La alianza Va por México ha logrado llegar unida a dar sus primeros pasos para entrar a la competencia por la Presidencia en 2024, bajo la presión de la precampaña adelantada de Morena. Pero el anuncio sobre el método para elegir a su candidato plantea una ruta parecida a Los juegos del hambre, lo que pone en duda si lo llevará a legitimar su proceso y consolidarse.
Las reglas del juego tienen paralelismos con esa película distópica en la que los “tributos” deben dar un espectáculo para obtener puntuación que oriente a los patrocinadores y armarse en la cornucopia del tiránico Capitolio en un combate a muerte televisado por la candidatura. Su primera prueba, recolectar, en una campaña nacional, 150,000 firmas para inscribirse, entrar a la medición de encuestas y, finalmente, llegar a las urnas en una consulta interna tras la “depuración” de aspirantes. Algo que ya ha comenzado con la declinación temprana de algunos de sus personajes más populares.
Dentro de la mesa que acordó el método destacan que las organizaciones civiles frenaron el control cupular de los partidos para abrir la elección a la participación ciudadana. Pero, desde que lo anunciaron las dirigencias del PAN, del PRI y del PRD, se suman críticas sobre su alcance y declinaciones que ponen en tela de juicio la equidad de la contienda. Por ejemplo, la de Germán Martínez por no estar dispuesto a echarse “en manos de cargadas empresariales, de sindicatos con dueño o de padroneros partidistas” que recuerdan el poder del Capitolio y el papel de los patrocinadores para las oportunidades de la competencia; o la de Lilly Téllez, que se bajó de los 14 inscritos originalmente por no garantizar una contienda justa.
No obstante, el primer saldo positivo para la alianza es llegar unida contra los pronósticos y no dejar todo el terreno a Morena, o para no olvidar, como en Los juegos del hambre, los tiempos oscuros si van divididos a la elección. Aunque la competencia comienza con traspiés y necesitarán más que ese recordatorio si quieren construir un Frente Amplio con una candidatura legitimada con una consulta popular.
De la primera prueba salieron con abolladuras y raspones, sobre todo sin disipar la sospecha de que fue un diseño hecho para el control de las dirigencias y los “cercanos” a la cornucopia de los partidos. La disolución de un consejo electoral ciudadano para organizar la elección es un golpe a su credibilidad, aunque rebaten que no fue más que una propuesta del Frente Cívico, no un acuerdo de los partidos.
Las principales interrogantes tienen que ver con la fiscalización del origen y el gasto para el control del sistema de firmas y del padrón para sacar adelante el proceso. También las reglas de las encuestas de una segunda etapa, la depuración de los aspirantes y el alcance de la participación ciudadana en la ponderación de todas las pruebas, de acuerdo con criterios discrecionales de los partidos.
Si los desajustes internos pesan, también la descalificación de simulación del Presidente como un dedazo disfrazado. Pero, de fondo, la alianza se enfrenta a dos dilemas mayúsculos. Primero, lograr que su método borre la idea del pacto cupular en que el PRI cedía al PAN la candidatura presidencial a cambio de ponerla en Coahuila y en el Edomex. Su problema es pretenderlo con un método contradictorio con la participación ciudadana, aunque en política siempre hay algún margen de incertidumbre sobre el resultado.
Y, segundo, que su ruta los obliga a violar la ley electoral, tal como critican de Morena con su precampaña adelantada, aunque, ciertamente, no tenían otra opción que no los marginara de la competencia. Pero tiene costos para su discurso sobre la legalidad electoral y consecuencias no deseadas, como secundar al oficialismo en el dominio de la ley de la selva con un INE debilitado en el proceso electoral 2024. ¿Cuáles son los riesgos de anular al árbitro?
Pero siguiendo la trama de la obra, el mayor dilema de la alianza podría sintetizarse en una sola pregunta: si el método aliancista podría aguantar que el candidato sea un panista que impulsa la cúpula como Santiago Creel, a diferencia de la película en que no ganó la carta del Capitolio. Eso le abre esperanzas a Xóchitl Gálvez, que sí pudiera amenazar a Morena desde los barrios de hambre donde aprendió a sobrevivir, si logra imponerse como Katniss al Capitolio.