotmail.com