elcristalazo.com
La segunda etapa de promoción de Xóchitl Gálvez en el extranjero permite una pregunta sencilla: ¿cuántos votos puede ganar un candidato a la presidencia de México en Estados Unidos o en España?
Muy pocos.
Los mexicanos de fuera con interés por la política nacional y consecuente ejercicio del voto (ya ni mexicanos son, aunque tengan doble nacionalidad, lo cual es traicionar una de las dos), no llenarían el Estadio Azteca. En un padrón de casi 90 millones, no valen nada. Sus sufragios son absolutamente insignificantes. Ellos no nos importan a nosotros, ni nosotros les importamos a ellos, justo es decirlo, aunque suene horrible.
Un amigo veterano en las lides del análisis político, operador en varias campañas, me ofrece una hipótesis para responder la pregunta de estos días en relación con la promoción foránea de Xóchitl y la estrategia opositora a la 4-T.
–No va a buscar votos.
“A Estados Unidos fue para promover en el extranjero una tesis de absolutismo presidencial en las elecciones mexicanas y a hacer ruido. No fue por el voto, fue por la simpatía de la clase ilustrada americana; del Centro Wilson y similares y a agitar las aguas de los organismos internacionales; la OEA; la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, etc. Fueron curaciones en salud frente a los efectos demoledores de la gigantesca maquinaria electoral de Morena, con todo el gobierno volcado en favor de la deslucida candidata oficial.
Pero si eso explica el viaje al norte, no explica los motivos madrileños. Ya sabemos cuál es la opinión de los hispanos en cuanto a López Obrador: lo desprecian por sus manías históricas, por los perdones de la conquista, por la condena al pasado, por la forma burda como embistió en tiempos actuales a sus empresas de energía.
Todo eso lo sabemos, pero ni toda la opinión adversa del empresariado español o de sus periodistas, amigos o de los intelectuales de moda, se traduce en votos aquí.
La colonia española en este país sólo tiene peso social, no político. No pinta electoralmente. Su poder se reduce a las fiestas de la Covadonga. Así pues, vale preguntarse cuál es la ganancia de una gira por España.
Mi amigo, el experto, deja en paz la cuchara del café y comparte su hipótesis, y recalca la palabra hipótesis.
–Sólo en España puede reunirse con tres expresidentes. Allá puede ver a Peña, a Calderón y a Salinas. La idea me pareció extraña. ¿Ver a Salinas?, ¿para qué? ¿Y a Peña?
–Quizá todos ellos le puedan ofrecer información privilegiada, me insiste el sabio gurú.
Yo me hice el desentendido y me pareció más oportuno hablar de Mahomes y Taylor Swift. Simplemente me pareció descabellado.
Pero al poco rato las redes comenzaron a divulgar el encuentro de Xóchitl con Felipe Calderón y la idea de mi amigo me pareció tan real como la pifia de la candidata.
¿Calderón? ¿Además de su desprestigio y su derrota electoral desde Los Pinos, tiene algo para ofrecer?
Sí. Puede contaminar con su cercanía rencorosa, generar la indeseable eclosión de su campaña (no precisamente panista) desde adentro y el sabotaje de los “markokortesistas” y demás, peleados a muerte con el villano favorito (por si hiciera falta), de Andrés Manuel y el repelús de los priistas.
La mañanera de hoy estará llena de bocados de cardenal.
A mí me disgusta el espectáculo de una buena candidata rodeada de tantos pelmazos, incluyendo en esta definición al señor expresidente. Xóchitl, simplemente, con esa fotografía se ha hecho el harakiri.
Se lo digo con toda seriedad, señora, ya deje esa clase de personajes en torno suyo, con ellos no se puede ir ni al baño. Se corre el riesgo de perder el jabón.
MAÑANERA
Hoy la maña-nera no necesitará mucha maña. Se la han puesto en bandeja. Será la crónica de una madriza anunciada.