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¿Cuántas veces nos equivocamos al tomar una decisión? Sin duda infinidad de veces y por diversos motivos. Somos humanos, por lo tanto, no somos perfectos y cuando cometemos un error tenemos la oportunidad de enmendarlo, por supuesto si tomamos la decisión de corregirlo.

Las decisiones son personales. Cuando pequeños, son los padres quienes toman las decisiones que consideran pertinentes, porque son ellos quienes tienen la responsabilidad del cuidado de los hijos.

Comprendemos la magnitud del compromiso cuando llega el momento de asumir ese rol, el de padres, y tratamos de tomar las mejores decisiones que consideremos, por el bien de los hijos. Al formar nuestra propia familia nos damos cuenta de que no hay una escuela para padres, por lo tanto, aprendemos en nuestro hogar.

No es fácil la tarea, pero es con amor y responsabilidad como cada familia sale adelanten en la formación de sus hijos. Generaciones anteriores lo hicieron y lo hicieron bien.

¿Qué sucedió? ¿Cuándo se empezó a modificar el esquema familiar y social? Considero fue cuando empezó a exceder en las concesiones, consideradas como Derechos. “Tengo derecho a manifestarme” “tengo derecho a decidir qué hacer con mi cuerpo” “Si me engañas, llamo al 911 porque tengo derechos”. Esas y muchas expresiones más hemos escuchado de jóvenes y niños pertenecientes a una generación que habla de derechos, pero no de deberes.

Las manifestaciones están permitidas, mientras no se afecte el derecho a terceros. Todos tenemos derecho a protestar pacíficamente, sin embargo, no es correcto; mucho menos debería permitirse bloquear calles y avenidas, realizar pintas de edificios públicos, negocios, monumentos históricos. Menos aún debe permitirse que elementos de la policía, Guardia Nacional, Ejercito, sean agredidos, tal y como ha sucedido por quienes salen a las calles a protestar por lo que sea, sin orden y sin respeto alguno para nadie. Todas las corporaciones están impedidas para actuar contra los manifestantes, a pesar de que algunos elementos son agredidos brutalmente, la mayoría de las veces, por mujeres. Sí, mujeres armadas con martillos, armas punzocortantes que han lastimado, siriamente, en algunas ocasiones a quienes van a evitar disturbios.

Todos tenemos derechos, es cierto, pero hay que tener presente que también tenemos deberes y obligaciones. Para exigir ese “derecho” que tanto se proclama, debemos estas conscientes que debemos respetar el derecho de otro.

Respeto, es un valor que inexplicablemente parecería extinguirse, ya sea hacia los mayores, las instituciones y lo más triste y lamentable, a la vida misma.

La reciente decisión de la Suprema Corte de despenalizar el aborto ha traído más polémica que solución a un problema que se ha ido incrementando. Alegan los ilustrísimos Señores Ministros que no se legaliza el aborto, sino que se despenaliza para que la mujer embarazada no sea tratada como delincuente y vaya a la cárcel, si decide cortar el embarazo.

Sin pretenderlo, vino a mi memoria aquella película cuyo título fue “El derecho de nacer” y que tanto éxito alcanzó en una época. La chica, embarazada, acude al médico con el propósito de realizarse un aborto; enamorada, creyó en un hombre que no le respondió como tal ante la situación. El médico, Alberto Limonta, le cuenta la conmovedora historia de su nacimiento, tratando de disuadirla de su decisión, lo que lo logra según la narrativa.

Es una novela del escritor cubano Félix B. Caignet, con una historia como hay tantas y en diferentes épocas. En la época actual, se observa a una sociedad confundida y de cierta manera egoísta, donde cualquiera aboga por sus propios derechos sin importar si se atropellan los de los demás. Tarde o temprano las malas decisiones, que, han tomado van aflorando y dejando desprotegidos a una parte de la población para proteger a la otra.

Alegan, los que se sienten expertos, que en la concepción no hay vida. ¿De verdad? ¿En que se fundamenta tal afirmación? Por qué si no hay vida ¿Cuál sería la razón para permitir un aborto? Es pregunta. Además ¿Qué sucederá con el doctor que, por su ética profesional, se niegue a realizar tal práctica?

La mujer tiene derecho a decidir y a tomar sus propias decisiones, es parte de su formación como cualquier persona. A lo que ni ella ni nadie tiene derecho es a atentar contra la vida de otro ser. No olvidemos que los derechos son para todos igual.