¿Es posible hacer ficción sobre algunos elementos de la pandemia que hoy vivimos con la llegada del virus COVID-19? Si desde una perspectiva filosófica que evoca a Nietzsche la única manera de hacernos comprensible una realidad que cambia continuamente es a través del lenguaje que mediante metáforas y conceptos nos permite comprender y pensar lo que sucede en nuestro mundo.
¿Qué se escribe hoy, por qué y para qué sobre la pandemia mundial que nos afecta en nuestra cotidianidad y anuncia efectos sanitarios y económicos difíciles de superar?
La realidad supone sucesos, acontecimientos, hechos, datos que organizan la experiencia humana con aquello que sucede y que no tiene vuelta de hoja.
La ficción, en cambio, como un elemento de la creatividad, nos permite mirar de otra forma los sucesos, sustituirlos, cambiarlos, borrar, desordenar la realidad de acuerdo con el deseo y dejar volar la libertad del pensamiento.
De tal forma que mi intención en esta columna es traer a este espacio un debate sobre la epidemia en la que grandes filósofos actuales en Ficción de la Razón, Todo es sentido figurado nos ofrecen su opinión en términos de ficción y realidad.
Giorgio Agamben en La invención de una epidemia comienza señalando los hechos: “la infección, según los datos epidemiológicos disponibles hoy en día sobre decenas de miles de casos, provoca síntomas leves/moderados (una especie de gripe) en el 80-90% de los casos”. En el 10-15% de los casos, puede desarrollarse una neumonía, cuyo curso es, sin embargo, benigno en la mayoría de los casos. Se estima que sólo el 4% de los pacientes requieren hospitalización en cuidados intensivos”.
Después pregunta: “¿Si esta es la situación real, por qué los medios de comunicación y las autoridades se esfuerzan por difundir un clima de pánico, provocando un verdadero Estado de excepción, con graves limitaciones de los movimientos y una suspensión del funcionamiento normal de las condiciones de vida y de trabajo en regiones enteras?”
Y concluye: La desproporción frente a lo que según la CNR es una gripe normal, no muy diferente de las que se repiten cada año, es sorprendente. Parecería que, habiendo agotado el terrorismo como causa de las medidas excepcionales, la invención de una epidemia puede ofrecer el pretexto ideal para extenderlas más allá de todos los límites.
El otro factor, no menos inquietante, es el estado de miedo que evidentemente se ha extendido en los últimos años en las conciencias de los individuos y que se traduce en una necesidad real de estados de pánico colectivo, a los que la epidemia vuelve a ofrecer el pretexto ideal. Así, en un círculo vicioso perverso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla.
Lo que me parece muy interesante es que está columna de Agamben cuenta con la respuesta de Jean-Luc Nancy/Excepción Viral en (https://antinomie.it/index.php/2020/02/27/eccezione-virale/)
“Giorgio Agamben, un viejo amigo, afirma que el coronavirus es apenas diferente de una simple gripe. Olvida que para la gripe normal
tenemos una vacuna de eficacia probada. A pesar de ello, la gripe normal
siempre mata a varias personas y el coronavirus para el que no hay vacuna es claramente capaz de una mortalidad mucho mayor. La diferencia (según fuentes del mismo tipo que las de Agamben) es de 1 a 30: no me parece una diferencia pequeña”.
Nancy opina y concluye con la siguiente idea: “No hay que equivocarse, se pone en duda toda una civilización, no hay duda de ello. Hay una especie de excepción viral –biológica, informática, cultural– que nos pandemiza. Los gobiernos no son más que tristes ejecutores de la misma, y desquitarse con ellos es más una maniobra de distracción que una reflexión política”.
Lo que vemos a continuación es una tercera respuesta, en este caso del filósofo italiano: Roberto Esposito, Cuidados a Ultranza en ( https://antinomie.it/index.php/2020/02/28/curati-a-oltranza/) fuente (https://revistaespectros.wordpress.com/2020/03/12/roberto-esposito-cuidados-a-ultranza/ )
Esposito señala: “Lo que en cierto momento interrumpió nuestro diálogo fue la clara aversión de Nancy al paradigma de la biopolítica (…) Cuando, en cambio, incluso el término viral
indica una contaminación biopolítica entre diferentes lenguajes -políticos, sociales, médicos, tecnológicos- unificados por el mismo síndrome inmune, entendido como una polaridad semánticamente contraria al léxico de la comunidad (…).
El hecho es que hoy ninguna persona puede negar el pleno despliegue de la biopolítica. Desde intervenciones biotecnológicas en áreas que alguna vez se consideraron exclusivamente naturales, como el nacimiento y la muerte, hasta el terrorismo biológico, la gestión de la inmigración y las epidemias más o menos graves, todos los conflictos políticos actuales tienen en el centro la relación entre política y vida biológica”.
De manera evidente, el tema de la pandemia del coronavirus actualiza la referencia a Michel Foucault, filósofo que formuló y reflexionó sobre los conceptos de Biopoder y Biopolítica en Defender la Sociedad (1976); en el ensayo “Derecho de vida y de muerte” en Historia de la Sexualidad (1977) y en Seguridad, Territorio y Población (2006) y en el Nacimiento de la Biopolítica (2007).
Para Foucault, la biopolítica es una técnica del poder que se va conformando desde el siglo XVIII. La define como un poder sobre la vida que se ocupa de los eventos de la población en relación con el hombre/especie. Abarca desde los nacimientos, fecundidad, defunciones, vejez, locura, y por supuesto epidemias y pandemias.
El biopoder es una técnica, un ejercicio, una práctica que se ejerce sobre el cuerpo pero que a diferencia del poder de la disciplina que incide sobre el cuerpo individual, éste actúa sobre el cuerpo/masa, es decir, la población.
Así, Esposito dice: “La referencia a Foucault debe llevarnos a no perder de vista el carácter históricamente diferenciado de los fenómenos biopolíticos. Una cosa es argumentar, como lo hace Foucault, que, durante dos siglos y medio, política y biología se han enredado cada vez más, con resultados problemáticos y a veces trágicos. Otra cosa es homologar eventos y experiencias incomparables entre sí”.
Me parece necesario mencionar a Achille Mbembe, (filósofo camerunés, teórico político e intelectual público) quien en su libro Necropolítica a partir de Foucault, propone los conceptos de necropoder y necropolítica.
Para terminar, estimado lector, pienso en Ricardo Piglia, cuando dice que “el lector moderno es aquél que habita en ciudades, llenas de palabras impresas, carteles, de publicidad; su condición necesaria es convertirse en un descifrador
de signos y de símbolos. Por otra parte, el lector moderno es quien se enfrenta con un texto con el ánimo de descifrarlo, y a veces lo percibe de manera confusa porque está atravesado por su posición subjetiva, por su época y por su entorno.
Así que, ¿Cómo nos acercamos al tema del COVID-19? ¿Cuánto habrá en este tema de ficción y cuánto de realidad?
*Doctora en Filosofía Política
Maestría en Periodismo Político
Psicoanalista
https://twitter.com/z_smeke?lang=es