NÚMERO CERO/ EXCELSIOR
El presidente López Obrador rindió su Quinto Informe de Gobierno, tradicionalmente, el de despedida del sexenio, pero el suyo no se escuchó como el de una marcha, sino el de permanencia y prolongación de su proyecto. Su discurso refleja un mandatario tan seguro de su liderazgo indiscutido dentro de su movimiento y el control de Morena que puede pasar la estafeta “moral” al sucesor cuando él decida, sin menoscabo de su poder.
El informe sonó a continuidad y homenaje a aliados militares que participan en todas las esferas de poder y obras del sexenio, y que lo seguirán haciendo como legado de las reformas legales que está empeñado concluir hasta el fin de su mandato. Así su perspectiva va más allá del tiempo presidencial de su mandato en un plan transexenal que no reconoce frontera con el siguiente gobierno, ni posibilidad de ruptura en su movimiento, menos traiciones o desobediencias que arriesguen su prolongación.
Quiere gobernar hasta el último día sobre la amplia aprobación en las encuestas, que también empeñará para alcanzar el plan C en las urnas en 2024 y los votos que necesita para ajustar cuentas con una reforma al Poder Judicial para que los jueces y ministros sean elegidos por voto popular.
En el último informe antes de la elección presidencial no hubo sorpresas. Reiteró las líneas de su gobierno, como la prioridad de la política con los pobres, la defunción de los mitos económicos del neoliberalismo y celebrar las obras del sexenio. Lo que causa sorpresa es que no parece un mandatario en el ocaso de su periodo, sino uno decidido a sacar sus iniciativas como el primer día y metido de lleno en la campaña para lograrlo. Con la mirada en reformas de alto calado del Poder Judicial o la Guardia Nacional, que son poco propicias para el último año cuando menguan los apoyos, o bien, se asume que ya tocarán a su sucesor.
Más que una declaración de intenciones para el último tramo, espera dejar resueltos esos pendientes a su sucesor. La despedida no está en sus planes. Arremete contra la Corte y proyecta el choque contra el Poder Judicial para “limpiarlo” hasta el final de su mandato; dejar a la Guardia Nacional bajo mando militar y reformar las pensiones. El destape de su sucesor en unos días no parece restar fuerza a un mandatario que decide cómo y cuándo entregar el “bastón de mando” a su relevo como dueño del poder.
López Obrador fue el primer presidente mexicano en recibirlo como una vieja tradición de los pueblos indígenas de América Latina, que significa aceptación del cargo del buen gobierno del pueblo y para el pueblo. Y se alista para pasarlo el próximo 6 de septiembre al morenista victorioso de la encuesta como respaldo moral con el que quiere representar la continuidad de su gobierno. El báculo simboliza el poder y la jerarquía que el elegido debe reconocer, pero a diferencia del ritual indígena no le llegará del pueblo, sino de su liderazgo, aunque carezca de valor legal alguno, ni haberlo obtenido del favor del pueblo, sino de su autoridad.
El paso de la estafeta no será un deslinde de sus responsabilidades de gobierno, sino un ritual para investirlo y marcar la fuente del poder del que lo otorga y a la que deberá guardar lealtad y obediencia. Si se lo dieron como símbolo de respeto al cargo, a López Obrador le sirve para ungir al que encabezará su proyecto y continuar con su obra.
Los competidores de la carrera presidencial están prácticamente definidos y en todos los casos antes de los tiempos legales. No obstante, el Presidente se cuidará que el ritual no parezca un acto anticipado de campaña, aunque de facto se asuma como jefe de campaña de su sucesor y, a la vez, siga gobernando hasta que entregue la banda presidencial en 2024. Eso es lo que espera la oposición, que también aprovechó el Quinto Informe de Gobierno para llevar la campaña presidencial al Congreso. Desde ahí, los partidos del Frente opositor elevaron a su candidata como líder de la oposición para responder al acto presidencial y arrebatarle los reflectores. En cierto modo, la entrega de ese papel a Xóchitl fue también una forma de las dirigencias partidistas de ungirla, aunque apenas hoy sea proclamada como su abanderada en un acto popular en el Ángel.