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Sin duda Andrés Manuel López Obrador tiene una larga experiencia para crear un hecho que impida ver lo prioritario en el país y que las conversaciones vayan hacia otros lugares que también son relevantes, pero que permiten no centrarnos en lo importante.

Durante este año la inflación en México, medida con el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), ha mostrado un comportamiento que debería ser centro de atención y no solo conformarnos con la respuesta de que esta situación es temporal.

Seguramente las autoridades gubernamentales federales y monetarias en el país, manifestaran que este incremento es consecuencia de la economía mundial, algo que en cierta parte es real, pero existen otras variantes que pueden detener estos incrementos en la inflación y que son de carácter interno o nacional.

Esta primera quincena del mes de noviembre se estimó que el nivel de inflación anual se ubica en 7.05 por ciento.

El Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), informa que el índice de precios subyacente se incrementó en la primera quincena de noviembre 0.15 por ciento colocando el índice anual en 5.53 por ciento.

Este, incluye bienes y servicios cuyos precios son más volátiles, al interior del índice subyacente, los precios de las mercancías subieron 0.07 por ciento y los de servicios 0.35 por ciento, ambos en tasa quincenal.

El índice de precios no subyacente tuvo un crecimiento de 2.29 por ciento quincenal y 11.68 por ciento a tasa anual. A su interior, está compuesto por productos agropecuarios, es decir, frutas, verduras y pecuarios, así como energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno.

Desde enero de 2021, la variación anual del INPC ha ascendido hasta alcanzar, en noviembre 7. 05 por ciento, la mayor tasa de los últimos cuatro años. La inflación anual ha reflejado, de forma cada vez más amplia, presiones generalizadas de precios y no de unos pocos bienes y servicios.

Algunos especialistas han comentado, correctamente, esto se trata de un fenómeno global cuya importancia no debe magnificarse y quizás por ello el gobierno federal tampoco le ponga la atención suficiente.

Sin embargo, aun cuando el hecho sea de carácter mundial, esto no debe eximir a México para tratar de evitar que estos índices en la inflación se conviertan en un freno al crecimiento económico y un aumento de la pobreza, como lo estamos viviendo actualmente.

Si revisamos los índices inflacionarios que México, y nos concentramos en el subíndice subyacente del INPC, el cual excluye el puñado de precios determinados en los mercados internacionales, como los agropecuarios, o fijados por el gobierno, como la gasolina, podemos destacar que, a partir de julio de 2020, la inflación subyacente anual ha tendido a subir, con incrementos continuos desde finales de ese año, hasta registrar resultados muy elevados y repito que no veíamos desde hace 23 años.

Ante tales presiones, a partir de junio de 2021, la Junta de Gobierno del Banco de México decidió incrementar el objetivo de su tasa de interés de referencia un cuarto de punto porcentual en cada una de las sucesivas reuniones monetarias, para ubicarlo actualmente en 5.0 por ciento. Pero esto nos muestra que la Junta de gobierno actuó un año después de que se presentaran estas presiones inflacionarias.

Lo importante es que estas presiones no han sido transitorias y el Banco de México ha realizado lo que le corresponde, pero el gobierno federal no ha logrado hacer lo que le corresponde, que es simplemente atraer una mayor cantidad de inversión, a través de un ambiente de certidumbre, que permita establecer a un mayor número de empresas para generar empleos y productos a la venta que a su vez generen salarios bien remunerados para que generar el círculo virtuoso de la economía.

Si esto no se logra en el corto plazo, la presión inflacionaria seguirá creciendo dentro de México, rebasando los dos dígitos que crearían daños económicos y sociales más graves.