COMPARTIR

Loading

NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

El bloque opositor se resquebraja con la misma fractura de la gran escisión del PRI hace tres décadas. El viejo enfrentamiento a su interior entre neoliberales y nacionalistas vuelve a estar en el centro de la disputa política con la reforma eléctrica, pero ahora corren malos tiempos para un proyecto que se asocia a promesas incumplidas, escandalosa concentración de riqueza en paraísos fiscales y que dejó decepción con los políticos tradicionales como se percibe a los de Va por México.

La reforma eléctrica de López Obrador sobre el naufragio del modelo energético de sus antecesores del PRI y del PAN es la “prueba de fuego” para una coalición opositora que no ha logrado dejar de presentarse como defensora de las fórmulas del pasado, no obstante sus réditos electorales en la CDMX en su estreno en la pasada elección. Ellos son los responsables de haber abierto una brecha entre ciudadanía y política por la que se reposicionaron antiguos liderazgos nacionalistas, que creyeron sepultados debido a su sordera con las preocupaciones de la gente. Cómo persuadir de los riesgos de volver al control estatal y una parcial renacionalización del mercado eléctrico, si, por ejemplo, se percibe que los beneficiarios de la última reforma están en una burbuja de la élite de políticos, empresarios y famosos en sociedades off shore en paraísos fiscales.

Y, es que la desventaja de los “neoliberales” no sólo es el contraste de la opulencia de los Pandora Papers o el aumento de la pobreza y el desempleo en la pandemia, sino que no tienen el modo de explicar lo que ha ocurrido con fracasos o falta de resultados del modelo energético del PAN y el PRI. A los viejos nacionalistas les pertenece el ámbito del lenguaje político, que usan para configurar la realidad con discursos que dividen, como el emplazamiento al PRI: “¿seguirá el camino de Salinas o de Cárdenas?” o lanzar al Congreso “¿a favor del pueblo o de empresas?, les dijo el Presidente en un mensaje que oscurece las explicaciones sobre el precio de la luz, la “limpieza” de la energía eléctrica o la competitividad.

Hace 30 años, en 1981, Rolando Cordera y Carlos Tello escribieron con enorme actualidad sobre la lucha tenaz de dos proyectos de nación, que fracturó al PRI y se mantiene en las entrañas de la oposición hasta la fecha. El “neoliberal” ofrecía modernizar al país con apertura de la economía e integración a EU, mayor consumo y crecimiento económico, hasta que comenzó a hacer agua por la marginalidad y la polarización social. El otro se aferró a las banderas del discurso cardenista de los años 30 y logró resistir tres décadas el desprestigio del nacionalismo económico y de la eficacia y corrupción de las empresas estatales, y que ahora López Obrador trata de reactualizar con su promesa de “cambio de régimen”.

En efecto, el mayor reto de la reforma de la 4T es demostrar que la empresa pública es eficaz y solvente, pero eso cuenta poco en el ámbito del discurso político para aprobarla, y por el contrario, tiene mucho mayor peso los quereres de los priistas con sus viejas banderas nacionalistas. Pero la reedición de fórmulas también ya probadas recuerda que la historia se repite a sí misma, aunque convendría no olvidar que la segunda vez puede ser más cruda que la tragedia original. El choque dentro del bloque opositor por la reforma eléctrica puede conducir no sólo a arriesgar la alianza, como reclama el PAN al PRI, sino a una segunda muerte de los partidos tradicionales tras la primera con la debacle electoral de 2018.

Para usar el nombre de la serie de Netflix Gambito de dama, la reforma eléctrica es una apertura de ajedrez que caracteriza los movimientos de López Obrador en blanco y negro, para ganar la última partida al “neoliberalismo” y a los tecnócratas que desplazaron a su grupo del poder del PRI hace 30 años. Los defensores de las reformas ven revancha soterrada desde aquel encontronazo, que dio origen a nuevas oposiciones y la reconfiguración del sistema de partidos. Tal vez ahora estemos en vísperas de otro terremoto, aunque el manejo emocional y la polarización del debate no dejan conocer el impacto de este nuevo capítulo de la lucha por la nación.