La primera mujer en la Presidencia en 200 años de independencia y la política más votada en la historia de México llegó con un mensaje de “continuidad y cambio”. Ahora, ya en el poder, toca desvelar interrogantes de cuánto seguirá y qué cambiará antes de que la atrapen la inercia o las reformas que tendrá que implementar de su antecesor.
Desde la toma de posesión, Claudia Sheinbaum declaró el inicio del llamado segundo piso de la transformación, tras rendir un homenaje a López Obrador y llamar a sus críticos a revisar los datos de su gobierno, que ella seguirá en líneas generales. Un reconocimiento manifiesto de su compromiso de continuación, que de lo contrario no haría, pero también expresión del estilo personal de una científica con larga trayectoria medioambiental y que valora la evidencia para gobernar, a diferencia del uso intensivo de la intuición política y la evasiva de los otros datos de su predecesor.
En el estilo de gobernar, una primera diferencia. Sobre todo, donde los opositores han querido asirse para crear la expectativa de que, ya en la Presidencia, se deslindaría de su mentor político. Al punto del llamado desesperado del expresidente Zedillo que la conmina a imitarlo “exclusivamente en una cosa: no cumplir con lo que prometió”. Un exabrupto más que sintomático de la derrota política del proyecto de modernización neoliberal que él representa para los opositores a la 4T, y en todo caso, una ruta grosera por invocar un engaño a sus votantes con la esperanza de que se corra al “centro” desde lo que considera radicalidad de sus políticas.
Pero en las fronteras de su proyecto falta fijar contenidos que delimiten el amplísimo significado de su “transformación”, más allá de mantener “principios y causas”. Por lo que adelanta de sus 100 compromisos de gobierno, en los nuevos linderos del “obradorismo”, habrá respuesta a la agenda global, como el cambio climático con un énfasis en las energías limpias, relegadas el sexenio anterior; también impulso con una nueva secretaría al desarrollo tecnológico e investigación antes marginados, así como políticas de género transversales con las primeras reformas que enviará al Congreso.
Pero la edificación de su segundo piso requiere de muchas más definiciones de políticas públicas para despuntar la obra que recibió, de entrada, de reformas que acaparan la agenda y trastocan cimientos del sistema político con la del aparato judicial, Guardia Nacional y órganos autónomos. Por ejemplo, refirmó que el 15 de octubre se emitirá la convocatoria para la elección popular del Poder Judicial, pero en un viaje a lo desconocido sin aprobarse las leyes secundarias y electorales de un proceso inédito de transformación de la justicia.
Los “peros” contraponen o amplían, dan énfasis o fuerza expresiva a lo que será su estilo, prioridades y su sello. Atender a la conjunción, lejos de componer con afeites y adornos postizos, sirve de guía a la ruta que puede seguir su gobierno. En otro ejemplo, ha dicho que anunciará el Plan Nacional de Seguridad y que no regresará a la “guerra contra las drogas” de Calderón, pero —otra vez— su despliegue y operación corresponderá a los militares de forma permanente; al mismo tiempo que contrapesa al Ejército con el control civil de investigación e inteligencia criminal e, incorpora a la FGR al gabinete de seguridad, aunque el alcance de tareas de los civiles contra la violencia y el delito aún no está claro.
Los cambios que adelanta tienen mucho de énfasis dentro del proyecto obradorista. Sí a la continuidad de programas sociales, con la ampliación de algunos; sí a energías limpias, pero cómo combinarse con recorte o rescate de Pemex; sí a la austeridad, pero con qué profundidad será la reestructura del gobierno para la consolidación fiscal; sí a la inversión extranjera y nacional, pero cómo compaginarla con el rechazo de sus cúpulas a la semana laboral de 40 horas. Y, en política, no al discurso de odio, pero sin el llamado a la reconciliación con la oposición; sí al diálogo, pero hasta dónde lo escuchará.
Por lo pronto, en otro contraste con López Obrador, ocupó su primer día para evaluar in situ los daños del huracán John en Acapulco, que no será la mayor tormenta que deba atender pronto en la economía y las finanzas, con un escrutinio que será distinto por ser mujer… y por eso sabe que no puede fallar.