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Sí, se logró quitarle a Morena la capacidad de reformar la constitución al antojo del presidente. Sí, se le dio el ejemplo a Morena y a las autoridades de la Ciudad de México de que si gobiernan mal hay consecuencias. Sí, se ratificaron los estados en donde el PAN gobierna bien. Sí, se le dijo al presidente que es necesario que modere su discurso y que le baje de tono a la polarización y no es bueno lo que quiere cambiar. El pueblo dio muestras clara de que sí quiere democracia pero no al contentillo del presidente y de su partido.

Pero, hay un largo y contundente pero. Tuvimos la peor oposición en el peor momento posible. El pueblo no quedó plenamente convencido de que esta oposición era la mejor opción para entregarle el poder. Sí, se le consideró necesaria para ponerle un dique al presidente para que haga lo que desee. Pero, el pueblo consideró que el nulo discurso de la oposición no es alternativa válida aún; simplemente, porque no planteó alternativa.

Los ciudadanos sin partido respondieron cabalmente y se comportaron a la altura. Los partidos opositores no se pudieron haber comportado más mal de lo que hicieron. Su única virtud fue haber aceptado armar la coalición “Va por México”. Pero, por desgracia, para proteger los intereses particulares de las dirigencias se entregaron a sus mafias internas en la postulación de candidaturas, y ahí tenemos los resultados. Generalmente, en donde hubo buenos candidatos postulados para distritos competitivos, ahora sí ganaron. Pero un gran número de candidatos no llegaron a las posiciones que pretendían, ya sea por no haber llenado el perfil necesario o por haber hecho malas campañas.

Reconozco que tanto las campañas de Morena y sus aliados, como las de Va por México, dejaron mucho que desear. Fueron frívolas, chafas, intrascendentes, diseñadas como para vender pasta de dientes, realizadas por mercadólogos en lugar de realizadas por expertos en estrategia y propaganda política.

La gente se preguntaba, “a ver dime qué mérito tiene fulano o zutana para ser legislador, qué mérito tiene aliarse con impresentables del PAN, PRI o PRD, y uno respondía, es que hay que escoger el “mal menor” para enfrentarse al “mal mayor”. Ya vimos que eso no fue suficiente. Lo lamento, pero estimo que el pueblo tuvo razón nada más de bajarle el tono al presidente y a sus partidos aliados.

¿Ahora qué debemos hacer? Estimo que es el momento de que, tanto los militantes de los partidos políticos como los ciudadanos sin partido (todos somos ciudadanos. Me choca esa división que hacen de “ciudadanos” y partidos; como si los militantes partidistas no fueran ciudadanos, cuando a lo menos llevamos muchos de nosotros dedicando, sin pedir nada a cambio, gran parte de nuestras vidas a mejorar las condiciones de los mexicanos), debemos, con contundencia y energía, pedir el cambio de las dirigencias de los partidos de oposición, para liberarlos de las mafias que los han tenido aprisionados ya por demasiado tiempo, para que se renueven con gente que desee participar en los partidos para generar bien común, independientemente de los actores políticos que deban ir al frente.

Tenemos tres años para lograr lo anterior y hay que empezar de inmediato. México despertó con esta elección superando el clásico abstencionismo de las elecciones de medio término. No dejemos que la dinámica generada en estas elecciones decaiga. Es el momento de continuar actuando y no cejar en nuestros esfuerzos. No podemos decir, “ya pasó la elección, ahora a otra cosa mariposa”.

No, por ningún momento debemos de parar. Debemos de tomar estas elecciones como un primer escalón hacia lo que queremos lograr. Sí lo logramos, no como creíamos, pero el logro medio que se obtuvo fue así porque dejamos a las dirigencias partidistas hacer lo que se les venía en gana. No los soltemos claudicando a este movimiento ciudadano partidista y no partidista. Si dejamos caer la pelota en esta etapa del partido, nos lamentaremos por muchos años, como los habitantes de muchas naciones que dejaron perder su democracia.