Número cero/ EXCELSIOR
La posibilidad de que, por primera vez en la historia, llegue una mujer a la presidencia de la Corte puede ser un cambio importante contra el debilitamiento y conflictividad por el que atraviesan las instituciones del país. Es un reconocimiento tácito de que la conducción de los asuntos públicos debe ser otra y que el camino para resolver los problemas requiere de nuevas orientaciones que intenten ponerlas a salvo de la confrontación política del amigo-enemigo.
El relevo en la Corte se produce en un momento difícil, precisamente, porque las instituciones y poderes autónomos son rehenes del conflicto político. Prácticamente ninguna ha conseguido desmarcarse de las presiones del gobierno fuerte de López Obrador y su voluntad de cambiar los equilibrios a su favor con la mayoría de las urnas, desde el embate al INE hasta la sujeción de la Corte. La autonomía del Poder Judicial es, pues, el mayor reto para el próximo presidente, y ahí una mujer podría hacer una diferencia si –como dicen– están decididas a no dejarse influenciar, pero sin engancharse en la confrontación.
La Corte en ninguna parte es sólo una construcción jurídica y de control constitucional. Todas sus sentencias son políticas, porque implican resolver intereses en pugna, pero no puede rehuir su responsabilidad, aunque tenga al poder político o su mayoría en contra, ni tampoco aceptar la confrontación como “motor de la democracia”. Su rol es servir de contrapeso y decidir acciones acertadas o no, pero encaminadas a resolver problemas sin ceder a la incidencia de poderes representativos o informales. Sin embargo, para cumplir ese papel ya no basta agitar el temor al poder político para ofrecer contenerlo o presentarse como su interlocutor para ganarse al pleno como ha sucedido con sus últimos presidentes.
Una mujer en la Corte podría configurar un nuevo perfil, aunque otra forma de conducirla no baste para asegurar que, por un lado, sea capaz de “guiar” al Poder Judicial con mayor transparencia y rendición de cuentas y, a la vez, conservar su independencia sin que la ahogue la confrontación. El presidente saliente Arturo Zaldívar ofrecía cumplir con ese papel, pero desde un rol personal de interlocución privilegiado con el poder y agitar el temor a la injerencia para mantener la estabilidad institucional. Es una fórmula que acaba por reducir su apoyo en el Pleno, que es la principal fuerza para construir consensos, y de generar recelo entre los que fuera creen que lo único que cuenta es la mayoría popular. Tuvo el apoyo de López Obrador hasta el elogio.
Ese respaldo del gobierno incluso llegó al extremo de intentar ampliar su mandato para que permaneciera al frente de la Corte hasta el fin del sexenio, pero el pleno lo detuvo por juzgarla inconstitucional. Ese mismo pleno tendrá que decidir el próximo 2 de enero el sucesor entre cinco ministros que aspiran al cargo, dos de ellos mujeres, Norma Piña y Yasmín Esquivel. Las diferencias importantes entre ellas son su trayectoria y el respaldo del actual gobierno para su nominación. De sus proyectos de trabajo ambas han destacado la prioridad de la independencia judicial, al igual que los otros aspirantes, pero la cercanía de Esquivel con el gobierno genera mayores dudas sobre sus condiciones para defenderla, como puede verse en la orientación de su voto en casos de enorme presión oficial como la militarización o la prisión oficiosa. Su llegada a la Corte es reciente desde tribunales administrativos, a diferencia de Piña.
Esta última conoce bien el Poder Judicial, donde ha hecho toda su carrera y desde esa experiencia habla de las presiones que suelen enfrentar los jueces, tanto del poder político como de facto. Posiblemente por eso defiende que la independencia del Poder Judicial es en primer lugar una cuestión de congruencia personal de quien se deja o no influenciar, pero se cuida mucho de evitar que se confunda con una posición de conflicto. Juega en su contra que fue postulada por la administración anterior.
Cabe reconocer también que uno de los factores que abre la posibilidad de que una de ellas llegue tiene que ver con la promoción a las mujeres en el Poder Judicial en la gestión de Zaldívar. Ambas se lo reconocen, aunque Piña además dice a sus colegas que si son congruentes con las sentencias que han aprobado en ese sentido deberían de votar por ella.