Ante las próximas elecciones presidenciales se nos presentan dos radicalmente diferentes visiones de Nación, o regresamos a un gobierno autoritario del siglo XX, pero con una visión más radical y nula institucionalidad, en donde se centra el poder en la presidencia de la República y un partido hegemónico, eliminándose los controles al poder, en el balance constitucional de tres poderes, en que el Poder Ejecutivo, a través de su partido, que ordena sin empacho a los integrantes del Poder Legislativo, que “no le quiten ni una coma”, que es la directriz autoritaria a los legisladores que controla. O preferimos tener un gobierno heredero de nuestras tradiciones liberales, en el que hay balances y controles al poder basados en nuestra actual Constitución, en que hay alternancia de poder garantizada por el INE como organismo autónomo, con control de legalidad y constitucionalidad, a través del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Esta segunda opción garantiza a los mexicanos vivir en libertad porque tiene garantizado el Estado de Derecho, que es que el gobierno se conduzca con apego a las leyes que le permiten ejercer poderes para establecer un orden institucional. En este sistema, si el gobierno se sale de las reglas establecidas, tiene como consecuencia, desde la nulidad del acto y orden de cesar la molestia al particular denunciante, hasta le responsabilidad del servidor público, que va desde la imposición de multas, destitución del cargo y encarcelamiento.
Tenemos la elección de vivir bajo el autoritarismo, con la opción que nos ofrece Claudia Sheinbaum, de construir el segundo piso del régimen que pretende continuar, o seguir ampliando nuestras libertades, con la continuación del régimen liberal que actualmente nos ofrece la Constitución, cosa que representa Xóchitl Gálvez.
Con el régimen autoritario, se nos garantiza la continua expansión del crimen organizado que sigue y se aprovecha de los dictados del presidente López, con su política de “abrazos no balazos”, cuya directriz va enfocada a cederles poder y territorio a los integrantes del crimen organizado, a cambio de controlar a la población para que apoyen al partido del presidente en las elecciones.
Con el régimen liberal se garantiza la libre determinación de los ciudadanos en la conducción de sus vidas. Pero, además con ello, se le da piso parejo a las inversiones privadas para que crezcan y se desarrollen, generando empleos y riqueza.
Con el gobierno autoritario que se ofrece, se pretende que el gobierno maneje a lo máximo la inversión y los negocios, disminuyendo o eliminando a la iniciativa privada. Para probar la inviabilidad de lo anterior, nada más echemos un vistazo a lo que el gobierno ha hecho con PEMEX, con la CFE, con las múltiples empresas que en la época de Echeverría y López Portillo tuvo y quebró, como Nacional Hotelera como las empresas pesqueras, muchas de las manufactureras, etc.
¿Realmente deseamos esto?
¿Queremos un país en el que un solo hombre o mujer controle sin ningún freno o contrapeso?
¿Deseamos que alguien más nos instruya sobre qué hacer de nuestra vida, en dónde y cómo vivir?
O nos movemos de nuevo al mundo del control legal de la autoridad y certeza en las reglas del juego que rigen a los particulares, en donde exista la seguridad jurídica que nos brinda nuestra Constitución.
Este 2 de junio de 2024 tenemos la oportunidad de decidir. Recuerda de que si no votas otros decidirán por ti.