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El “América Primero” marca los grandes trazos del viaje hacia la renegociación del T-MEC, pero lo que no es claro es el puerto de llegada. El acuerdo vigente tres décadas sufrirá un cambio estructural mayor al esperado bajo el mantra de Trump de que el nuevo orden comercial mundial es de los “patriotas”, no de los globalistas. A punta de sanciones, México comienza a comprender que cualquier acuerdo comercial tendrá que pasar por ese tamiz nacionalista y abordar la doble crisis del narcotráfico y migración; además del amplio déficit comercial de EU y la relación con China. El mensaje repetido de Trump es que el T-MEC se salvará si sus socios entienden el nuevo paradigma de mercados comerciales regulados por estados “patriotas” sobre el desarme arancelario de la globalización. Para el que exige su alineamiento con Washington.

La revisión del tratado comenzó hace unos días con la convocatoria oficial a una consulta pública para identificar líneas rojas de la planta productiva mexicana. Aunque la advertencia sobre barreras no arancelarias que acompañó la última prórroga de 90 días de nuevas sanciones ya golpeaba la esperanza en un proceso menos duro, y produjo un redireccionamiento técnico y diplomático para asimilar las nuevas bases “patrióticas” de la renegociación en 2026. Durante el gobierno de Trump se ha gestado entre los empresarios nacionales la conciencia de tiempos difíciles y cierta resignación, pero convencidos de que México es un aliado clave para la reindustrialización de EU. Su mejor apuesta es convencer de la complementariedad de las economías para obtener ventajas comerciales; aunque sería muy peligroso que aceptara aranceles permanentes.

Asimilan que terminó la época dorada del viejo orden comercial y la necesidad de adaptarse al nuevo modelo para no arriesgar su principal mercado, al que van 80% de sus productos. Lo que más daño les hace es la incertidumbre por falta de garantías de la exclusión definitiva de sus exportaciones mientras permanece activo el “bombardeo” de aranceles con que EU impone su modelo en autos, acero, aluminio; junto con amenazas de investigaciones unilaterales con base en su Ley de Poderes Económicos Internacionales de Emergencia.

El plan A, B y C de México es que el acuerdo continúe, aunque implique encerrarse más en ese bloque regional y ser arrastrado a su “guerra” comercial con China. El “elefante en la sala” de la negociación es la idea de Trump de que su adversario internacional utiliza al vecino para internarse en su mercado, y echa mano del crecimiento del déficit comercial con México para apuntalar sus temores. Desde 2016 casi se ha triplicado: de 64 mil millones a más de 171 mil millones en 2024. El problema no es menor, porque es uno de los mayores proveedores de insumos para la industria mexicana y sustituirlo será difícil, si además las empresas estadunidenses mudaron al país asiático, que ve el proteccionismo mexicano como gesto para complacer a Trump y reducir su acoso, que México justifica por su elevado déficit y prácticas desleales.

México enfrentará una larga y ardua batalla en que persistirá la incertidumbre y amenazas injerencistas, detrás de las llamadas telefónicas en que corre la relación bilateral y el galanteo político de Trump a Sheinbaum. Pero la renegociación puede cambiar no sólo los equilibrios comerciales, regulaciones y resolución de disputas; sino también convertirse en un revulsivo de las políticas que la 4T ha implementado, también de corte nacionalista, y en las que apuntala su identidad y soberanía del país, por ejemplo, con la reforma energética. ¿Ahí otras barreras no arancelarias que Trump quiere derrumbar?

En su ofensiva por mantener sus bazas en la estrategia, EU ha señalado desde sus posiciones maximalistas más de 50 barreras no arancelarias que pide remover, como apertura del sector eléctrico y petrolero a sus empresas. La respuesta de Sheinbaum ha sido exaltar los beneficios del tratado. En los tiempos de la imposición y el pragmatismo a ultranza, la agenda la negociación abarca una lista extensa de barreras comerciales, hasta extenderse a políticas nacionales como energéticos y agricultura, e incluso de la política interior en seguridad y migración. Con la política de fuerza y la amenaza, EU ha dejado claro que todos estos temas estarán en la mesa.