COMPARTIR

Loading

El nuevo brote de coronavirus en China apenas ronda los 360 contagios en una población de 1.400 millones de personas, pero ha encendido las alertas entre las autoridades. Primero por su amplia extensión geográfica, pues se han detectado casos en una veintena de ciudades de 12 de las 31 provincias y regiones, convirtiéndose en el más amplio en cuanto a territorio desde Wuhan, al comienzo de la pandemia. Pero preocupa, sobre todo, por la gran capacidad de infección de su causante, la variante delta del virus, entre la incertidumbre acerca de cómo responderán las vacunas nacionales, las únicas autorizadas dentro del territorio chino. La Comisión Nacional de Salud china alcanzó esta semana los 1.600 millones de dosis administradas. En torno al 60% de la población china está vacunada, y en Pekín el porcentaje supera el 80%.

La alarma se ha extendido rápidamente. En las calles de Pekín vuelve a verse una gran mayoría de personas con mascarilla por la calle, después de que el calor y la ausencia de casos hubiera reducido el uso de esa protección. La exigencia de mostrar el código que certifica la buena salud, una costumbre que casi había desaparecido, vuelve a ser requisito para entrar en locales comerciales y espacios cerrados. Entrar en un hospital significa rellenar un largo formulario con el historial de desplazamientos de las últimas semanas. En Shanghái, las autoridades locales han vuelto a imponer cuarentenas de 14 días para quienes lleguen a la ciudad desde zonas declaradas de alto riesgo de coronavirus dentro de China. En la ciudad de Nankín, en el sur, se ha cerrado el aeropuerto internacional, donde comenzó el nuevo brote.

Según las autoridades sanitarias, el problema surgió por la protección insuficiente de un grupo de trabajadores de la limpieza que preparaba el interior de un avión de las líneas aéreas chinas llegado desde Rusia el pasado día 10. Los empleados se sometieron a una prueba el día 20 y dieron positivo, pero para entonces ya habían contagiado a otros contactos.

Este lunes, la Comisión Nacional de Salud —el Ministerio de Sanidad chino— informó de 55 nuevos casos. También ha detectado 44 contagios asintomáticos, que Pekín no incluye en los recuentos oficiales. Posteriormente, se ha conocido la detección de siete casos en Wuhan, los primeros en esa localidad de 11 millones de habitantes desde mayo del año pasado, un mazazo para una urbe que, superada la primera ola de la pandemia, presumía de ser “la ciudad más segura del mundo”. La localización de casos en su suelo también ha supuesto un varapalo para Zhengzhou, la capital de la provincia de Henan y que este mes se ha visto asolada por unas gravísimas inundaciones que se han cobrado más de 300 vidas.

Hasta ahora, la mayoría de los casos detectados en el brote, más de 200, se han localizado en Nankín, donde su población de nueve millones de personas se ha sometido al menos a tres rondas de pruebas PCR. El enclave turístico de Zhangjiajie —sus peculiares formaciones montañosas se utilizaron en la película Avatar—, en la vecina provincia de Hunan, se encuentra por su parte en semiconfinamiento: se recomienda a sus 1,5 millones de habitantes que permanezcan en casa, se han cerrado todos los locales de ocio y se han prohibido los eventos multitudinarios. La capital de Hunan, Changsha, y la megalópolis de Chongqing, en el centro de China, han prohibido también los eventos de masas en locales cerrados. La localidad de Zhuzhou, en Hunan y de 1,2 millones de habitantes, ha ordenado el confinamiento de sus residentes durante tres días, con la excepción de los trabajadores considerados esenciales.

EL PAÍS