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Este jueves, la revista Time en su sección IDEAS/WORLD AFFAIRS publicó un artículo titulado “The Tragedy of Mexico’s Election” (La tragedia de las elecciones en México) bajo la firma del analista Alex González Ormerod, abordando la situación de las próximas elecciones del domingo 2 de junio. Él es fundador de The Mexico Political Economist, una publicación semanal que cubre la política y los negocios en México. Su experiencia se extiende a la escritura sobre política, cultura y economía mexicanas para diversas publicaciones como Americas Quarterly, Whitepaper, Rest of World e Hyperallergic.

En su artículo, González Ormerod asegura “que sea una conclusión inevitable que Claudia Sheinbaum será la próxima presidenta de México es una tragedia para la democracia mexicana”. No se lo discuto, es muy probable que su hipotético triunfo pudiera calificarse así, y su punto de vista es respetable; empero, más allá de su razonamiento, lo cuestionable es que él basa su argumento en lo que algunos consideran una diferencia abismal entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, sustentándose en los resultados de las casas encuestadoras que predicen una supuesta ventaja de al menos 20 puntos de la candidata oficialista sobre la opositora.

Las elecciones en México siempre han sido un tema de gran controversia, y la actual contienda no es la excepción. González Ormerod, plantea una narrativa que da por hecho la victoria de Claudia Sheinbaum basándose en encuestas que la muestran como la favorita.

Basada en ellas, afirma que Sheinbaum lidera la mayoría de ellas, con un amplio margen de dos dígitos. Sin embargo, es crucial cuestionar la credibilidad y la independencia de estas encuestas, ya que muchas de ellas de forma poco ética se han puesto al servicio de intereses específicos y no necesariamente reflejan la verdadera situación política del país. Es importante destacar que muchas de estas evaluaciones del comportamiento electoral fueron realizadas por empresas que tienen vínculos estrechos con el actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Esta relación pone en duda la imparcialidad de los resultados presentados. No podemos ignorar que en un contexto político tan polarizado como el de México, la manipulación de datos puede ser una herramienta poderosa para influir en la percepción pública.

El analista menciona que la mayoría de los mexicanos no adoran al gobierno actual, sino que simplemente no se les ha ofrecido una alternativa decente. Este punto es crucial, ya que refleja una realidad palpable: la oposición en México ha estado fragmentada y desorganizada, lo que ha permitido que Morena y Sheinbaum capitalicen sobre esta debilidad. No obstante, esta situación no debe interpretarse como un respaldo absoluto al gobierno de Morena, sino más bien como una falta de opciones viables para los votantes.

Otro aspecto problemático del artículo de González Ormerod es la percepción de los analistas extranjeros sobre el panorama electoral mexicano. Muchos de ellos tienden a confiar ciegamente en las encuestas sin considerar el contexto político y social en el que se realizan. La realidad es que las encuestas pueden ser fácilmente manipuladas para favorecer a ciertos candidatos, y los analistas deben ser más críticos y cautelosos al interpretarlos.

Es un error asumir que la victoria de Sheinbaum es inevitable. Las elecciones del próximo domingo aún están por definirse, y muchos factores pueden influir en el resultado final. Desde movimientos estratégicos de última hora por parte de la oposición hasta cambios en la opinión pública provocados por eventos inesperados; el panorama electoral puede cambiar drásticamente en cuestión de días e incluso horas.

De ahí que la percepción de que Claudia Sheinbaum será la próxima presidenta de México basándose únicamente en encuestas es una visión potencialmente engañosa. Es vital cuestionar la fiabilidad de estas encuestas y considerar el contexto más amplio en el que se realizan. Finalmente, la verdadera tragedia no residiría en la probable victoria de Sheinbaum, sino en la falta de un análisis crítico y objetivo sobre el proceso electoral.

Las elecciones del próximo domingo aún pueden deparar sorpresas, y es responsabilidad de los analistas y periodistas proporcionar una visión equilibrada y bien fundamentada de la situación política en México.

Por ejemplo, González Ormerod critica la campaña de Xóchitl Gálvez y la Alianza por México, argumentando que no han logrado producir una plataforma coherente. Sin embargo, esta visión pasa por alto un punto crucial: la ciudadanía ha visto en Gálvez una figura que representa un cambio real, alguien que ha emergido de las filas de la gente común y no de la élite política tradicional. La decisión de ciudadanizar su candidatura ha resonado profundamente con el electorado, demostrando que los votantes buscan líderes que entiendan sus preocupaciones y necesidades diarias.

Su artículo también menciona que Gálvez y su coalición han recurrido a tácticas de campaña negativa debido a la falta de un programa claro. No obstante, este enfoque puede interpretarse como una respuesta natural a la desilusión con los partidos tradicionales y sus promesas vacías. La crítica de la Alianza hacia Morena —aunque pueda parecer un ataque desesperado—, refleja la frustración de una parte significativa de la población que siente que sus voces no han sido escuchadas bajo el actual gobierno.

El articulista señala la falta de coherencia en la plataforma de la oposición, pero es esencial reconocer que la política es dinámica y las estrategias deben adaptarse continuamente. Gálvez ha buscado diferenciarse no solo atacando a Morena, sino también presentando propuestas innovadoras que, aunque puedan parecer fragmentadas, apuntan a un enfoque más inclusivo y participativo.

En lo concerniente al supuesto impacto del Movimiento Ciudadano (MC) en las encuestas, como menciona González Ormerod, aunque modesto, subraya la apertura del electorado a considerar opciones fuera del binomio Morena-Alianza por México. Sin embargo, es importante destacar que MC, como partido político, ha demostrado ser una entidad que ha servido más para que sus dirigentes hagan negocios al amparo de la política, en lugar de ofrecer soluciones reales a los problemas del país. Su constante cambio de posturas y la falta de una visión clara han minado su credibilidad entre los votantes y eso lo veremos en los resultados electorales.

Lo cierto es que la situación actual refleja una encrucijada para la democracia mexicana. Mientras algunos ven en Sheinbaum una continuidad necesaria, otros buscan desesperadamente una alternativa que rompa con el pasado reciente y ofrezca una nueva dirección para el país. Las encuestas pueden indicar tendencias, pero no deben ser vistas como predicciones definitivas.

Considero fundamental que los periodistas y analistas mantengan una perspectiva crítica y objetiva. Las elecciones no solo determinan quién ocupará la presidencia, sino que también definen el rumbo de la nación. La responsabilidad de los medios es proporcionar una cobertura que refleje fielmente la complejidad del escenario político, evitando simplificaciones que puedan distorsionar la percepción pública y contribuir a una democracia más robusta y transparente.

Como último punto, estimo que más allá de los resultados electorales del próximo domingo, —y creo que los analistas no lo han tomado en consideración, por abulia, desinterés o falta de agudeza mental—, sería interesante explorar cómo la alianza entre PRI, PAN y PRD podría constituirse, sin habérselo propuesto de esta manera, en un camino hacia el bipartidismo en México.

Este bloque, que se ha unido en contra de Morena y López Obrador, podría evolucionar en el futuro para presentarse como una oposición sólida y consistente. Al estilo de los sistemas bipartidistas como el de Estados Unidos, esta alianza, a futuro, podría consolidarse y ofrecer una verdadera alternativa al oficialismo de Morena, obligando a ambos bandos a definir y defender sus posiciones con mayor claridad y profundidad. Este proceso de consolidación política podría ser muy beneficioso para la democracia mexicana, promoviendo una mayor competencia y transparencia en el ámbito electoral.