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En la política mexicana, la costumbre del “dedazo” ha sido una práctica arraigada durante décadas. Consiste en la selección del candidato presidencial por parte del presidente de la República que funge al mismo tiempo como líder en turno de su partido político, sin tener en cuenta procesos democráticos internos ni la voluntad popular. En el contexto actual, la figura del presidente Andrés Manuel López Obrador ha despertado controversia debido a las denominadas “corcholatas”, término utilizado para referirse a quienes aspiran a sucederlo en el cargo por el partido del cual AMLO será dirigente vitalicio en cuanto concluya su mandato como presidente del país.

La evidente falta de transparencia en sus decisiones y la posibilidad de que esté manteniendo prácticas similares al “dedazo” en la selección de candidatos dentro de Morena nos obliga a remontarnos al contexto histórico de esta práctica en el sistema político priista.

Durante el régimen del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el “dedazo” era una práctica común para mantener el control sobre el poder político. Se trataba del control del poder. El “dedazo” permitía a los líderes del partido, pero principalmente al presidente de la república mantener el control sobre el candidato y asegurar la continuidad de su proyecto político.

Los casos más emblemáticos del “dedazo” en México fueron el de Carlos Salinas de Gortari. En 1988, Salinas fue designado candidato presidencial del PRI a pesar de las fuertes críticas y la falta de transparencia en el proceso de selección En el 2000, con Francisco Labastida Ocho el “dedazo” volvió a ser evidente en su designación como candidato del PRI, lo que generó un descontento generalizado y contribuyó a la derrota del partido en las elecciones presidenciales.

Después de la victoria de Vicente Fox en 2000, se esperaba un cambio en la forma en que se seleccionaban los candidatos presidenciales, promoviendo la democracia interna y la participación ciudadana en los partidos políticos. Sin embargo, e pesar de las promesas de cambio, la costumbre del “dedazo” ha persistido en distintos partidos políticos, incluyendo el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), liderado por Andrés Manuel López Obrador.

Hoy, las corcholatas de López Obrador y el “dedazo” encubierto muestran una vez más la falta de transparencia en el proceso de selección de quien será abanderado o abanderada de Morena en el 2024, lo que ha provocaro serios cuestionamientos respeceto a la forma en que López Obrador designará al candidato de su partido, sin ofrecer explicaciones claras ni seguir procesos democráticos.

La costumbre del “dedazo” en la selección de candidatos presidenciales es un reflejo de prácticas antidemocráticas que han prevalecido en la política mexicana. A pesar de los discursos de cambio y apertura, la persistencia de esta práctica, especialmente en el contexto de las corcholatas de López Obrador, pone en tela de juicio el compromiso del gobierno actual con la transparencia y la democracia interna. Es fundamental promover la participación ciudadana, fortalecer los procesos democráticos y erradicar las prácticas del “dedazo” para garantizar un sistema político más justo y representativo en México.