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Resulta difícil, comprender y más arduo aún justificar el terrorismo. La repetición de esta palabra dificulta aún más su exacta dimensión.
Para quien estalla un avión o lanza proyectiles de alta potencia contra la población civil de un territorio ocupado militarmente por el vecino, es el último recurso. Quizá.
Para quien ordena hacerlo, es la base ideológica de una inclemente e inhumana acción sustituta de la insuficiente política.
Si la guerra es la política por medios armados, el terrorismo el la guerra con otros procedimientos.
Con motivo de los sucesos recientes en Gaza, revisé algunas viejas lecturas. Una de ellas, las entrevistas de Oriana Falacci a Golda Meir, desaparecida primera ministra de Israel. Otra a Yasser Arafat, desaparecido fundador de la Organización para la Liberación de Palestina. Estas son sus palabras. Palabras sin desaparición, vigentes cada día..
GM.- Creo que la guerra en Oriente Medio durará aún muchos, muchos años. Y le diré por qué. Por la indiferencia con que los dirigentes árabes envían a morir a su propia gente, por lo poco que cuenta para ellos la vida humana. por la incapacidad de los pueblos árabes para rebelarse y decir basta…
“…A la paz con los árabes sólo se podría llegar a través de una evolución por su parte, que incluyera la democracia. Pero vuelva a donde vuelva los ojos, no veo ni sombra de democracia. Veo solamente regímenes dictatoriales. Y un dictador no tiene por qué dar cuentas a su pueblo de una paz que no hace. Ni siquiera tiene por qué rendir cuentas de los muertos. ¿Quién ha sabido jamás cuántos soldados egipcios han muerto en las dos últimas guerras? Sólo las madres. las hermanas, las esposas, los parientes que no les han visto volver…
“…muchos dicen que los árabes están dispuestos a firmar un acuerdo con nosotros. Pero en estos regímenes dictatoriales ¿quién nos asegura que un acuerdo signifique algo? Supongamos que Sadat firme y luego sea asesinado (como ocurrió) o simplemente eliminado. ¿Quién garantiza que su sucesor respetará el acuerdo firmado por Sadat? ¿Acaso fue respetado el armisticio que todos los países árabes habían firmado con nosotros? A pesar de tal armisticio nunca hubo paz en nuestras fronteras y hoy estamos permanentemente a la espera de cualquier ataque.
YA.- Esto que usted llama Israel es mi casa. Por tanto, no estaba en Israel sino en mi casa, con todo el derecho a andar por mi casa. Sí, he estado allí, pero muchas más que dos veces. Voy continuamente, voy cuando quiero. Cierto que ejercer este derecho es bastante difícil; sus ametralladoras siempre están preparadas. Pero es menos difícil de lo que ellos creen; depende de las circunstancias, de los puntos que se elijan. Se necesita astucia, en esto tienen razón.
“No es casualidad que a este viaje le llamemos “el viaje de los zorros”. Pero también le diré que este viaje, nuestros muchachos, los fedayín, lo hacen continuamente. Y no sólo por atacar al enemigo. Los habituamos a cruzar las líneas para que conozcan su tierra, para que puedan moverse en ella con desenvoltura.
“A menudo llegamos, yo lo he hecho, hasta la franja de Gaza o al desierto del Sinaí. Incluso llevamos las armas hasta allá. Los combatientes de Gaza no reciben las armas por mar: las reciben de nosotros, de aquí.
“Estamos sólo al principio de esta guerra. Sólo ahora empezamos a prepararnos para la que será una larga, larguísima guerra. Una guerra destinada a prolongarse durante generaciones. No somos la primera generación que combate: el mundo no sabe u olvida que en los años veinte nuestros padres ya combatían al invasor sionista.
“Eran débiles porque estaban solos contra unos adversarios muy fuertes y apoyados por ingleses y norteamericanos, los imperialistas de la tierra. Pero nosotros somos fuertes. Desde enero de 1965, día en que nació Al Fatah, somos un adversario peligrosísimo para Israel…”