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NÚMERO CERO/ EXCLESIOR

La opaca detención en EU de El Mayo Zambada y de Joaquín Guzmán López, hijo del Chapo, enseña claramente que la operación internacional para la caza de capos prescinde de la cooperación con México. También que el conocimiento de los operativos y hasta la justicia por sus crímenes se hace en historias de Netflix más que de cara al público, bajo el subterfugio de la seguridad nacional en que se ocultan, paradójicamente, violaciones a la soberanía.

La situación es comprometedora para México. Como se ha excusado López Obrador, ignoraba todo cuanto sucedía en la cúpula del Cártel de Sinaloa y las pláticas que tuviesen con EU, a pesar de señales de su gobierno de querer ir por los capos más buscados con jugosas recompensas sobre su paradero. Casi una semana después del arresto en Texas, el mandatario y su gobierno seguían sin explicar lo sucedido en un mar de hipótesis, especulaciones e incógnitas. El desconocimiento evidencia fallas en la coordinación de seguridad; pero el silencio, omisiones o el intento de deslindarse ante el golpe.

En cambio, el gobierno de Biden no se ve demasiado ocupado en ofrecer más información a México que el documento con siete puntos en que confirmó su detención y la posibilidad de que El Chapito quisiera entregarse; también negó saber que Zambada viajaba con él. La flema y sosiego para dar datos precisos sobre la detención del líder histórico del Cártel de Sinaloa habla de la confianza de tener todos los pelos en la mano; en un caso sin cabos sueltos de los que México pudiera jalar para conocer si su soberanía fue vulnerada. Quizá por ello la reacción no tenga el coraje y la enjundia que mostró López Obrador cuando la detención del general Salvador Cienfuegos, además que, más que reclamarlos, pareciera que los defiende.

Pero la nebulosa es deliberada, incluso con informaciones sembradas en medios para tergiversar lo ocurrido, junto con versiones contradictorias y desmentidos de los abogados en sus estrategias jurídicas para librar el juicio mediático de sus clientes. La defensa de El Chapito niega una entrega pactada, como sugiere el comunicado de EU, y desmiente la versión de traición a Zambada para llevarlo contra su voluntad a Texas. Y la familia de El Chapo dice en una carta que los dos se entregaron voluntariamente tras una negociación de 4 años.

¿Por qué El Mayo, de 76 años, con cáncer, querría entregarse tras escabullirse 50 años de la cárcel? ¿Una negociación por su hijo o los de El Chapo procesados en EU? El velo de misterio y la anemia de información forman parte de suaves formas de una operación que, si algo respira, es la desconfianza y nula cooperación bilateral en seguridad. Los esfuerzos de EU por sentar a Zambada y al Chapito en el banquillo parecen recompensados en medio de su batalla electoral presidencial. La operación luce impecable, por ahora, y en vísperas de una semana capital con el inicio de los procesos judiciales contra ambos por graves acusaciones, como crimen organizado, tráfico de fentanilo y delitos de sangre que podrían llevar hasta pedir la pena de muerte para Zambada. Por su parte, el gobierno mexicano camina a oscuras sin que, hasta ahora, la propia investigación que abrió la FGR ilumine si se trató de un secuestro o de una entrega pactada; si fueron cazarrecompensas o estuvo a cargo de agencias de seguridad de EU, a pesar de las restricciones a la operación de agentes de la DEA en México tras la detención de Cienfuegos. En caso de secuestro, como aquel de Álvarez Machain, el reclamo sobre intervencionismo y la solicitud de extradición podría abrirse paso. Pero si fuera un pacto del que el gobierno mexicano nunca supo y ellos se hubiesen entregado, la posibilidad de protesta es nula; más si se tratara de cazarrecompensas sin orquestación oficial.

Por lo pronto, en un dato que ofrece la realidad, los temores de una guerra entre cárteles en Sinaloa por venganzas y traiciones no se ha producido ni tampoco en otros estados que pudieran verse afectados. Casi nadie duda que un secuestro de Zambada habría derivado en eso, incluso el gobierno ha reforzado la seguridad en el noroeste del país. Pero ahí todas las familias del Cártel de Sinaloa están en calma, como si en la cúpula todo estuviese pactado, como dice la familia de El Chapo, aunque el gobierno mexicano excuse no tener información.