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El dirigente de la CATEM reivindica su cercanía con Claudia Sheinbaum, defiende su respeto por López Obrador y aclara su relación con Monreal y Adán Augusto, sin renunciar a su independencia sindical
El dirigente de la CATEM habla sin rodeos de su relación con la presidenta Claudia Sheinbaum, de sus coincidencias y diferencias con Andrés Manuel López Obrador, y de sus vínculos con dos figuras clave del movimiento: Ricardo Monreal y Adán Augusto López Hernández. Asegura que su compromiso con la Cuarta Transformación no implica subordinación y que su fuerza política no depende de nadie. Cita a Cervantes para responder a sus críticos: “Los perros ladran, señal de que cabalgamos”
II y última parte
En su oficina en San Lázaro, el diputado federal Pedro Haces Barba, dirigente de CATEM responde con firmeza. Asegura que su relación con la presidenta Claudia Sheinbaum es de “respeto mutuo”. También habla del expresidente Andrés Manuel López Obrador, y de sus vínculos con dos figuras clave del movimiento: Ricardo Monreal y Adán Augusto López Hernández.
No rehúye los nombres ni las versiones que circulan en los pasillos del poder. Su tono se mantiene sereno, pero cada frase parece calibrada. No improvisa: habla como quien ha aprendido que, en política, la palabra mal dicha pesa más que el silencio.
Mientras hojea un informe sobre la situación laboral en México, subraya con un lápiz algunas cifras y comenta que la política “no se entiende sin resultados”. No parece interesado en las maniobras partidistas, sino en los números: crecimiento, productividad, empleo formal. Dice que su mayor desafío es mantener la independencia de la CATEM frente a los grupos de poder que buscan domesticarla.
—La autonomía no se negocia —advierte con voz baja, pero firme—. Es el principio que nos diferencia.
Le menciono que, según algunas versiones mediáticas, él no figura entre los afectos de la presidenta Claudia Sheinbaum y que ciertos sectores lo consideran incluso un aliado incómodo dentro del movimiento.
—He leído en algunas notas periodísticas que, en los corrillos políticos, se dice que está lejos de los afectos de la presidenta —le comento. Él sonríe con mordacidad y suficiencia.
—¿Quién dice eso? —pregunta de inmediato y responde sin dudar:
—Mira, aparte de tenerle afecto y cariño, ese respeto es mutuo. Ella es una mujer de primera, y quiero decirte que con la presidenta tengo una muy buena relación.
Cruza las manos y su voz se vuelve más grave:
—No me inquietan esos rumores. En mi caso, en el Legislativo, en las tomas de decisiones, sabes que te van a atacar cuando trabajas todos los días, y sobre todo, cuando triunfas y logras cosas. Y te van a atacar, porque quisieran triunfar y lograr lo que uno consigue.

Hace una pausa. Luego agrega:
—Cuando tienes una familia —y yo tengo 43 años con mi esposa, dos hijos maravillosos—, te das cuenta de que, en este país, lamentablemente, muchos piensan que hay que chingar al que crece, chingarse al que trabaja, al que triunfa. Creo que, en lugar de ser líderes cangrejos, lo que deberíamos hacer es impulsar a todos aquellos que hacen el bien.
—¿Y usted se considera uno de los que hacen el bien? —le pregunto.
—Soy un hombre que, desde que se levanta hasta que se acuesta, hace el bien. Pero claro, eso le molesta a quienes no lo hacen.
Entonces, con un destello literario inesperado, cita de memoria un pasaje de Don Quijote de la Mancha:
—Decía mi querido y admirado Miguel de Cervantes Saavedra, cuando Sancho le pregunta: “Señor, ¿por qué ladran los perros?”, y el Quijote le responde: “Señal de que vamos a cabalgar”. Así pasa en la vida.
—¿Y a usted le ladran mucho? —le pregunto, medio en broma. Haces ríe, y responde con calma:
—Mucho. Pero si ladran, es por eso, porque vamos avanzando.
Luego añade, con tono más distendido:
—El que camina, hace ruido; el que no, se queda callado.
Rompe el silencio con una sonrisa breve y agrega:
—Yo no necesito estar todos los días en Palacio Nacional para que se me reconozca. Mi trabajo se ve en las urnas, en los contratos auténticos, en la defensa de los trabajadores. Mi relación con la presidenta es institucional y de respeto. Además, ella no necesita aduladores, sino aliados que trabajen.
Esa respuesta parece un mensaje calculado. No hay distancia, pero tampoco subordinación. Sabe que el poder presidencial tiene su propia órbita y que Sheinbaum gobierna con un estilo distinto al de López Obrador: menos carisma, más método. “Ella no improvisa —dice después—. Planea, escucha, decide. Eso le da autoridad”.
Luego, retoma los desafíos generacionales en la organización sindical que encabeza. Subraya que los jóvenes y las mujeres son ya el bastión en la CATEM. Tenemos once mujeres en carteras nacionales y seis al frente de federaciones estatales. No es cuota, es capacidad —reitera.

En su caso, reelecto para un tercer periodo, promete que este será el último porque “la renovación es necesaria” y advierte también que el sindicalismo mexicano debe prepararse ante los retos tecnológicos:
—La inteligencia artificial y la robótica ya están aquí. Los trabajadores deben capacitarse; las máquinas no se hacen solas —dice.
Recuerda su impulso a la Ley de Propinas, que prohíbe cobrar cristalería o cubiertos a los meseros. “Las propinas son sagradas”, dice. También menciona la iniciativa que garantizó salario mínimo a los despachadores de gasolina:
—Durante años vivieron sólo de propinas, sin prestaciones. Hoy tienen vivienda y seguridad social.
Agrega su impulso a la Ley de Plataformas Digitales, que reconoció derechos laborales a repartidores y choferes de aplicaciones “que no eran socios, sino empleados sin derechos. Ahora tienen prestaciones”.
La política, las lealtades y las distancias
Cuando se le pregunta por sus vínculos políticos, Pedro Haces no esquiva los nombres que han marcado la dinámica interna del poder. Ricardo Monreal y Adán Augusto López Hernández aparecen inevitablemente en la conversación. Habla de ambos con cautela y firmeza: sin desmarcarse, pero dejando claro que su identidad no depende de nadie.
—En algún momento de nuestra charla ha surgido el nombre de Ricardo Monreal, sobre todo, por su viaje a España, donde se dice que estuvieron juntos —le digo—. Hablaba usted de su amistad, de su cercanía con él, pero no me ha dicho más.
—Él es mi compadre y mi hermano —responde sin dudar.
—¿Hasta qué punto depende su fuerza política de esa unión?
—Mi fuerza política proviene y depende sólo de la base. Ricardo Monreal tiene mi mayor respeto y afecto. Es nuestro coordinador en la Cámara de Diputados, pero la fuerza de Pedro Haces viene de afuera, no de la Cámara de Diputados, ni es producto de mi relación fraterna con Monreal.

Su lealtad a Monreal no es reciente. Se conocieron en tiempos en que pocos apostaban por el hoy senador. Compartieron iniciativas laborales y defendieron juntos la reforma de 2019. “Es un político con temple y visión —dice—. No siempre coincidimos, pero sí nos respetamos”.
Sabe que el tema Monreal divide simpatías dentro del movimiento, pero no lo oculta.
—Y en ese mismo sentido, ¿cómo definiría su relación con Adán Augusto?
—Adán Augusto merece mi respeto —contesta—, aunque no puedo decir que sea mi gran amigo como lo es Ricardo. Es un hombre al que conozco, que tiene mi estima, como también él lo tiene en mí. Nada más.
—¿Y no cree que los ataques que ha recibido Adán Augusto en los últimos meses debilitan a Morena?
—Eso habría que preguntárselo a él y a Morena —responde—. Yo soy un hombre que desde hace muchos años me sumé al movimiento, porque simpatizo con la transformación de México que impulsa Andrés Manuel López Obrador. México necesitaba un cambio. Hoy soy diputado federal y fui senador de la República, pero en carácter de “externo”. Pertenezco a la bancada de Morena, más no soy miembro activo del partido. Soy catemista, muy orgulloso de serlo.
Hace una breve pausa antes de matizar:
—Repito, no soy morenista. Soy catemista, nada más. Y soy simpatizante del movimiento de la Cuarta Transformación; comulgo con él. Apoyo, respeto y admiro a mi presidenta. Tenemos una presidenta inteligente, que lleva una relación bilateral con Estados Unidos de maravilla. Ahí están las cifras y los tiempos que le hemos ganado al tema arancelario. Eso es porque tenemos una presidenta que ve de frente y está bien plantada.
Haces observa que dentro de Morena hay distintas corrientes, “algunas más leales, otras más ruidosas”, pero sostiene que la fortaleza del movimiento está en la unidad. “El adversario no está dentro, está fuera”, dice. Y subraya: “si algo aprendí en la política es que la lealtad no se declama, se demuestra”.
Lealtad sin sumisión: la relación con López Obrador
El nombre del presidente Andrés Manuel López Obrador aparece inevitablemente. Pedro Haces lo menciona sin titubeos, con respeto, pero sin sometimiento.
—Con él tengo una relación de respeto y gratitud —responde—. Es un hombre que cambió la historia del país y devolvió dignidad al trabajador. Yo he coincidido con él en muchas causas, pero no dependí de su aprobación. No busqué, antes, ni ahora, palmaditas ni bendiciones. Lo que realmente busco es que la transformación llegue también al mundo laboral.

Hace una breve pausa y prosigue, más enfático:
—López Obrador abrió el camino de la Cuarta Transformación, pero esa transformación no se sostiene sin un sindicalismo moderno, limpio y transparente. Yo no soy un político que pide, soy un dirigente que trabaja. No tengo que andar tocando puertas para que me tomen en cuenta.
—Pero hay quienes dicen que el sindicalismo de la 4T aún está por definirse.
—Pues sí, porque todavía hay quienes creen que ser sindicalista es vivir del trabajador. Yo no vivo de eso. Como te dije, tengo empresas desde antes de ser dirigente, y eso me da libertad. Esa es la gran diferencia con los líderes del pasado.
Se inclina ligeramente hacia adelante y cierra la idea:
—Mira, el presidente López Obrador fue muy claro: “primero los pobres”. En la CATEM decimos: “primero los trabajadores”. Es la misma causa, pero desde nuestra trinchera. El obrero no quiere dádivas; quiere respeto, voto libre y salario digno. Si logramos eso, estamos cumpliendo con el mandato moral de la 4T.
Haces recuerda que cuando impulsó la reforma laboral en 2019 muchos lo consideraron un disidente. “No lo era —aclara—. Simplemente pensaba diferente. El sindicalismo no debe servir al gobierno, sino al trabajador”.
Dice que el gran reto del país es consolidar los derechos sin frenar la inversión. “México no puede vivir del conflicto, sino del equilibrio”, explica.
Antes de terminar, vuelve sobre el tema presidencial:
—Andrés Manuel López Obrador hizo historia. Claudia Sheinbaum está haciendo gobierno. Son dos etapas distintas, pero complementarias. La transformación necesita continuidad, no fanatismo.

Epílogo
La entrevista finaliza. Con un gesto que sintetiza su carácter, Pedro Haces se levanta, ajusta su saco y estrecha la mano con fuerza. Ciertamente no parece un hombre que busque palmadas en la espalda, ni aplausos fáciles. Se le nota. Afuera de la espaciosa sala de reunión, a esta hora del mediodía en San Lázaro, lo aguardan asesores, operadores y un par de diputados que lo saludan con deferencia.
Después de la charla, el líder parece más reflexivo que desafiante. Se despide amable, con fuerte apretón de manos. Me toma del brazo y me dice casi al oído, como en confidencia:

—Ya te dije que el que camina, hace ruido y el que no, se queda callado. Y ya ves, yo sigo caminando.
