Número cero/EXCELSIOR
Con la carrera avanzada y una cómoda ventaja, Claudia Sheinbaum comienza a mirar hacia la transición de gobierno frente al abotargamiento de Xóchitl. Ese será un terreno complejo y de vientos cruzados para el aterrizaje de una segunda Presidencia de la 4T por los nuevos tiempos políticos y las maneras distintas de ejercer el poder, aunque sea de continuidad del proyecto “obradorista”.
De confirmarse el pronóstico de casi tres a uno en las urnas, Sheinbaum se alzará con un triunfo legitimo difícil de impugnar, aunque la cruzada de Xóchitl en tribunales podría preparar el terreno a un conflicto postelectoral. Pero sus denuncias de intervención indebida de López Obrador o el uso ilegal de programas sociales no han logrado inclinar a la autoridad electoral a su queja de inequidad en la contienda. El INE bateó su exigencia de suspender la mañanera y considera innecesaria otra campaña además de la que ya hace contra delitos electorales. De todas maneras, las posibles denuncias de fraude son sólo un componente de la complicada ruta que abrirán las urnas, incluso si la oposición trata de judicializar para buscar anularlas por la injerencia del crimen organizado o violencia política. El mensaje electoral contra el narco está lejos de configurar los escenarios del golpe técnico con que López Obrador inocula esa amenaza para despejar el camino a Morena en los comicios.
Son otros vientos cruzados los que plantean importantes desafíos para la transición y el despegue de su gobierno, por lo pronto hay tres que soplan sobre la maniobra de aproximación a la transición. Este tipo de vendavales son enigmáticos, porque en dirección perpendicular de la política y la economía pueden sacudir a políticos experimentados y equipos disciplinados y compactos como el de la campaña ordenada y eficaz de Sheinbaum. El primer reto es la conducción de turbulencias económicas de que alerta el BM por el deterioro de la inflación en un entorno más negativo que el del año anterior. Su gobierno tendrá que hacer un fuerte ajuste para mantener la estabilidad frente al “viento en contra” de la expansión del gasto y de déficit fiscal desde su primer año. Por ello Sheinbaum desliza la idea de que permanezca el secretario de Hacienda, Ramírez de la O, como mensaje de continuidad y tranquilidad a los mercados en la transición, y más allá, de un gobierno austero con disciplina fiscal y financiera.
El segundo viento soplará del resultado de las urnas, esto es si logra el plan C para ganar el Congreso y gobernar en solitario o tener que pactar con la oposición reformas como la del poder judicial. De eso dependerá cómo ejercerá el poder sin el liderazgo indiscutido de López Obrador al interior de un movimiento heterogéneo y diverso. Sheinbaum se asume como continuidad de la Transformación, pero ha sido cauta en mostrar las distintas maneras de gobernar respecto a él. Su momento histórico es diferente por el refrendo en las urnas al primer gobierno de la 4T, pero tampoco puede replicar su liderazgo y tendrá que construir nuevos estilos y apoyos.
En un gobierno dividido, la conformación de su equipo será clave de éxito, por ejemplo, con una figura fuerte en Gobernación que sirva a la interlocución política con Morena y la oposición. Ello también puede dar lugar a un liderazgo más pragmático y menos confrontativo ante la fragmentación del poder con la Corte y el Congreso para asegurar la gobernabilidad; y que, además, entiende que la sacudida de López Obrador rompió el viejo modelo y ahora a ella le toca construir lo que llama “segundo piso” de la 4T. El último viento vendrá de las presiones por la integración de su gobierno. Si la repartición de candidaturas produjo choques internos, en la formación del gabinete puede encontrar mayor apremio por grupos del “obradorismo” que pugnan por quedarse, los que la acompañan desde la CDMX, junto con el cosmos de Morena, que quiere estar representado. Será el primer tablero de la discusión sobre el legado del Presidente y sobre el traslado de la agenda a su sucesora, más allá de la continuidad del proyecto.
La candidata no puede ignorar las dificultades de aterrizaje, pero tampoco ceder a las presiones porque quedaría maniatada. Los nuevos equilibrios políticos son difíciles, pero la transición dará más pistas de qué esperar de su gobierno.