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Claudia Sheinbaum, presidenta de México, pide calma a la oposición ante sus reacciones por la Ley de Supremacía Constitucional aprobada ayer por los legisladores de Morena en la Cámara de Diputados.
Respaldo a la Supremacía Constitucional La presidenta pidió calma a los “comentócratas” y defendió la reforma impulsada por la Cámara de Diputados. (Daniel Augusto)
Pues, mira tú cómo son las cosas, tal si nada hubiera ocurrido como si esto de la vida sólo fuera un abrir y cerrar de ojos, ya se nos pasó el primer mes de esta bienhechora administración femenina del poder Ejecutivo Federal y ya ni siquiera nos damos cuenta de los hechos, los dichos y los los sucesos de tan veloces como corren los días, pero si te digo, la existencia es apenas un suspiro, pero mientras esto expreso, todos hacemos cuentas y percibimos algunas cosas inmutables en esa corriente (en el sentido fluvial o acuático de la palabra; lejos del adjetivo tendencioso de la poca calidad) llamada cuarta transformación, cuyo enunciado pretende definir ahora y para siempre los años nacionales desde el advenimiento de Morena a la silla mexicana del poder, con su primer piso precursor y su segundo nivel, cuya elevación ahora disfrutamos de manera optimista, porque poco a poco nos vamos encaminando a la consolidación de la felicidad en la tierra; a una vida nacional plena de gozo, satisfacción y bienes, plenos de fraternidad, lejos de los vicios mezquinos del racismo, el clasismo, el egoísmo, como nos ha enseñado el patriarca de esta filosofía cuya profundidad ni siquiera podemos todavía columbrar, porque así de honda es su raíz humanista y mexicana, como lo atestiguan cada mañana, tarde y noche , por ejemplo, los habitantes de esa hermosa ciudad llamada Culiacán, cuya prolija condición de balazos sin abrazos ofrece un escenario magnifico y atractivo para el turismo extremo, como se ha dado en llamar a esa tendencia aventurera de quienes disfrutan en zonas de guerra o peligros emocionantes, en los reinos de la adrenalina desatada, lo cual permite una sana competencia entre los estados nación ales, porque si los tiroteos, asesinatos y sangre derramada son la muestra de nuestro éxito como país, pues se establece entonces una sana competencia y los guanajuatenses no se quieren quedar atrás ni tampoco los chiapanecos, y cuando no asesinan a un pobre periodista matan a un cura por andar de argüendero, seguramente, y hasta la Compañía de Jesús se queja sin comprender cómo son las cosas, pues antes de criticar deberían sumarse a la defensa de la patria hasta con el ejemplo militar de Ignacio de Loyola quien luchó y fue herido en Pamplona, en batalla contra los franceses, y pedir también ellos las disculpas negadas por el reino de España a quienes sufrieron los estragos, abusos, crímenes y vejaciones genocidas de la conquista, aunque nadie nos explica claramente cómo se dieron al mismo tiempo genocidio y mestizaje, pero no estamos en estos días para dirimir esos matices, pues el caso es sencillo; mañana llegan los recuerdos de los fieles difuntos y hasta de aquellos cuya fidelidad no fue característica, y también se presentan los muertos niños y los no tan pequeños y mientras seguimos con la eterna mojiganga de calacas y viejos grabados de Posada, los integrantes del Poder Judicial se preparan a bien morir, porque de una forma o de otra se ha terminado en este país la carrera de jueces, magistrados y ministros, como se conocía a esa escalera de méritos y conocimientos progresivos, a causa de una reforma judicial altamente perjudicial, por lo menos para ellos, cuya estrategia no es la especialización, sino la sustitución de conocimientos probados por militancia reconocida y de esa forma se sustituyen todos los métodos anteriores por la muy democrática intervención del azar o la diosa fortuna, cuyos caprichos y veleidades, marcarán el destino de muchos, pues la selección de los candidatos a cargos judiciales, se hará –y ya se ha comenzado a hacer–, mediante la democrática decisión de la fortuna, cuyos designios son parejos, pues todos tenemos la misma oportunidad frente a la suerte, ya se exprese en un billete de la lotería (cuando había lotería), o una tómbola en el Senado, cuestión del tiempo y los distintos enfoques de la vida en los tiempos estelares de nuestra linda democracia, cuyos procedimientos serán nos lo han dicho las mentes maestras de esta filosofía, como el insigne Noroña, honra y prez de la política nacional, cuyas enseñanzas nos han hecho comprender nuestra precursora condición internacional, porque a la par de los bolivianos somos una nación capaz de llevar los nombramientos judiciales a las urnas populares, operadas, eso sí, por el partido del pueblo (y san Juda Taddei) para tener magistrados, ministros y jueces populares (como la señora Batres), , cuya sensibilidad les permitirá impartir justicia verdadera alejados de las tentaciones del dinero o la venalidad, como sucedía antes con esa manga de nepotes y corruptos cuyas aleves conductas (excepto en el cao del mínimo Zaldívar), pudrieron hasta el tuétano al poder Judicial cuya autonomía ahora dicen defender mientras extienden sus pliegos de renuncia sin afanes de justicia o equidad, sino simplemente para garantizarse un retiro y haberes de opulencia y llevarse, como sentenció la frase inmortal, un montón de dinero, cuyo monto no ha de ser tan grande si se le compara con las ganancias de los detalles secretos, los proveedores y los contratistas de las obras públicas cuyas adjudicaciones y detalles se mantienen secretas porque se trata de asuntos de seguridad nacional, en un país donde la otra seguridad es apenas un atractivo turístico para los amantes de las fuertes emociones como ya ha quedado esclarecido en las líneas iniciales de esta columna cuya verdadera intención de decirle a los amigos lectores, cuando se ha ido el mes primero de la nueva era, y aún nos quedan 71 más para seguir disfrutando de los beneficios y frutos de esta administración de todos tan querida, la cual ya les advierte a los actuales ministros renunciantes y similares, cómo quieren pasar a la historia, si como vulgares interesados en sus asuntos personales o como constitucionalistas, ahora cuando Doña Constitución ya ha sido consagrada y confirmada en términos supremos de toda supremacía.