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Número cero/ EXCELSIOR

La disyuntiva de la migración para centro y sudamericanos, y del Caribe, es el riesgo de morir o seguir sufriendo en sus países. Para muchos la opción de salida es exponerse al crimen y mafias de la trata de personas, como muestra otro caso de secuestro de migrantes en Tamaulipas los primeros días del año, y luego, el estado de vulnerabilidad que desvela su liberación. El plagio y extorsión de migrantes no son eventos aislados. A los gobiernos compele dar una explicación, pero no llega. El de Biden agradece a López Obrador la colaboración para reforzar los controles, aunque los diques a la movilidad de personas les cuesten la vida. Sin embargo, nada detiene los flujos que en diciembre llegaron a contabilizar la llegada a la frontera de hasta 10 mil personas en un solo día. Tampoco nada reduce los riesgos del trasiego en las fauces de los cárteles, como la señalada implicación del Golfo en Tamaulipas como parte de su actividad criminal constante en la frontera del noreste mexicano.

El desafío a las políticas antinmigración es una tendencia consciente en la región, no sólo expresión de desagrado o aversión a las situaciones nacionales: “migrar o jorobarse”, dicen. Igual que en la depresión, la línea de la vida pasa por estar cansados de “vivir así”. ¿Es mejor el riesgo de morir que vivir sufriendo? Las cifras sin precedentes de migrantes atisban una respuesta: Cuando Biden llegó a la presidencia las cifras oficiales hablaban del arribo de 80 mil migrantes al mes, pero ahora puede alcanzarse en quince días, como ocurrió en diciembre, obligando a cerrar algunos pasos fronterizos. La subida también se refleja en México, con más 100% de solicitudes de asilo en 10 años.

En México, las cifras del secuestro bajan, pero no para ellos. Sobre el repunte pende la animosidad de las políticas antinmigrantes, que en última instancia son responsables de que la movilidad sea una decisión fatal. La gratitud de la Casa Blanca con México por prestarse a estrechar los controles migratorios, como expresó Biden en una reciente carta a López Obrador, espera concretarse en la reducción urgente de los flujos. Confían en su ayuda para quitarse el hierro de los republicanos antes de que esta bomba política dinamite su reelección en las presidenciales de 2024. ¿Qué puede hacer México?

La perspectiva es regresar a medidas más extremas, como ocurrió con Trump para blindar la frontera con la Guardia Nacional y del famoso programa permanecer en México para solicitantes de asilo, que nos hizo de facto tercer país seguro. Pero las mayores restricciones a la movilidad interpelan al gobierno mexicano a responder sobre los crímenes que sufren a su paso por el país, como deja ver el plagio de los 32 migrantes en Tamaulipas y luego en Sonora.

Las dudas sobre su liberación facilitada por sus captores, sin investigación ni detenidos, es una prueba de su estado de indefensión. No es la primera vez que en Tamaulipas suceden casos así tras pagarse una extorsión o por la presión de las autoridades, como en el plagio de cuatro estadunidenses en marzo; tampoco que terminen en fosas clandestinas, como la tragedia de migrantes de San Fernando. Esta orfandad confirma la dominación de los cárteles sobre la movilidad geográfica de personas y la subordinación de los controles fronterizos a la lógica de sus giros de negocio, como la extorsión de migrantes.

Ésa es la realidad en los estados fronterizos, particularmente en Tamaulipas, en que las instituciones son incapaces de asegurar una migración ordenada y segura, como pregona la narrativa oficial, mucho menos evitar que los controles alimenten sus oportunidades de negocio. Por eso preferirían invisibilizar los crímenes, a riesgo del silencio cómplice o respuestas incoherentes frente al secuestro de migrantes.

Por inverosímil que parezca, hoy, un aliado circunstancial del dilema del migrante es la pugna política. La bomba de la migración en EU o en México pone focos sobre la tragedia, aunque los migrantes se usen como el arma preferida, por ejemplo, de los republicanos para atacar a los demócratas o para montar shows estúpidos como el acarreo de haitianos sin documentos en el cierre de precampaña del panista Taboada en CDMX. No hay vías de salida fáciles, pero la peor es aceptar el dilema en que se debate la vida del migrante de que es mejor el riesgo de morir a sufrir.