Gran molestia mostró el inquilino de Palacio Nacional al referirse a la calificación que la empresa del estado, Petróleos Mexicanos (Pemex) recibió por parte de Fitch Rating, donde esta a un grado de ser simplemente una empresa de poca confianza para inversionistas que quieran comprar papeles de deuda emitidos por la petrolera
Manifestó que esas empresas calificadoras no deberían existir, tratando de excusar que Pemex ha sido mal administrada desde hace varios años, pero en este sexenio ha sido donde mayor cantidad de recursos se le ha aplicado a la empresa y sigue mostrando números rojos, algunos analistas afirman que se acerca al billón de pesos, los recursos que se han aplicado para intentar hacer de Pemex una empresa con finazas sanas.
La molestia del tabasqueño, quizás sea porque esto pone a la vista de los mexicanos su incapacidad de priorizar el presupuesto para generar riqueza y crecimiento económico, y solo se ha abocado a tratar de revivir a un muerto sin que de resultados, y los mal pensados señalarían que será el barril sin fondo de donde se han sacado recursos para el apoyo de algunas campañas políticas o para el beneficio de un reducido número de personas que ahora se presentan como empresarios en el país.
Lo que es real, es que esta obsesión del tabasqueño de apuntalar a Pemex como la primera empresa productiva del estado, nos ha costado demasiado dinero, que si se hubiera, este termino realmente no existe, aplicado esos recursos a los sectores productivos tendríamos una mayor capacidad agropecuaria o industrial creando con ello productividad pero también un gran número de fuentes de empleos formales en el país, generando una economía circular a favor del crecimiento y desarrollo económico.
Pero esto no lo ha entendido el tabasqueño quien ha sostenido a su paisano, Octavio Romero Oropeza, al frente de la dirección de Pemex, aun con malos resultados en estos cinco años.
Se le ha olvidado al López Obrador que es el presidente de todo un país y no líder de un grupo únicamente, que debe buscar entregar buenas cuentas al país, si es que quiere continuar en su proyecto, que permitir que la corrupción y la impunidad sea su carta de presentación.
México no puede ser rehén del interés de los grupos políticos, como lo era antes, sino crecer y desarrollarse a favor de la mejor calidad de todos, México requiere un estadista y no un líder espiritual o de un grupo político que busca solo beneficiarse a costa de la pobreza de todos.
De insistir inyectando grandes cantidades de dinero a Pemex y a sus obras que no ofrecen verdadera utilidad publica, serán los últimos clavos en el ataúd de Morena para los comicios del 2024