Claudia Sheinbaum ha querido enviar un mensaje de certidumbre y estabilidad con sus dos anticipos del gabinete, con que acallar el temor de crisis sexenal por errores o excesos de la barredora de Morena en el Congreso. Con sentido pragmático pone fichas con sus colaboradores de mayor confianza desde la CDMX y toma funcionarios del círculo de López Obrador, en un modelo tecnocrático y de alta especialidad que delinea el perfil de su futuro gobierno, pero no lograr convencer de su distanciamiento con el mandatario.
Sus primeros movimientos reflejan el cuidado del ajedrecista de la alta administración pública, que planea sus jugadas y rehúye a la improvisación, en marcada diferencia con la gestión personalizada de López Obrador. Aunque incluye a cercanos suyos en carteras clave anticorrupción, como Raquel Buenrostro en Función Pública, como exige el libreto de una transición pactada, de terciopelo. Sheinbaum tendrá un poder político con el que cualquier presidente sueña para gobernar en solitario, pero en un Estado con finanzas débiles y vulnerable a las fuerzas salvajes de los mercados sobre el peso, la inversión y el comercio global.
La prioridad que reflejan sus dos tandas de nombramientos es la preocupación por la economía. Coloca en la secretaría de Energía a una de sus funcionarias más leales desde el gobierno de la CDMX, la exsecretaria de Finanzas, Luz Elena González, para tratar de remover riesgos mayúsculos, la deuda de Pemex y la transición energética; ratifica a Rogelio Ramírez de la O en Hacienda en señal de compromiso con la austeridad y reducción del déficit público, que cerrará en 5%, su nivel más alto desde 1998; y Marcelo Ebrard como la cara amigable para inversionistas en busca del nearshoring y renegociar el T-MEC en que está encadenada la economía.
El recado que envía con un equipo de técnicos y profesionales de corte liberal, centristas y ortodoxos en esa área es que los empresarios no teman la amplia mayoría de Morena en el Congreso, como puede darse en cualquier democracia; que no caerá en la tentación del autoritarismo para realizar cambios descabellados o incumplir compromisos que dejen sus inversiones a la intemperie, mucho menos a romper el marco legal, como preocupa desde que se agendara la reforma judicial en septiembre tras lograr la mayoría calificada en urnas.
La atención a los demonios de mercados nerviosos y empresarios intranquilos habla de reconocer la realidad y tratar de relacionarse con ella, así sea de una forma pragmática. El bulo que se propala sobre repetir en septiembre aquel error de diciembre de 1994 que hundió la economía y marcó el principio del fin del régimen del PRI puede afectar el arranque de su gobierno y los equilibrios políticos con que llegue a la Presidencia. Y no por haber señales evidentes de un sismo económico inminente, sino porque la expectativa de riesgo puede consolidarse hasta convertirse en una profecía autocumplida.
Sin embargo, todos esos mensajes para atemperar a los mercados han tenido impacto limitado en sus destinatarios. Los inversionistas se mantienen en modo “pago por ver” hasta conocer la forma de gestionar su hegemonía y planes concretos contra el déficit presupuestal. Sheinbaum está metida de lleno en tratar de domesticar a los demiurgos de la economía, incluso aplazó la presentación del presupuesto para 2025, aunque el detonar de los riesgos también es político.
El perfil del gabinete económico ha sido bien recibido en el sector financiero y empresarial, pero el otro temor que agita los mercados es el plan C para planchar los cambios a la Justicia y órganos autónomos, incluso en medio del clima político tóxico que prevalece después de la elección. Los pactos son necesarios en reformas que requieren la mayor legitimidad por afectar la organización del Estado, aún si se tienen mayorías para aprobarlos en solitario. Un acuerdo de relevo escalonado de jueces y magistrados propuesto por la Corte es un buen paso en la dirección de la confianza y certidumbre en los cambios.
En definitiva, los poderes económicos y financieros permanecen expectantes a la practicidad de Sheinbaum y la habilidad que muestre para imponerse a los maximalismos y a los más hiperventilados de las reformas a través del debate y el diálogo, como ha ofrecido para mantener al genio de la botella encerrado…Usted averigüe ¿de quién se trata?