Todo mundo está muy preocupado por el comportamiento que ha tenido el presidente, que si se quiere eternizar en el poder, que si decreció la economía por su culpa, que si va en contra del paro nacional por los feminicidios, que eliminó el seguro popular y el sistema público de saludo es un desastre, que canceló las estancias infantiles, que invade a los organismos autónomos, que ataca las libertades estableciendo procedimientos de terrorismo fiscal para perseguir a sus adversarios, etc.
Ciertamente, existen innumerables agravios que se le pueden atribuir al liderazgo del presidente. Pero lo que sí es preciso apuntar, es que su popularidad es grande y demerita muy poco ante tantas cosas negativas que se le pueden atribuir. Las razones para ello son múltiples, pero una muy cierta, es que el sistema sencillo de comunicación del presidente en sus conferencias de prensa mañaneras, distan mucho del boato que los presidentes anteriores, principalmente los emanados del PRI, solían tener. El presidente se muestra sencillo, informal, cercano a la gente, que se comunica con el pueblo usando palabras simples y expresiones coloquiales.
Obviamente, le ayuda el presidente el hecho de que muchos ciudadanos estén recibiendo del gobierno federal dinero en efectivo que les proporciona un ingreso que antes no tenían, que combinado con los aumentos de costos en salud y estancias infantiles y otros programas cancelados, que ahora tienen que sufragar, aun no afecta al grueso de la población, por lo que los niveles de aprobación al presidente siguen arriba del 50%.
Por supuesto que la solución a este problema no es, como pretenden los oligopolios, bailar al son que les toque el presidente, prestándose indignamente a ser extorsionados por el presidente en la compra millonaria de boletos de la lotería del avión que no se rifa. Situación que ya es criticada con sorna por el círculo rojo internacional. Ni tampoco por los ilusos que pretenden que el presidente renuncie o se le destituya, a los que AMLO les llama los “golpistas”.
No, en efecto, la solución a esta situación no va por esos caminos ilusos, sino por el que propongo a continuación.
En el más estricto sentido republicano y democrático, debemos utilizar a nuestras instituciones para que trabajen para la solución del problema. Me explico: el presidente de la República ha podido hacer la mayoría de sus ocurrencias porque tiene el apoyo presupuestal de los diputados dominado por Morena y sus aliados. La Cámara de Diputados tiene la exclusiva facultad de aprobar el presupuesto de egresos de la federación y de vigilar su debida aplicación, a través de la Auditoría Superior de la Federación (“ASF”), que depende de dicha Cámara, aunque goza de autonomía técnica.
La ASF ha hecho ya innumerables comentarios y expedido observaciones sobre múltiples fallas en la implementación de los programas sociales que ha promovido el presidente. La facultad de revisión del desempeño presidencial que tiene la Cámara de Diputados es poco utilizada y, más aún el dique que los diputados pueden poner al Ejecutivo en el presupuesto también ha sido ejercido pocas veces. En los gobiernos del PAN hubo un acuerdo en el sentido de darle grandes cantidades de recursos a las entidades federativas en contraprestación de la colaboración de los diputados con las propuestas presupuestales del Ejecutivo.
Es por ello, que la mejor forma de contener las ansias faraónicas y mesiánicas del presidente es no verlo ni atacarlo (toda acción en ese sentido ha tenido los efectos de fortalecerlo), sino concentrarnos en el desempeño de los diputados.
Para esto, es necesario ponerle a cada uno de los diputados de los 300 distritos en los que se divide el país una marcación personal, y hacer lo posible para que la oposición a Morena no se divida, promoviendo que se elijan como candidatos a los mejores perfiles existentes en cada uno de esos distritos. Solo así se podrá contener al presidente.