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Se han escrito tanques de tinta en el tema relacionado de cómo llegarle al electorado para la obtención de su voto. Nuestro presidente es el campeón actual en México, en su tiempo lo fueron también Zedillo, Fox, Calderón y Peña. Lograron dirigir al electorado mensajes distintos pero efectivos, con Zedillo la gente prefirió el orden y la paz, en lugar de la revolución armada del EZLN, con Fox, el sacar al PRI de los Pinos y abrir a México hacia la democracia. Calderón regresó a la campaña de temor de que López era un peligro para México, y Peña dejó ir el glamur de Televisa con su “guapura” y la de su nueva esposa, para convencer al electorado que eso era lo que debía gobernar al país, con el PRI de regreso.

Nuestro presidente, en una campaña que no termina nunca, apela al odio de clases, que siempre ha sido un poderoso ingrediente que mueve al electorado a una especie de venganza en contra de los que tienen, haciéndolos a todos culpables de que lo que poseen se debe a que roban, engañan, traicionan y abusan de los pobres.

Recientemente ha circulado en las redes sociales un magnífico escrito de uno de mis compañeros de la Universidad Iberoamericana, José Saucedo Arizpe, que describe, de una forma muy clara, lo que representan los diversos estratos económicos de la sociedad mexicana, haciendo alusión al libro Mirreynato: La otra desigualdad, de Ricardo Raphael, en donde “compara al país con un edificio de diez niveles en donde habitan (con números a 2013) los casi 120 millones de mexicanos. En cada nivel viven 3 millones 230 mil familias integradas, en promedio, por 3.7 individuos cada una. Esto equivale, grosso modo, al 10% de la población (de aquel entonces) en cada nivel. En el pent-house están las más acaudaladas que detentan el 46% de la riqueza del país, mientras que las más pobres ocupan la planta baja a quienes solo toca el 0.3%.” Con esta grande desigualdad, Saucedo menciona que “Es poco probable, sin embargo, que unos y otros conozcan el precio de la tortilla, el costo del pasaje entre la terminal Indios Verdes y la estación Observatorio del metro capitalino o en donde se localiza el municipio de Sombrerete.”

Lo que se concluye con lo anterior, es que el presidente les habla a los estratos más bajos de la sociedad y la oposición le habla a la clase media, que vive en una dimensión totalmente diferente en la que viven los pobres.

Tomando en cuenta que las políticas públicas del presidente, que son apoyadas ciegamente por su partido Morena, están principalmente perjudicando a los pobres, la oposición debe desarrollar una narrativa (discurso político) que llegue a esos mexicanos, que se encuentran inmersos en la narrativa de que son pobres porque los que no lo son los explotan y abusan de ellos.

Para eso, la oposición debe tender un puente narrativo, que surja del desprecio del régimen a los niños pobres y a las mujeres, puesto que Morena apoya las políticas públicas del presidente que los hace a un lado al no darle presupuesto a salud (afectando a los niños con cáncer), elimina presupuesto a estancias infantiles y a refugios para mujeres víctimas de la violencia y niega el presupuesto para la subsistencia de las Pymes y Mipymes, que crean empleos para el desarrollo familiar.

Las mujeres son testigos cotidianos, en primera instancia, del deterioro que sufre nuestra sociedad por los despilfarros del mal gobierno que tenemos, de dar preferencia a PEMEX y a CFE sobre las necesidades esenciales del pueblo, en servicios de salud, seguridad y desarrollo de las empresas que generan empleo.

Por eso es esencial que la oposición tome en cuenta la necesidad de comunicarse con el pueblo en la dimensión en que visualiza su vida, para poder vencer a Morena en las próximas elecciones y hacer que el presupuesto y las políticas públicas se enfoquen hacia el bien común y bienestar de los mexicanos.