A Rosario Robles Berlanga, sin duda alguna y para no incomodar al Duce Andrés Manuel, le aplican la máxima, atribuida a Benito Juárez, “para los amigos justicia y gracia; para los enemigos justicia a secas”. ¿A poco no?
Pero, mire usted, le comparto: cuando había alguna discrepancia familiar con riesgo de entrar en terrenos de desencuentro, mi entrañable Yaz solía aplicar la frase del incomprendido filósofo popular El Chavo del Ocho: “la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”.
La referencia de la máxima juarista y la reflexión del Chavo, con toda seriedad entra en ese plano de lo ético y moral que ramplonamente suele invocar Su Alteza Serenísima Andrés Manuel cuando, investido de predicador, pretende influir en la vida de los mexicanos guiándolos por el camino del bien con la referencia del buen cristiano.
O como remedo de Moisés que guía a las huestes morenistas por en medio de las aguas del Mar Rojo de la Corrupción, que se han abierto para darles paso rumbo a la tierra prometida de la Cuarta Transformación.
Esa, sin duda, es perversa cuanto ofensiva confesión de la religión que profesa olvidándose de que es depositario del Poder Ejecutivo Federal, es decir, Presidente de más de 126 millones de mexicanos que comulgan con el mandato constitucional.
Veamos, para refrescar la memoria que suele ser selectiva en esto de filias y fobias políticas, escenario en el que gusta solazarse el Duce en las mañaneras desde Palacio.
El artículo 24 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos refiere que “Toda persona tiene derecho a la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión, y a tener o adoptar, en su caso, la de su agrado. Esta libertad incluye el derecho de participar, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, en las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley. Nadie podrá utilizar los actos públicos de expresión de esta libertad con fines políticos, de proselitismo o de propaganda política”.
Bueno, bueno, usted dirá que nadie se escandaliza por ese proceder del licenciado presidente que ha convertido al atril en púlpito para predicar su palabra como única ley que debe acatarse, en el entendido de que quienes discrepan de ésta son ateos, inhumanos, pillos, ladrones, corruptos, fifís, conservadores, golpistas, enemigos de la 4T, nueva religión que trasciende al objetivo de gobernar para una nación libre, plural y democrática
El punto es, precisamente, cuando Su Alteza Serenísima busca curarse en salud y se despoja de cualquier brizna de culpa, niega ser rencoroso y vengativo, se asume cristiano, un humanista que respeta al credo diverso y se somete el mandamiento de las leyes. Pero.
Mire usted, no soy amigo de Rosario Robles Berlanga, pero me instalo en el lado de quienes defienden sus derechos ciudadanos y consideramos una aberración mantenerla en prisión cuando el sustento es un pretexto pueril. Aunque la venganza de Andrés Manuel es mayor y ajusta cuentas por aquellos escándalos de corrupción que llevaron a prisión a René Bejarano y evidenciaron la corrupción rampante en la administración capitalina de aquellos días en que el Duce era jefe de la Mafia del Poder local.
A Rosario la conocí de cerca y estuve a punto de colaborar en su equipo cuando fue secretaria de Desarrollo Social, aunque de antemano me descarté porque, en mi expediente profesional se registra que tuve severas diferencias con ella.
Y es que, cuando fue jefa de Gobierno del entonces Distrito Federal pretendió cerrar el diario La Crónica de Hoy, porque quienes trabajábamos en el naciente cotidiano, éramos un referente de enemigos y críticos consuetudinarios de Andrés Manuel López Obrador.
Hubo quienes negaron que Rosario hubiera ordenado la embestida contra La Crónica, pero en el gobierno nada se mueve sin el consentimiento del alto mando. En fin.
Y ahí tiene usted que Rosario, la leal Rosario que apoyó con todo a López Obrador en ese primer intento de ser candidato presidencial, entonces del PRD, a la Presidencia de la República, hoy es la odiada Rosario que debe estar fundida en prisión, por lo menos lo que resta de la administración de Su Alteza Serenísima, quien se deslinda del caso y evita opinar de la situación de la ex secretaria de Desarrollo Social.
¿Está en prisión por el asunto de la Estafa Maestra? Podría ser pero no. La causa es por haber falseado, supuestamente, su dirección, aunque su defensa ha demostrado vastamente que es falsa la licencia de conducir que le imputan haber presentado. Pero en primer término, la causal es el ajuste de cuentas, la venganza.
Así, en un exceso legalista, en la audiencia que se celebró ayer miércoles 20 de octubre, en la Sala Uno del Centro de Justicia Penal Federal del Reclusorio Sur, al que fue trasladada del penal de Santa Martha Acatitla, el juez Ganther Alejandro Villar Ceballos determinó que Rosario debe permanecer en prisión preventiva. Le negó el recurso de arraigo domiciliario.
El juez Villar Ceballos adujo que existe una gran posibilidad de que Rosario pueda huir, aunque su pasaporte está retenido y, se soslaya el hecho de que ella acudió, hace dos años a un citatorio judicial y fue detenida sin fundamento legal.
Sin duda, entre la fanaticada y apoyadores oficiosos de Andrés Manuel hubo aplausos y justificaciones al por mayor de que eso es hacer justicia con alguien que consideran ejemplo de la corrupción que galopó libremente en el gobierno del culto y prístino Enrique Peña Nieto y et al.
Pero…
En menos de lo que grazna un ganso se olvidó que hay un corrupto confeso: Emilio Lozoya Austin, protagonista de la escena, que el Duce calificó de “legal, pero inmoral”, en la que aparece en un lujoso restaurante de las Lomas de Chapultepec. Vaya forma de aplicar la justicia.
Lozoya Austin es un confeso delincuente de cuello blanco, acusado de haber recibido millonarios sobornos, que tiene una pulsera electrónica –¿para evitar que huya?—y está sujeto a arraigo domiciliario, aunque sus abogados niegan esa figura, por haber acordado –¿con el fiscal Alejandro Gertz Manero?—cantar al ritmo que le toquen e involucrar a altos funcionarios de la administración de Peña Nieto, incluso a éste en la instrucción de repartir sobornos para aprobar la Reforma Energética.
A Rosario no se le ha abierto proceso alguno; está en prisión, reitero, por un delito menor y se abrigaba que, merced a haber ganado un recurso de amparo que determinó improcedente su reclusión, podría salir del penal de Santa Martha y seguir el caso en arraigo domiciliario.
En la víspera hubo demostraciones varias de apoyo a Rosario Robles, incluso de quienes fueron integrantes de la administración del culto y prístino Peña Nieto. Se pulsó la posibilidad de que la ex secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), saliera de prisión.
Pero he aquí que no fue otra causal esgrimida por la Fiscalía General de la República, la que determinara mantenerla en prisión. No, el juez decidió que continúe en prisión preventiva porque, ¡vaya barbaridad pueril!, prevalece un elevado riesgo de que vaya a fugarse.
Según el juez Ganther Alejandro Villar, la alternativa ofrecida por la defensa de Rosario, le facilitaría medios para abandonar el país. ¡Sopas!
No recordó el juez que, justo en agosto de 2019, Rosario Robles acudió voluntariamente a una audiencia en la que se le acusaba de haber caído en omisiones que posibilitaron la “estafa maestra”, es decir, el desvío de más de 5 mil millones de pesos de la Sedesol y la Sedatu.
Pero, sin pruebas, no se le detuvo por ello, sino por un cargo menor. La FGR declaró le abriría proceso, pero ello no ha ocurrido y continúa en prisión preventiva. Su Alteza Serenísima Andrés Manuel asegura que se acabó la era del presidente omnipresente y él no da órdenes al Poder Judicial, se declara humanista y cristiano, respetuoso de los derechos humanos e incapaz de actuar por motivos políticos. ¿Usted le cree? Yo tampoco.
Rosario Robles Berlanga es epítome del negado ajuste de cuentas presidencial. ¡Ah! Andrés Manuel, personaje de la máxima de El Chavo del Ocho: la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena. ¿A poco no? Digo.
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