NÚMERO CERO/ EXCELSIOR
La presidenta Sheinbaum recibió un importante revés político a su reforma contra la reelección y el nepotismo porque, aunque pasó la aduana del Senado, desde sus filas la aparcaron hasta el final de su gobierno. Morena y aliados bloquearon una de sus principales iniciativas para evitar la herencia de cargos públicos de clanes familiares y caciques locales, aunque se desgañiten clamando contra la degradación de la política.
La rebelión contra una iniciativa prioritaria de ella deja una radiografía del “tour” de fuerza entre liderazgos en el Congreso, del partido en los estados y los aliados de su coalición. La reforma fue aprobada por unanimidad en lo general, pero con cambios que la desactivan o reducen al arbitrio de las reglas internas de Morena; y no como una prohibición constitucional, como pretendía Sheinbaum.
Postergar la sanción al nepotismo hasta la elección federal de 2030 es el segundo guantazo que recibe la Presidenta en el Congreso tras la designación de la presidenta de la CNDH. La justificación de Morena fue evitar la “ruptura” de su coalición con el Verde en un campo minado de intereses por la resistencia de los “clanes familiares” a perder el control de cargos que han ejercido como si fueran de su propiedad, “barones” como los Salgado, Monreales, Moreiras, Yunes o Beltrones. Así lo reconoció el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, al aceptar que Morena cedió a presiones del Verde para privilegiar la unidad y cuidar su mayoría absoluta en el Senado.
Aunque no hay estadística completa, se trata de una práctica inveterada de todos los partidos en el Congreso y los distintos niveles de gobierno, que tampoco los incluye la reforma. A pesar de que su efecto más pernicioso es cerrar los círculos de poder político a cúpulas que se perpetúan en los cargos y auspician la corrupción de gestiones sin consecuencias. Precisamente, Sheinbaum pretende un piso más parejo para la competencia electoral y abrir mayor margen para impulsar la renovación de cuadros políticos obstruidos por los cacicazgos.
Por ello, la disputada es escabrosa e incluye a otros partidos igualmente interesados en diluir la reforma; aunque un sector leal a Sheinbaum en el Congreso tratara de recuperar su fuerza. En la lucha interna entre los liderazgos morenistas y aliados en el nacional y los estados, el control de las listas de candidaturas es un asunto clave para mantener sus cotos. Desde lo local, la iniciativa generó una rebelión entre municipios y poderes locales con amenazas de reclamos judiciales para frenarla. La dirección en el partido y en el Senado se montaron en los peligros a la unidad interna para mantener las lealtades de los poderes locales, como el de Salgado Macedonio en Guerrero, Monreal en Zacatecas o el gobernador del Verde en San Luis Potosí, opuesto a la iniciativa.
Y para salvar cara a una derrota de la mandataria, acordaron dejar la prohibición contra el nepotismo para 2027 sólo en reglamentos internos de Morena; una traba mucho menor para aspiraciones como la de Salgado Macedonio de suceder a su hija, Evelyn, en Guerrero, o de Saúl Monreal, en Zacatecas, y nula para la pretensión del gobernador de San Luis Potosí de heredar el cargo a su pareja, la senadora Ruth González; y mucho menos para impedir correr electoralmente bajo las siglas de otros partidos de la coalición sin esta limitación.
El diagnóstico de la radiografía es que, incluso cuando aún pasará por el Congreso, los poderes y clanes de Morena y su coalición han enseñado temprano el filo de sus navajas a la Presidenta. Primero, su líder en el Senado, Adán Augusto López Hernández, que desoye con la reserva que presentó para aplazar la reforma; luego, los socios de su coalición, que, como el Verde, también se impuso a su iniciativa y, finalmente, hombres fuertes de Morena, como Andrés López Beltrán, que prefirieron evitar riesgos que generaran inestabilidad interna o que afectasen sus propios intereses políticos a futuro.
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