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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

Los últimos reveses de los órganos autónomos al gobierno de la 4T en controversias electorales y telecomunicaciones evocan el episodio bíblico de Lázaro, cuando “se levantó y anduvo” tras intentar imponerse o doblarlos. La discusión sobre los contrapesos a la concentración del poder presidencial ha permeado a lo largo del sexenio, pero, a juzgar por sus fallos y acciones, no por falta de atribuciones legales para cumplir su responsabilidad de ley, sino por omisiones o haberse inhibido ante el peso y ataques de un gobierno con alta popularidad y amplio respaldo electoral.

A pesar del intento por reprimirlos, como también ocurrió con gobiernos anteriores, el Tribunal Electoral y el INE resistieron la presión por indultar a Salgado Macedonio al gobierno de Guerrero y Raúl Morón al de Michoacán, ante irregularidades en informes de precampañas, y frenaron la sobrerrepresentación para evitar mayorías artificiales en el Congreso. Por su parte, el INAI salió de un largo letargo con una acción de inconstitucionalidad contra el Padrón de Telefonía Celular, como antes la Cofece con la Ley Eléctrica. Y los jueces dieron suspensiones por los amparos contra la inscripción obligatoria en ese registro, como con los principales proyectos del gobierno.

Los órganos y poderes autónomos siempre han recibido presión de gobiernos y partidos, aunque corrían intramuros por las correas de transmisión de las “cuotas y cuates” del reparto de cargos. La situación con el Ejecutivo hoy no es diferente, que, además, los comprime con la descalificación pública para ampliar su margen de poder y tener vía libre a sus proyectos. La atención ahora está en la controversia sobre la ampliación del mandato de Zaldívar en la SCJN, pero la sumisión podría comenzar a cambiar por el costo sin paga de los excesos del castigo verbal del discurso oficial. No así los términos del debate público, que en blanco y negro ve en la debilidad de los contrapesos la antesala de la dictadura y, desde el gobierno, una conspiración contra la 4T. Lo que no cambia es la polarización del discurso ni la tentativa por el control, como en el caso de la Corte.

En la orientación de dos direcciones contrapuestas que domina la discusión pública, López Obrador encajó los golpes de esos fallos como conspiración antidemocrática de instituciones creadas para “desintegrar al Estado”. Como suele hacer, acata sus decisiones, pero sin ver que la activación de contrapesos puede ayudar a frenar el temor por las señales de restauración autoritaria o, al menos, rebajarlas a la lucha verbal para ganar el Congreso. Ésa es la razón por la que mantiene la crispación, al igual que una oposición que poco tiene que defender del pasado y espera que López Obrador acabe por quemarse por jugar con el fuego de su lengua contra los autónomos y la división de poderes.

Los autónomos son órganos especializados que creó el viejo Estado autoritario para cumplir funciones sin suficiente legitimidad y credibilidad, como garantizar elecciones libres y proteger derechos fundamentales. En efecto, se diseñaron para limitar el presidencialismo omnímodo del régimen del PRI en el siglo XX y abrir la pluralidad política, aunque su autonomía luego fue recortada por arreglos entre partidos. Ello derivó en omisiones que los debilitaron como contrapesos, independientemente de los ataques del gobierno, aunque estar bajo asedio también sirve para escurrir responsabilidades, ¿Qué hizo ahora que, como Lázaro, despertaron y se rebelaron? ¿Por qué el Tribunal cambió su fallo con Salgado y Morón?

La diatriba en su contra como cómplices de intereses corruptos del pasado o de poderes fácticos tampoco sirve para ocultar la pretensión oficial de colonizarlos. Con los autónomos, además, el Presidente guarda viejos rencores por su impugnación de fraude en las elecciones de 2006 y 2012. Los magistrados o los consejeros del INE, sin embargo, no son los mismos de entonces y fueron designados en procesos en los que participó Morena. Varios de ellos fueron propuestos por su partido y en la SCJN los tres ministros elegidos en el sexenio se identifican con la 4T.

La reanimación de los contrapesos tiene que ver con la autonomía constitucional que preserva de la obediencia ciega y los obstáculos para removerlos sin la oposición. Por eso, con frecuencia, están atrapadas en la polarización política entre la desconfianza del Presidente y el respaldo opositor. Ahí su margen de maniobra y el espacio para rescatar sus facultades y sobrevivir.