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elcristalazo.com

El monumento a la Revolución en la ciudad de México es una obra de arquitectura muy simbólica. No se trata de una construcción planeada sino aprovechada. No es arquitectura; es discurso político en piedra. Explico.

En el año de 1910, en el mes de septiembre, cuando los festejos del Centenario llenaron la ciudad y el país de monumentos y obras públicas*, Porfirio Díaz inició la edificación de un. Enorme Palacio Legislativo, en un predio ubicado a varios kilómetros en línea recta al oeste del Palacio Nacional.

La estructura de ese conjunto arquitectónico quedó inconclusa porque un año después Díaz abandonó el país. Ausente el dictador, la Revolución Mexicana, en cuyo nombre se han pronunciado tantos discursos mentirosos y tantas barbaridades indignas, no fue sino una lucha de facciones, porque el democrático sucesor de Díaz, Francisco Madero, fue un revolucionario electoral triunfante, a quien su propio ejército asesinó.

No fue una Revolución en sentido estricto de un movimiento cuya fuerza derrumba un gobierno, porque el cambio político ya se había producido; fue una lucha por el poder entre un golpista y los leales a una legalidad vulnerada, comenzando por Venustiano Carranza. La revolución, vista así, no fue sino una sucesión de asesinatos. Por algo el Monumento ya mencionado, es un panteón.

Todos se mataron entre ellos. Carranza, Villa, Zapata, Obregón, Madero. No se necesita seguir. Sangre por todas partes.  

Pero el monumento fue una forma de simbolizar cómo la nueva realidad de una Revolución Triunfante envolvía y desfiguraba la niebla del pasado y su herencia repudiada. Por eso, Carlos Obregón Santacilia, con habilidad política, forró de chiluca la osamenta abandonada de la cúpula y los pilares de aquel Capitolio e hizo un monumento cuya fealdad logra momentos de apabullante y conmovedora hermosura, con sus lampadarios “art decó” en la plaza; sus rampas, su enorme y solemne bóveda (cuando la hizo; hoy está grotescamente intervenida por un elevador de vidrio), y su faro sobre el techo de cobre para guiar el vuelo de imaginarios aviones en la todavía entonces enana ciudad de México. Hablo de 1938.

Hoy ese monumento, henchido de manifestantes cívicos y contrarios de la IV-T, hace una semana, ha sido utilizado como campo de futbolito rápido y anfiteatro al aire libre para ver los partidos del mundial, mientras el presidente de la República celebra los ascensos del personal militar y cifra su estrategia castrense en evitar el ejemplo actual de quienes fueron desleales a Madero.

  • “Trabajos emprendidos y llevados a cabo por la Comisión Nacional del Centenario de la Independencia, aparte de los desfiles, reuniones con diplomáticos y bailes públicos y privados, lo que más destacó en 1910 fueron las mil 419 obras que se inauguraron, correspondiéndole de éstas un total de 325 a escuelas, 136 a parques y jardines, 135 a placas conmemorativas, 130 a casas consistoriales, 98 a agua potable, 88 a monumentos, 72 a quioscos y 66 a edificios de administración pública.

“Vienen luego 57 calzadas, 42 mercados, 42 líneas telegráficas y telefónicas, 37 relojes públicos, 37 sistemas de alumbrado, 31 cárceles y 26 panteones.

“Termina la lista con 24 caminos o vías con pavimentación, 15 presas, 10 bibliotecas, 9 hospitales, 9 portales, 8 teatros, 7 baños y lavabos, 6 diques, 2 drenajes, 2 árboles y, por último, el Manicomio de la Castañeda, un muelle, un tranvía, una beneficencia y un horno crematorio de basura”.

*Memoria de los trabajos emprendidos y llevados a cabo por la Comisión N. del Centenario de la Independencia, designada por el presidente de la República el 1º de abril de 1907… México: Gobierno Federal, 1910, p. 12. 3 Ibid., p. 25. Obras emblemáticas del Primer Centenario… 187 D. R. © Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas