COMPARTIR

Loading

NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

Los escándalos de corrupción del PRI en el Estado de México son humedales en que ha retenido el poder estatal por casi un siglo. Hoy podría llegar a su fin en las urnas su eterno poder en ese estado. Pero la sanción a ese símbolo del viejo régimen no significa limpiar el suelo político anegado de desviación de recursos públicos a empresas fantasma que ahí y en otras entidades se reproduce como hongos en temporada electoral, sin que el gobierno tenga interés en desecarlo.

A sólo cuatro días de la elección, la “bomba” estalló en la cara de la campaña con la revelación de una investigación periodística de contratos públicos de 15 empresas “fachada” que desaparecieron 5 mil millones de pesos con el gobernador Alfredo del Mazo. El tema salpica al PRI estatal y roza a su candidata Alejandra del Moral, quien carga a sus espaldas el legado de la poderosa dinastía del grupo Atlacomulco, que hizo de la política una forma de negocio. El gobierno defendió que las adjudicaciones fueron legales, igual que antes con las acusaciones de desviación de recursos públicos a las campañas de Peña Nieto y Del Mazo con las tramas de Odebrecht y OHL.

López Obrador y Morena han hecho de esta campaña el símbolo de derrota de la corrupción del viejo régimen, del grupo más “corrompido” y “ladrón”, dado que el naufragio del PRI podría abrir el canal al bloque opositor y la oportunidad a la 4T de rediseñar el sistema de partidos. Aunque eso no implique un cambio de las formas de hacer política o la extinción del fenómeno en auge de empresas fantasmas para desfalcar al erario o canalizar recursos a las campañas como se descubre también en Edomex. Por el contrario, en los próximos 12 meses fraguarán muchos otros escándalos de financiamiento ilegal a los partidos hacia la sucesión.

El augurio es una obviedad a la luz de las 11 mil empresas “fachada” identificadas por el SAT en los últimos siete años para defraudar al erario, con sofisticadas operaciones como la Estafa Maestra, la operación Safiro del PRI en Chihuahua, la Estafa Verde en Chiapas, con robo de identidad y domicilios falsos en el gobierno de Manuel Velasco, o el desvío de “factureras” en Sonora de millones de pesos.

Todos los escándalos no llegan a nada por “omisiones” legales, o mejor dicho, por la falta de decisión de atacar la corrupción aparte de su uso propagandístico, y peor aún, favorecidos por el desmantelamiento de instituciones de transparencia y órganos de control institucional, o inhibición del periodismo de investigación que lo saque a la luz.

López Obrador coloca la lucha anticorrupción en el estandarte de su gobierno, y con éste bate a sus adversarios políticos, pero nada ha hecho para desarticular las estructuras del crimen de “cuello blanco” que subyugan las finanzas públicas. Sus acciones se reducen a intimidar a factureros para que compartan su botín con el Estado como reparación del daño. Evidentemente, es un problema complejo y afecta a muchos países, pero no se puede avanzar inhabilitando al Inai, desactivando a las contralorías o con criterios de la Corte que cierran las pocas rendijas contra las empresas “fachada”. Su detección procede de listas del SAT, pero su artículo 69 sólo permite presumir indicios de delitos fiscales, no lavado de dinero o desvíos de contrataciones públicas. Por ahí se caen todos los casos, y pregunte a Rosario Robles.

Por eso, es contradictorio el discurso de acabar con una forma de hacer política en Edomex, con la falta de decisión, o de lo contrario, para mantener los humedales en que se ahogan las arcas públicas con escandalosas maneras de desviar recursos para llevarlos a la política. El contrasentido puede ilustrarse con esa imagen sobre la muerte de la corrupción del viejo régimen, mientras voceros del mismo partido en el Congreso rebaten a un juez “tronarles los dedos” para reactivar al Inai con dos sustituciones que esperan desde hace dos meses y negarse a escuchar fallos de la Corte.

De confirmarse el pronóstico de las encuestas, el membrete del PRI dejara de ondearse en el Edomex, pero nada asegura que esa descripción de López Obrador sobre Delfina Gómez como “mujer que encarna la bondad y la honestidad de nuestro pueblo” sea suficiente para secar los humedales. Cuando el estado despierte de la elección, la corrupción seguirá ahí…