Sepa La Bola… En la sesión -tormentosa- del Consejo General del INE de este jueves 26 de junio de 2025, el consejero electoral Uuc-kib Espadas puso en jaque al bloque de consejeras y consejeros opositores —Claudia Zavala, Jaime Rivera, Dania Ravel, Arturo Castillo y Martín Faz— al desmantelar su narrativa de irregularidades masivas en la elección judicial del 1.º de junio. Espadas reveló que el 75 % de los votantes no siguió los supuestos «acordeones» y que 53 de cada 100 personas no votaron por Hugo Aguilar Ortiz, ganador para la SCJN, echando por tierra las «cifras alegres» con las que este grupo ha intentado deslegitimar el proceso.
La reacción desmedida de las y los consejeros, que descuidaron toda compostura en la «herradura de la democracia», dejó al descubierto una agenda política para desprestigiar a Guadalupe Taddei y al INE mismo. Con solo el 1 % de las 83,956 casillas afectadas por irregularidades —ya descontadas del cómputo final— y antecedentes que los ligan a PAN, PRI y PRD, este bloque parece apostar por el descrédito del INE como última carta para frenar el éxito de una elección histórica, como lo ha dicho la propia consejera presidenta, y poniendo en riesgo la confianza ciudadana en la institución.
Y Sepa La Bola, pero la denuncia pública de 16 exfuncionarios de la Agencia Nacional de Aduanas (ANAM) no es un simple ajuste de cuentas burocrático: es una alerta grave sobre el estado de una institución clave para la seguridad y la economía del país. Sus testimonios apuntan directamente al general Ernesto Alejandro Vadillo Trueba, director de Supervisión de Aduanas Fronterizas, como cabeza de una presunta red de corrupción que opera desde el corazón mismo del sistema.
Lo que narran no son casos aislados. Hablan de venta de plazas, complicidad con el contrabando, y desplazamiento de personal técnico para imponer a incondicionales. Nombres como René Díaz Ramos, “el fayuquero”, y el coronel Benito Cegueda, aparecen como operadores de una “vieja guardia” que ha hecho de las aduanas un territorio propio.
Pero lo más inquietante es el silencio del titular de la ANAM, Rafael Marín Mollinedo. Callar ante acusaciones de este calibre sólo fortalece la percepción de impunidad. No se trata solo de recaudación perdida: está en juego el control de las fronteras, puerta de entrada de armas, drogas y mercancía ilegal. ¿Quién las controla realmente?
La ANAM no puede convertirse en otro bastión tomado por intereses opacos. Es momento de una investigación independiente, sin simulaciones, que permita saber si aún hay forma de rescatar lo que queda de institucionalidad.
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