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Número cero/ EXCELSIOR

El mayor error de oponerse a la reforma judicial es hacerlo sin contrapropuesta a la oficial, como si se asumiera que el sistema funciona perfectiblemente bien. Tiene poco mérito oponerse para ofrecerse como alternativa, frente al tamaño abrumador de impunidad que dispara la inseguridad y carcome la democracia de un país injusto.

Porque plantarse en el extremo inamovible es dejar sin contestar la demanda general de vivir con seguridad y sin violencia, que causa la falta de acceso a la justicia y castigo al delito. En la posición de la negación, la discusión se reduce a la confrontación todo terreno para descalificarse e incendiar la pira del escándalo con cualquier pretexto coyuntural. El déficit de argumentos y propuestas no significa otra cosa que estar perdiendo la batalla contra el crimen, en un debate que si algo no tiene es salida simple.

Pero el mayor riesgo es equivocar el careo del problema con la defensa de trinchera para disparar con intercambios de acusaciones de autoritarismo y fin de la división de Poderes versus la resistencia de una mafia corrupta que se opone a abrir la caja de Pandora de la justicia. La cuestión aquí no es sostener una guerra de desgaste, ya de por sí prolongada y huérfana en las urnas; sino centrarse en la ciudadanía, que no denuncia 94% de delitos, de los que menos de 1% son resueltos.

López Obrador ha dicho que su reforma va, y con celeridad, para consumarla en septiembre, antes de dejar el cargo, con la nueva aplanadora legislativa de Morena, que le permite sacarla en solitario en el Congreso; justifica la urgencia en quitar el control del poder al crimen organizado y de cuello blanco en el Poder Judicial, pero a nadie escapa su intención de tomar esa zanja defensiva que frenó reformas y obras de su gobierno como parte de su legado. Sheinbaum secunda la reforma, que enarboló en su campaña, aunque quiere gestionarla con sus formas en una amplia discusión con diversos sectores, incluidos los jueces, y consultarla con “el pueblo”.

El resultado de la consulta que Morena aplica este fin de semana, dependerá de las preguntas y de cómo se hagan, por ejemplo, sobre la propuesta de elegir más de 1,600 jueces y magistrados por voto popular y renovar a la Corte. Ésta es una institución lejana a la ciudadanía y la mayoría desconoce cuántos togados hay en el país o cómo se seleccionan. La ciudadanía, en general, no confía en la justicia, cree que hay poca y desigual su acceso, además de corrupción, como no se ha cansado de denunciar López Obrador en su tensa relación con el Poder Judicial.

La reforma implica cambios profundos en la estructura administrativa, vigilancia y disciplinaria del Consejo de la Judicatura, pero lo que más dudas genera es la elección popular. Tiene el riesgo de que se politice y quede en manos de estructuras partidistas, además de la intervención del crimen en el proceso. Que no se elijan perfiles idóneos y se cancele el mecanismo de la meritocracia y la autonomía de la Corte; aunque tampoco su actual esquema ha logrado ponerla a salvo de cuotas partidistas y poderes fácticos, ni despolitizarla.

El temor de fondo es que la reforma no busque servir a la gente, sino al Ejecutivo de turno, a pesar de que ya hoy la propuesta de nombramiento recae en él y la nueva mayoría calificada de Morena aseguraría su voluntad para ratificarla en el Congreso. En la mayoría de las democracias el peso de la decisión la tiene el Ejecutivo, sin que eso ponga en cuestión la autonomía judicial. Lo que si se discute hoy en otros lugares es el déficit democrático de un poder contra mayoritario que se aísle de la voluntad popular.

En esta discusión no hay salidas fáciles, menos en un país con desigualdad en el acceso a la justicia. La convocatoria unilateral para su aprobación también genera turbulencias en los mercados, pero sobre todo la señal sobre la forma en que Sheinbaum ejercerá su poder para gobernar y las dudas sobre la presencia política de López Obrador el próximo sexenio. Los oponentes casi festejan el castigo al peso como el Waterloo de la reforma, pero lo que ha hecho es que ambos cerraran filas contra la presión financiera. La ruta está tomada, veremos pronto el desenlace.