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Hoy, al navegar en Twitter, me encontré con un mensaje de Morena. Decía: “Nuestro presidente López Obrador nos ha enseñado a las y los jóvenes que lo más importante es tenerle amor al pueblo, luchar contra las injusticias y nunca perder la esperanza. Hoy, en el Día Internacional de la Juventud, nos comprometemos –y lo cito copiándolo textualmente –, a seguir impulsando La Revolución de las Conciencias; a hacer realidad y gloria el Humanismo Mexicano”.

Más allá de criticar la banalidad de la frase inicial y reprobar la mayusculitis del redactor del texto –por el empleo excesivo e innecesario de letras mayúsculas en palabras o frases donde no corresponde según las normas ortográficas–, el mensaje es un claro ejemplo de la retórica vacía que abunda en la política contemporánea. Una declaración que, a primera vista, podría parecer loable, pero que, al analizarla a fondo, revela una profunda ignorancia y desconexión con la historia y la realidad del país, y aunque suene grandilocuente y emotiva, carece de sustancia y especificidad.

¿Qué significa exactamente “Revolución de las Conciencias”? ¿Y cómo se traduce el “Humanismo Mexicano” en acciones concretas que realmente beneficien a la juventud y al país en general? Las palabras, por sí solas, no generan ningún cambio. Es fácil proclamar “amor al pueblo” y un compromiso con ideales abstractos, pero es en la acción y en las políticas tangibles, donde realmente se demuestra el compromiso.

Ahora, ¿qué demonios quisieron decir los acólitos sectarios del lopezobradorismo con esa tontería de “hacer realidad y gloria el humanismo mexicano”? ¿Acaso tienen una comprensión real de lo que significa el humanismo y cómo se relaciona con la historia de México?

Tal parece que quienes redactaron ese mensaje, nunca han tomado en sus manos un verdadero libro de historia. De lo contrario, sabrían que, por ejemplo, aztecas, mayas, purépechas, mixtecas, triquis, zapotecas y tlaxcaltecas no eran “mexicanos”, sino etnias regionales indígenas con sus propias creencias, leyes, códigos y ambiciones extraterritoriales.

Estos pueblos o comunidades, lejos de vivir en una utopía pacífica, mantenían conflictos expansionistas sangrientos, con su particular dosis de crueldad. Las mutilaciones, los sacrificios y la antropofagia por motivos religiosos o razones puramente culinarias, eran prácticas cotidianas.

Los aztecas, por ejemplo, tenían un sistema legal estricto. El robo, la traición y el adulterio eran castigados con la muerte. Los delitos menores, como la embriaguez en público, eran castigados con la esclavitud o la mutilación.

Los mayas, por otro lado, también mantenían leyes estrictas. Los delitos como el robo, el adulterio y la traición eran castigados con la muerte, mientras que los delitos considerados menores, eran castigados con multas, esclavitud o mutilación.

Olvidan, por ejemplo, que fueron los españoles, bajo el mando de Hernán Cortés, quienes introdujeron cambios significativos en estas terribles prácticas. Por ejemplo, fue Cortés quien prohibió utilizar carne humana en el tradicional pozole, que hoy consumimos elaborado con carne de cerdo.

Sin embargo, es fundamental reconocer que la conquista española tampoco fue un acto benevolente. Y si bien se llevó a cabo conforme a los protocolos y cánones bélicos europeos de la época –los cuales atestiguaban estrictos notarios del Rey que acompañaban las incursiones colonialista españolas–, también prevalecieron altas dosis de crueldad, racismo, sectarismo e intolerancia, que, lamentablemente, prevalecen hasta hoy, en diversos estratos de la sociedad mexicana, fomentadas vehementemente todas las mañanas, desde el púlpito del predicador-ayatolá, instalado en la comodidad y lujos que le brindan Palacio Nacional.

Entonces, ¿de qué “humanismo mexicano” habla Morena? ¿Acaso se refieren a una versión idealizada y distorsionada de la historia, que ignora las complejidades y contradicciones del pasado?

La realidad es que el humanismo, en su esencia, promueve la dignidad, el valor y la capacidad de autodeterminación de los individuos. Es una filosofía que busca el bienestar y desarrollo integral de las personas, basada en el respeto, la empatía y la solidaridad, y si Morena realmente quisiera impulsar un “humanismo mexicano”, debería empezar por reconocer y aprender de la historia real del país, con todas sus luces y sombras.

Debiera igualmente promover políticas que busquen la justicia, la equidad y el bienestar de todos los mexicanos, sin importar su origen étnico, religioso o socioeconómico. En lugar de recurrir a retóricas vacías y desconectadas de la realidad, Morena demostraría con acciones concretas su compromiso con el humanismo, pero no es el caso.

La historia de nuestro país es rica y compleja, y no puede ser reducida a simples slogans o frases hechas. La verdadera revolución de las conciencias no se logra con palabras huecas, sino con acciones concretas que busquen el bienestar y desarrollo integral de todos los mexicanos y eliminen la discriminación, la violencia y la desigualdad que aún prevalecen.

La retórica vacía y desconectada de Morena, y de su líder moral en Palacio Nacional, no sólo revela una profunda ignorancia de la rica tapestria histórica y cultural del país –es decir, la enorme complejidad y diversidad de su naturaleza como nación–, sino también una peligrosa complacencia en el ejercicio del poder. En lugar de recurrir a frases grandilocuentes, debiera entender que México clama por líderes que, con humildad y sabiduría, se sumerjan en las profundidades de su historia, aprendan de sus errores y tracen un camino basado en acciones tangibles y no en meras palabras.

Luego de analizar el mensaje de Twitter de Morena, me parece que la desafortunada e insana invocación de un “humanismo mexicano” –por como hoy están las cosas en México–, se percibe sólo como un eco distante, en un vasto vacío de desconexión. Si en ese partido, el del presidente, realmente aspiraran a encarnar y promover este ideal, primero debieran abandonar su retórica superficial, y a veces hasta altamente agresiva para el resto de los mexicanos, y comprometerse genuinamente con el bienestar de todos, sin excepción, sin clasismos o etiquetas maniqueístas de cualquier tipo, como ya lo han hecho costumbre cotidiana.

Al final de cuentas, hay que decirles a los jerarcas y simpatizantes de Morena, que el verdadero humanismo no se proclama; el auténtico humanismo se vive y se demuestra con acciones que reflejen una profunda comprensión y respeto por la dignidad y el valor de cada individuo en esta gran nación que es México. Ese sería el ideal, pero parece que desafortunadamente el tiempo para entenderlo y recapacitar, ya se agotó para López Obrador.

FOTO: TUIT @PartidoMorenaMX