NÚMERO CERO/ EXCELSIOR
La única consideración del huracán de acciones de Trump contra su socio y vecino del sur es que no fue sorpresiva, aunque Sheinbaum probablemente no esperara un ataque tan rotundo para emplazarla a negociar sus decretos. México es la primera víctima de su estrategia para reposicionar a EU en el mundo y cambiar las reglas de la relación con sus países aliados.
La exhibición de poder, de órdenes ejecutivas, en el arranque de su presidencia imperial, deja pocas dudas de las formas disruptivas de protocolos y prácticas internacionales para construir relaciones y negociar con respeto de otras naciones. Su carácter inmediato, potente y sin necesidad de autorización le es conveniente para demostrar la firmeza de cumplir promesas electorales y ganar tiempo para ver cómo revertir la pérdida de peso de su país en el mundo; una baraja de ataques selectivos desde la posición de fuerza en que le gusta situarse para negociar como un león encerrado en la recámara.
En las últimas dos décadas, la participación de Norteamérica cayó en el PIB y el comercio global, como ha expuesto el gobierno mexicano; en EU se ha agravado la concentración de riqueza en un tejido social roto por la pobreza y falta de acceso a los derechos. Con ese telón de fondo, lanzarse contra México es más fácil que con China, como prototipo de la eficacia del arma de los aranceles para someter a sus designios de una rara política aislacionista y expansionista de un hombre que se cree llamado a ser recordado en la historia.
Con el manual y gesticulación de los líderes populistas de derecha que cobran fuerza en el mundo, Trump pone en escena una obra de poder para esculpir el caos y mandar al ejército a cerrar la frontera sur. La estrategia de construir al enemigo para presentarse como salvador predestinado de su país y devolverlo a la “edad de oro” que reclama el legítimo lugar de la nación más grande y poderosa de la tierra, como dijo en su discurso inaugural.
Por eso decide que el primer objetivo del mensaje del miedo del gobierno con más ultrarricos del planeta —19 integrantes de su equipo— sean los más pobres del globo, a los que criminaliza como “delincuentes” que invaden su país con la migración; los cárteles que están “matando” a sus ciudadanos por el consumo de fentanilo. A los que trata de eliminar con las minas de los aranceles con que pretende doblegar a todos para negociar nuevas reglas de comercio que pongan a “América primero” y reducir el déficit comercial con sus aliados.
Negociar con Trump sobre una agenda que anuda migración, narcotráfico y comercio, acompañada del disparador de los aranceles, constituye el panorama más difícil para un presidente mexicano en un siglo. El gobierno de Sheinbaum ha tenido los primeros contactos para abrir la negociación de sus decretos con un llamado a la calma y “cabeza fría”; pero se equivocaría al pensar que las amenazas ya ocurrieron antes en su primer mandato y sólo se concretaron en obligar a México a ser el “muro” de contención de la migración. El de hoy es un mandatario liberado de ataduras, con elevado apoyo popular y un Congreso de su color, y con mucha mayor experiencia de los límites legales, como muestra la cuidadosa preparación de sus decretos.
¿Cuál es el alcance de la intimidación en migración o narcotráfico? ¿Es posible frenar sus órdenes de gobierno ante el fuerte mandato de Trump o estamos frente a un poder autocrático sin suficientes contrapesos? Lo dirá la negociación de las próximas semanas y hasta la probable exigencia de apurar la revisión/renegociación del T-MEC. Aunque jactarse de que EU no necesita a otros países, mientras que los demás sí lo necesitan a él, ofrece una buena idea de la posición de fuerza y miopía del peso e influencia de la economía de sus socios; tanto como del orden mundial e, incluso, de sus propios límites internos.
Pero ¿qué querría negociar con México si realmente no lo necesitara? También cabría preguntar si México ha hecho lo suficiente para demostrarle cuánto requiere de la 12 o 13 economía mundial y su principal socio comercial. Por lo pronto, estamos frente a una nueva era en las relaciones bilaterales que modelan las profundas asimetrías entre ellos y augura una relación tensa y tormentosa con el gobierno de Sheinbaum, aunque los dos países se necesitan.