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No conozco texto anterior, si lo hay. Pero en el Antiguo Testamento, Abraham dice: ‘

–“Extranjero y forastero soy entre vosotros; dadme en propiedad una sepultura entre vosotros para llevarme a mi muerta y sepultarla (Génesis 23:4)”.

En este país atravesamos ahora una discusión bastante añeja y ociosa, por otra parte. La conveniencia o la inconveniencia de recibir extranjeros, de convertir la ciudad en zona de refugio, descanso, escondite o cualquier otro destino, en perjuicio gentrificado de quienes aquí hemos vivido por generaciones. Y he dicho habitado, no nacido, porque esta –como sus orígenes prehispánicos y novohispanos–, es una ciudad de forasteros.

Durante años y años la ciudad de México –solo por ofrecer un ejemplo–, estuvo gobernada por extranjeros o mexicanos fuereños. En tiempos lejanos los virreyes de cuyos orígenes eran casi todos vizcaínos como Revillagigedo o Bucareli. En el siglo pasado, casi todos eran de otra parte.

La ciudad ni siquiera ser llamaba así: era un burocrático y horrible Distrito Federal, cuyo gentilicio podía ser “defequenses”.

Uruchurtu era de Sonora, Corona del Rosal de Hidalgo, Sentíes de Veracruz, Hank de Tianguistengo y no tiene caso ir más hacia atrás. López de Macuspana y Sheinbaum descendiente de inmigrantes europeos de muy reciente arribo al continente americano. En el caso de Clara Brugada, quien no desperdicia ocasión para derramar el tepache, como ahora con sus opiniones sobre la extranjería y los derechos de los locales, se tienen muchas dudas sobre su oriundez.

Pero quizá por esta causa, por su magnética condición y su atractivo esta ciudad ha sido a un tiempo cobijo, abrigo, amparo, teatro, taller, biblioteca y oportunidad para muchos extranjeros. Sin ellos no resplandecería la bóveda de Bellas Artes ni Adamo Boari habría hecho también el florentino-beneficio-barroco edificio de Correos. No existirían las hermosas techumbres de Candela, con suaves curvas sinuosas y ligeras paraboloides. Tampoco tendríamos la huella de Tolsá en tantos edificios maravillosos (San Carlos, Minería, la Catedral, etc.)

Discutir ahora sobre la gentrificación es muy peligroso. Lo único previsible es cómo se usará este pretexto para una desastrosa “reforma urbana”, digna de los delirios populistas de la IV-T cuyos ensayos ya están en marcha. El primero de ellos, el más grave, es la legalización del despojo como se ha hecho desde el Infonavit.

Con pretexto del “derecho a la vivienda” la IV-T está estimulando esta discusión ociosa y peligrosa. No tiene relación con la gentrificación ni con la extranjería. Es la preparación, el barbecho del terreno donde quieren sembrar otros sistemas (comunitarios y confiscatorios) de la propiedad.

Cuando desde el gobierno IV-T se condena la especulación urbana y pone como ejemplo el “cartel inmobiliario”, nos deberíamos responder la siguiente pregunta:

–¿Y quién ha gobernado en la ciudad la zonificación, la densidad, el uso del suelo, los permisos de construcción de gran escala, la creación de centros y plazas comerciales en los últimos 30 años por lo menos?

Pues el mismo gobierno ahora dizque preocupado.

La vivienda popular tuvo aquí un impulso incomparable hasta ahora durante el gobierno de Luis Echeverría. Se hicieron las unidades Las Trancas, El Rosario, San Juan de Aragón II; Ejército de Oriente; Barrio de Santiago y otras. Antes el IMSS había hecho las unidades Santa Fe e Independencia con criterios urbanísticos funcionales hasta nuestros días. Y eso por no hablar de la enorme Nonoalco Tlatelolco (Banobras) de tiempo atrás o las dos colonias para periodistas, o la añeja unidad Santa Cruz Meyehualco.

El populismo del despojo no ha hecho una sola obra de esas dimensiones hasta ahora. Y no la va a hacer. Todo el dinero –excepto las utilidades de huachicol y otras mercancías–, se le va en destinar el dinero en compra de electores no contribuyentes que –paradójicamente–, contribuyen al desfalco nacional.

Son geniales.

Y en cuanto a la extranjería, las cosas merecen un capítulo aparte. Mi bisabuelo materno era irlandés, mi abuela peruana; su madre ecuatoriana, mi abuelo paterno costarricense.