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Ahora escribo sobre el gobierno de Enrique Peña Nieto (EPN), al cual considero como punto focal de la circunstancia en que ahora nos encontramos en México que nos trajo al gobierno del presidente López.

El gobierno de Calderón tuvo un terrible desgaste derivado de la gran campaña brillantemente orquestada por el PRI y muchos medios de comunicación que añoraban las mieses que el viejo régimen priista les había concedido en el siglo pasado, y con la enjundiosa oposición que siempre tuvo con la izquierda mexicana, entonces protagonizada por el PRD, el Partido del Trabajo (PT) y Movimiento Ciudadano (MC), cuyos integrantes eran los más radicales fieles seguidores del ahora presidente.

La oposición de Calderón centró su combate en lo que llamó “la guerra de Calderón”, que fueron las acciones de ejercicio de fuerza pública, empezando en el estado de Michoacán, cuyo gobernador Cárdenas Batel (hijo de Lázaro Cárdenas, el candidato presidencial que perdió una muy discutida elección, con Salinas de Gortari), le pidió la intervención en su estado de las fuerzas federales para combatir la gran penetración que el crimen organizado ejercía en su estado.

En efecto, después de muchos años de tolerancia y complicidad de los gobiernos del PRI durante el siglo XX, e ignorancia del tema por parte del gobierno de Fox, los niveles de crecimiento de los criminales, principalmente involucrados en el trasiego de droga a los Estados Unidos y la trata de personas, crecieron de una manera intolerable. Calderón decidió tomar el toro por los cuernos y combatirlos.

Al principio de esta lucha, al disrupcionarse los balances existentes entre los carteles criminales competidores y verse impedidos los flujos de droga hacia Estados Unidos, los carteles empezaron a enfocar sus actividades delictivas en sus localidades, generándose una escalada tremenda en el crecimiento de los delitos de extorción, cobro de piso, secuestros y se fomentó el narcomenudeo.

Lo anterior generó un rechazo social, que fue aprovechado por la oposición a Calderón, impulsado por los medios de comunicación en la nómina de los gobiernos de los estados y el del Distrito Federal, que no solo gozaban de grandes recursos fiscales que Fox les había otorgado sin control alguno, sino que también eran mayoría en las entidades federativas.

Lo anterior le valió la derrota al PAN en los comicios de 2012, que combinada con un pésimo manejo de las fuerzas del PAN por parte del presidente Calderón y sus seguidores, devengó en una torpedeada campaña presidencial de Josefina Vázquez Mota desde Los Pinos, cuya candidatura no era la favorita de Calderón.

EPN derrotó fácilmente al PAN y al PRD que había postulado a López, con una campaña apoyada fuertemente por Televisa, fincada en un hollywoodezco romance de telenovela de EPN con la “Gaviota”, Angélica Rivera, impulsada por el Grupo Atlacomulco del PRI del Estado de México.

Al entrar al gobierno, EPN y su gabinete negociaron con el PAN y el PRD realizar las reformas estructurales que la oposición sistemáticamente le había negado al PAN durante los 12 años que estuvo en el poder, a través del llamado “Pacto por México”.

El PAN, con la conducción de su presidente nacional, Gustavo Madero Muñoz, generosamente concedió su anuencia, para hacer la reforma de telecomunicaciones, educación, competencia económica, financiera, energética, de transparencia, del sistema nacional anticorrupción, excepto la reforma laboral que promovió Caderón con una iniciativa preferente que la consensuaron con el PRI y la fiscal, que hizo que el PRI y el PRD rompieran el pacto con el PAN.

Aunque las reformas, salvo la fiscal, era lo que México necesitaba, la conducción del gobierno de EPN fue nefasta por el desboque de corrupción que tuvo y la pésima implementación de las reformas (con excepción de la energética que tuvo muchos candados para evitar una mala instrumentación).

Lo anterior fue aprovechado por López para las elecciones del 2018, que lo llevaron al triunfo, con la complicidad de EPN, que descarriló la campaña de Ricardo Anaya, con falsas acusaciones de corrupción. Ahora, el presidente con la ciega entrega de su partido Morena está, literalmente, destruyendo al país, con su desprecio a las instituciones, ignorar la existencia de un Estado de derecho, su pésima administración pública, plagada de funcionarios ineptos, de compadrazgos e incondicionales al presidente, cuya actuación es la de un caudillo, vengador, autoritario, dictador y tirano. Se que estos términos son cuasi-sinónimos, pero creo que en la hipérbole usada me quedé corto para describir el comportamiento del Ejecutivo Federal que es una vergüenza para los mexicanos.

Por ello, es necesario que este 6 de junio salgamos todos a votar, promovamos con amigos y en nuestras redes sociales, para ponerle al presidente los controles que él quiere destruir para imponerse como dictador.