COMPARTIR

Loading

El título de esta columna expresa más que una crítica un real deseo que infiero queremos todos los mexicanos. Se nos ha dicho que estamos entrando hacia un nuevo régimen político, que vamos a tener una transformación en el país, pero lo que realmente veo, hasta ahora, es a un presidente de la República que sigue inmerso en una eterna campaña, como que la inercia de sus 18 años de persecución de su sueño no lo han dejado parar en ese intenso deseo. Pero es necesario que nuestro personaje principal de la política nacional se serene y se convierta en un estadista que vele por el bien común de la Nación.

Respecto a la oposición, también parece ser que la misma está empeñada para tratar de ganar las siguientes elecciones que serán en un poco menos de tres años, sin comprender que lo que necesitamos en México es un auténtico contrapeso al enorme poder del presidente con sus gigantescos niveles de popularidad, pero que van inversamente proporcional con sus grados de efectividad para la generación del bien común en nuestro país.

AMLO tienen que concentrar sus energías en generar paz en el país. Su discurso de paz es excelente, pero los resultados hasta ahora son nulos y todo indica que se mueven en sentido contrario. Sin embargo, seamos positivos y veamos temas como el de la Guardia Nacional. La oposición siempre se movió en contra de aplicar el llamado “estado de fuerza”, para la solución de los problemas de inseguridad imperantes. Es decir, hacer uso de la legítima violencia del Estado para impedir que continúe la violencia imperante entre narcotraficantes, con las feamente llamada consecuencias “colaterales”, que son los decesos de la población civil que se atraviesa en su camino, o los otros daños, más que colaterales, sino consecuenciales derivados de la proliferación de otros delitos que crecen al amparo del caos e impunidad imperante; me refiero a los asaltos a transeúntes, a vehículos y casas habitación, a las extorciones y secuestros, a los robos de combustible y de mercancías en transito hacia y desde los puntos de producción y distribución.

Para AMLO todo se solucionará con paz y amor, pero quiere aplicar (sin decirlo) la violencia legítima del Estado con la Guardia Nacional.

Al respecto, se provocó una inusitada unanimidad en la Cámara de Senadores, en la reforma constitucional para la aprobación de la Guardia Nacional con mando civil, para que de inmediato el presidente empezara a interpretar que eso no le impide poner a un militar para dirigirla. Es decir, con eso se prueba una vez más de que en México no importa lo que diga la ley, lo que importa es lo que diga el presidente, más aún el que actualmente tenemos.

Realmente todos queremos que López Obrador se convierta en el transformador de México, y no me cabe la menor duda de que lo va a lograr. Pero queremos que esa transformación genere paz y seguridad, orden, inversión y generación de riqueza, bienestar para la población en condiciones de libertad que nos permita a los mexicanos crecer en lo individual para realizar los anhelos de nuestras vidas y las de nuestras familias, que haga que México sea el país más visitado del mundo y que produzcamos los mejores talentos científicos, culturales y artísticos porque brindemos las mejores condiciones de vida.

Pero si esa transformación que realizará nuestro presidente nos lleva a un desastre económico, en donde se genere más pobreza en donde se distribuya la miseria y huya la riqueza, en donde se acaben las inversiones y se generen millones de personas ganando una miseria que les de el gobierno porque no alcance a nada por las devaluaciones y la inflación, en donde haya carestía y pérdida de libertad individual porque haya que ceñirse a las ocurrencias de la voluntad del gobernante, que genere una fuga masiva de capitales económicos y humanos que nos mueva a violencia y golpes de Estado; entonces, es necesario que, para evitarlo, tengamos una oposición efectiva, cosa que distamos mucho de tener.

Por todo ello, lo ideal es que nuestro presidente sea un estadista que se impulse por una oposición efectiva y no una que nada más es contestataria y no propositiva. Es por ello necesario aprovechar en este momento de la historia de México el gran liderazgo de nuestro presidente para impulsarlo a generar la gran transformación que México merece. Ella no será posible con una sociedad expectante del “haber qué pasa”, y una oposición grilla que todo lo critica sin que proponga nada, y una sociedad civil que se agacha ante los embates y desplantes del presidente.

Por esto es indispensable que despertemos y que, junto con nuestro presidente, hagamos todos de México una gran Nación.